El caso Lewinsky, que hemos visto completa en Netflix se centra en el escándalo que estuvo a punto de derribar a Bill Clinton como presidente de los Estados Unidos en 1998. Es un caso complejo. Comienza con la denuncia de Paula Jonson, una joven empleada de hotel a la que Clinton le pide que suba a su habitación. Dentro, intenta besarla, y le ofrece su pene para practicar sexo oral. Paula quiere una disculpa. Animada por abogados de la órbita republicana, el caso se convierte en un ariete político contra Clinton. Son los años del duro enfrentamiento entre la presidencia y Newt Gingrich, que preside la cámara y que lleva al Congreso americano a un cierre que deja la administración en servicios mínimos. En esa circunstancia, Monica Lewinsky llega a la Casa Blanca como becaria. Su relación con Clinton terminará siendo la palanca con la que derribar al presidente. La mujer que detonó esa bomba, ya muerta, se llamaba Linda Tripp. Es una serie que se juega, por tanto, entre mujeres. Ellas son las protagonistas de esta historia, muy bien contada, narrada con una profundidad psicológica que la convierte en una gran serie.
Monica Lewinsky, humanizada
El caso Lewinsky es la tercera parte de la American Crime History. De la vida de Lewinsky se sabe poco a partir del escándalo. Escribió un libro con Andrew Morton que fue un superventas, que le ayudó a pagar a sus abogados, y luego pasó a la sombra. Existe una charla Ted, que les recomiendo, sobre todo a los interesados por la retórica. En un momento de esa intervención, Lewinsky pregunta al auditorio quién de los presentes no cometió un error o hizo una estupidez cuando tenía veinte años. A partir de ese punto de enganche, Lewinsky construye un relato que se titula El precio de la vergúenza y que explica cómo se sobrevive a la exposición pública, mundial, de tus intimidades con el presidente Clinton.
Lewinsky ha pasado los veinte últimos años escondida. En un momento de la serie, mientras teje punto como terapia, asegura que se trata de una tarea provisional hasta que no pueda casarse, formar una familia, ocuparse de sus hijos y de su marido. Su vuelta a la escena la provocó Ryan Murphy, que le invitó a reescribir su historia para esta serie. «Con esta serie pido que mi existencia no debe estar definida por una historia de juventud», dijo Lewinsky cuando se estrenó. Su existencia, para el público, está definida por una historia de juventud. Pero la serie va mucho más allá. La historia de Lewinsky puede estar entre los clásicos de las narraciones audiovisuales por dos méritos: el análisis psicológico profundo de los personajes, y la descripción de los mecanismos del poder.
La historia
La serie describe una compleja madeja de intereses personales y políticos. Para los republicanos, Paula Jones, la primera que denuncia, es un juguete con el que dañar a la presidencia. Para Keneth Starr, el juez que dirige la oficina de la fiscalía especial, Jones y Lewinsky son armas con las que confirmar que los Clinton son una pareja de delincuentes a los que han perseguido sin éxito desde el escándalo de Whitewater. Los Clinton han borrado pruebas, has coaccionado a los testigos, y el FBI y la fiscalía se han estrellado contra un muro de hormigón. La prensa demócrata les tacha de villanos. Y Linda Tripp, hija de un polígamo que abandonó a su familia, expulsada de la Casa Blanca porque los Clinton desconfían de ella, montará una gran hoguera en que la que la primera quemada será ella, sin posible redención.
Hay pequeños detalles que confirman que Lewinsky es la narradora de esta historia: el asesor de Clinton, Vernon Jordan le da una palmada en el trasero cuando la despide en el ascensor de su despacho, después de que Lewinsky vaya a pedirle un trabajo que le permita alejarse de la Casa Blanca. Otro más: el presidente usó para su testimonio ante el gran jurado una corbata que ella misma le había comprado, una corbata de Zegna. Una corbata tan horrible que uno duda que fuera de Zegna, pero quizá la marca italiana reserva para el mercado norteamericano las creaciones de sus becarios.
Linda Tripp
Lewinsky es además de inspiradora de la serie, una de las productoras. Quizá por eso es el único personaje que la serie trata de humanizar. El relato provoca una cercanía emocional con Mónica en sus momentos más duros: el primero de ellos, el interrogatorio en el que el FBI le amenaza con 28 años de cárcel para provocar su colaboración con la investigación. Lewinsky aparece como una ingenua enamorada del presidente, pero también como una joven provocadora que no duda en mostrar el perfil de un tanga para excitar la libido de Clinton, siempre tan despierta.
Beanie Feldstein domina el personaje de una forma brillante. Clive Owen hace un Clinton muy cercano al que recordamos: su voz ligeramente ronca, su mirada lánguida, sus gestos, suaves. Pero el mejor papel es el de Sarah Paulson, la construcción psicológica de un personaje trágico como Linda Tripp, que busca una venganza mundial que lave todas las afrentas que la vida le ha hecho. Debe haber creado una ficción muy cercana a la realidad, ya que la hija de Linda Tripp, al ver los primeros capítulos de la serie, escribió un artículo en el que expresaba su deseo de abrazar a la actriz que la había hecho reencontrarse con su madre, fallecida en abril de 2020.
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