Herederas. María Sánchez-Saorín. IV Premio de Poesía Joven Tino Barriuso. Editorial Hiperión
Experiencia vital y compromiso son las dos fuentes principales de un libro de poemas que mereció el Premio que lleva el nombre de Tino Barriuso. Es el primer libro de María Sánchez-Saorín, murciana que vive en Italia, graduada en Lengua y Literatura Españolas, que ejerce en Italia como auxiliar de conversación española. Hasta ahora había publicado poemas en revistas como Guacamayo, Maremágnum, Manifiesto Azul y Zéjel. Firma artículos en el diario.es y es codirectora de el blog cultural ¡Tira la copa!
Herederas establece la continuidad de la condición femenina desde la dedicatoria, «a mis madres y a todas las mujeres de las que he heredado». Así que Sánchez-Saorín abre la condición materna, y la establece en algo más amplio que la biología. «De familia en familia, de mujer en mujer», cita a Alfonsina Storni en la primera entrada del poemario en el que la autora reclama su lugar como artista, para rechazar otros papeles: «yo no quiero ser musa, quiero ser yo la artista».
Todo el libro es un diálogo. La primera interpelada es una cariátide, a la que pide inspiración: «esta mortal que admira tu templanza necesita consejo, soy mujer, y este arquitrabe ya cae poco a poco sobre mi». Entra el feminismo en Los hombres nunca piden perdón, en el que habla de que ha conocido «amante, padre, hermano, y de todos castigo». Y la primera herencia es la de la abuela, «la cesta era de esparto con el que trabajaba en la época del hambre y lo vendía».
El de María Sánchez-Saorín es un feminismo que no subordina la poesía a la eficacia militante. Siente hondo, y busca las raíces, y explora en el instinto maternal, y dialoga con la madre para establecer la distancia generacional: » a veces te hablo en lenguas que no entiendes, lo sé, cuando ando lejos de tus cosas queridas y me preguntas por teléfono si voy acompañada».
Herederas juega también con el tiempo y el reconocimiento de las mujeres. En 24 de marzo de 1939 dice así: «Con dieciséis años entró rapada por la puerta, se hablaba de lo punki que era la niña. La abuela, que tan solo recordaba su infancia y pesadillas de una guerra, se echó a llorar cuando reconoció a su hermana».
Explora los afectos, «las caricias de nuestras madres huelen al alimento que amasan cada día», la lengua o la conexión con otras mujeres a través del amor erótico, como en Suegra: «también a ti te amo cuando digo «te amo» en los ojos de tu hijo, después de entrar en ellos y perderme». Y la voz política: «no sabe que que cuando tomo la palabra hablan aquellas que han callado y llevo a mis espaldas, o las que hablaron y aún dirían más»,