martes, marzo 19, 2024

Fracasología: de cómo nuestras élites asumen el discurso contra España

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Fracasología. España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días. María Elvira Roca Barea. Premio Espasa 2019. Editorial Espasa

Contra España, contra el Imperio

Fracasología es un libro contra la frivolidad de las élites intelectuales. También un libro contra la recepción acrítica de las ideas que vienen de Francia, de Inglaterra, de Alemania. Y un libro contra el inveterado reflejo de asumir el discurso de la España negra, producto de la propaganda francesa, británica y alemana contra España. Un libro no contra todas las élites, pero si contra los intelectuales más influyentes de los tres últimos siglos de la historia de España. Que en París, en Berlín o en Londres se hiciera historia de España contra España es normal.

España dominaba el mundo, era la potencia global, la más expansiva, la que dominó los mares y varios continentes durante varios siglos. ¿Contra quién se iban a medir si no esos pequeños países que habían fracasado en todas sus aventuras políticas, bélicas y comerciales? Lo sorprendente es que aquí se diera por buena la idea que España era oscura, tenebrosa, atrasada, intransigente, teocrática, alérgica a la ciencia y al comercio. Roca Barea demuestra el enorme poder de la propaganda. Y el efecto letal que tiene cuando nadie la combate. La batalla cultural. Que en España, los gobiernos de los últimos siglos no han combatido, y si lo han hecho (franquismo), ha sido utilizando argumentos que es mejor olvidar.

La historia de España como un tratado de Fracasología

Según Roca Barea la Fracasología nace con la llegada del Borbón Felipe V. Cambio de dinastía en España, que pasa a ser una especie de protectorado de la Francia de Luis XIV. Hasta el punto de que fuimos tan imbéciles de abrir a los franceses el mercado con América, protegido hasta el siglo XVIII por el monopolio español. Con el dominio francés había que inventar un demonio: los Hausburgo. Los reyes anteriores a Felipe V eran todos nefastos para el discurso oficial, empezando por Carlos II.

Roca Barea pone al último de esa dinastía en su sitio, que no es que le reservaron los franceses. Los borbones, según la propaganda, venían a modernizar, a abrir las ventanas y a traer la libertad. Los hechos demuestran que habían más libertad de pensamiento y de opinión en los siglos anteriores que en la época de los ilustrados.

Los afrancesados y al nación de Cádiz

Luego llegan los afrancesados como producto maduro después de un siglo de trabajo de la propaganda panfletaria francesa contra España. Se nos repite que eran los «progres» de la época, cuando en realidad eran un grupo de absolutistas, mientras la nación se organizaba en sujeto político en las Cortes de Cádiz, que fueron el gran salto revolucionario de la España de la época.

Las élites desconectan de la nación: «lo que se produjo en el siglo XVIII fue la desconexión de las élites españolas respecto de las gentes trabajadoras que no pululan por el mundo de la cultura y de la alta política, o sea, el sujeto paciente de la historia, que es paciente hasta que deja de serlo». España, para los intelectuales, es una nación que ha permanecido por los siglos de los siglos en letargo, «cuando no había en 1500 una nación más moderna y adelantada que España. Por eso hizo lo que hizo. Todas lo intentaron, y ninguna pudo».

La Universidad de Stanford y Fray Junípero Serra

Producto de esa desconexión es la interiorización de una idea negativa de España, y el reflejo de echarle la culpa a España de los problemas de cada uno. De ahí a la visión de Ortega de «España como problema » hay un paso.

El libro llega en su investigación hasta nuestros días, con la balcanización de España (el secesionismo es un producto más del desprecio intelectual de España) y con la ofensiva contra la herencia española y católica. Las campañas contra Fray Junípero Serra en California son un mecanismo de autoexculpación de los blancos americanos. La universidad de Stanford condena a la hoguera a Serra mientras mantiene el nombre de su fundador, un racista sin complejos.

El libro termina con la advertencia de que de esta subordinación cultural no se sale sin el concurso de las élites. Es decir, que las batallas de la cultura en las que no comparecemos, las perdemos. Y las estamos perdiendo. ¿No hemos leído que la insigne vicepresidenta Carmen Calvo duda de que la gesta de Elcano y Magallanes fuera española? La batalla es la cultura, la estrategia está en las ideas. Más de tres siglos de historia de España lo demuestran.

Conclusión

Un detalle para terminar. El éxito de los libros de Roca Barea estriba por una parte en su capacidad de hacer emerger una realidad oculta y de trazar líneas de continuidad en la historia reciente. Es cierto que en algunos pasajes esa línea que traza es poco sutil y matizada. También que algunas interpretaciones de algunos hechos históricos son polémicas y han sido contestadas por historiadores de mayor peso. Y sobra, a nuestro parecer, la excursión de la autora por la obra de Max Weber sobre el fundamento calvinista del éxito del capitalismo. La parte final del libro tiene un aire desordenado, como de amontonar hechos dispersos.

Pero Fracasología tiene el acierto de explicar una perplejidad compartida por muchos españoles. Y además lo ha hecho con una prosa clara y una narración que mantiene muy bien la tensión y el interés. La erudición, en su caso, no estorba, y está inscrita en un relato que a veces adopta el tono de una charla para estudiantes de bachillerato, sin perder rigor académico. A la historia académica esto le parece vulgar. Pero está claro que el público lo aprecia.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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