Ilse Bing llega a la Fundación Mapfre, que tendrá una colección de fotografías de esta pionera del arte fotográfico hasta enero de 2023. Bing forma parte de una generación con mujeres tan relevantes en la fotografía como Berenice Abbott, Gisèle Freund y Nora Dumas. Tres mujeres que abrieron nuevos horizontes en el arte, y que tuvieron una forma muy propia de ver el mundo. Bing toco todos los géneros, desde el retrato a la naturaleza muerta, de la moda a la arquitectura, de la vida callejera a los paisajes. Sus autorretratos son ya iconos de la fotografía. Su manejo de la Leica es una gran lección magistral. Fue también una avanzada en la utilización de diversas técnicas fotográficas, en el manejo del flash electrónico o en la fotografía nocturna, que aprendió de Brassaï.
Los inicios
Ilse Bing nació en Francfort en 1899, en una familia de clase media. Descubrió su vocación mientras preparaba las ilustraciones para su tesis universitaria. Lo dejó todo y se dedicó a la fotografía. El arte, en Alemania, estaba dominado en esa época por las vanguardias, la Bauhaus, el diseño industrial, el constructivismo, el cine expresionista. Todo este mundo de novedades deja una huella profunda en el arte de Bing. Los primeros trabajos de Ilse Bing son para revistas. Su cámara, una Leica, aquellas primeras Leica que revolucionaron el mundo de la fotografía: ligeras, portátiles, discretas, resistentes.
En 1930 se marcha a París, donde sigue trabajando para las revistas de la época, con encargos que le permiten descubrir el mundo de la danza, las bailarinas del Moulin Rouge, o bailarines a los que retrata por encargo. Descubre la obra de Brassaï, de Cartier Bresson, de Man Ray. Entra en el mundo de la moda, y retrata la torre Eiffel: desde abajo, en tomas que miran la vida alrededor de la torre, o desde arriba. Perspectivas nuevas.
Todos los géneros
Es en París donde Ilse Bing multiplica su mirada y trabaja todos los géneros: el retrato, el autorretrato, la arquitectura, la moda, la naturaleza muerta, los objetos cotidianos. Hace bodegones, toma fotos de sillas, de periódicos. Se fija en el suelo de la ciudad, donde un billete de transporte público comparte espacio con una hoja muerta de árbol.
También en París, descubre otras vanguardias: el surrealismo. Otra forma de mirar la realidad, otra manera de encontrar imágenes que forman parte de un mundo onírico. Descubre el poder de las sombras, y estrategias fotográficas novedosas. Es en París donde sus amigos de las vanguardias le dan el título de «reina de la Leica».
Nueva York
La segunda guerra mundial produce un gran cambio en la vida de Bing. En París se niega a trabajar para las revistas alemanas– En 1941 se marcha a Nueva York. La entrada en Estados Unidos le exige impuestos por sus obras, y Bing tiene que renunciar a buena parte de su maleta de imágenes. En Nueva York, la arquitectura tiene otra dimensión, y Bing, como Berenice Abbott, trabaja una mirada particular: los grandes rascacielos conviven con humildes construcciones de viviendas y oficinas. Las líneas de composición de las imágenes de Bing son desconcertantes.
En los cincuenta deja la Leica, la cambia por una Rolleiflex. Y en los sesenta, Bing deja la fotografía para dedicarse al collage y a la poesía. Abandona un arte que la ha ocupado durante treinta años. Lo explica así: “Para una fotógrafa con habilidades reconocidas y una importante reputación debe ser difícil dejar su carrera en el momento en el que sus nuevos trabajos no representen nuevas ideas, pero la tarea de cualquier artista podría ser definida como la revelación de algo nuevo o la muestra de algo conocido bajo un nuevo prisma. Cualquier repetición, incluso en el más alto nivel de artesanía, está vacía de contenido, y por tanto hay que admitirlo.”
El National Arts Club le concedió su Medalla de Oro por la fotografía en 1993, el mismo año de su fallecimiento, cerca de los cien años. Su obra, olvidada durante algunas décadas, fue redescubierta como una de las más modernas e innovadoras del siglo XX.