Juan Baraja y la vida interior de la arquitectura

Contra todo lo que reluce: efectos del tiempo. Juan Baraja. Museo Fundación ICO. Hasta el 11 de septiembre. Calle Zorrilla. Madrid

La de Juan Baraja es una de las exposiciones más interesantes de la edición 2022 de PhotoEspaña. Por varios motivos. Primero por su proyecto estético, centrado en la arquitectura, en la experiencia de largo recorrido de sus creaciones: la luz, el paso del tiempo, la armonía, los cambios, la vida de quienes habitan los espacios creados por el racionalismo y la modernidad. Después porque las series que presenta nos permiten ver la evolución del trabajo de un fotógrafo, dónde posa su mirada, cuáles son sus puntos de interés. Como apunta en el texto de presentación de su exposición, en un catálogo que es una obra maestra de la edición de fotolibros, se trata de reflejar el talente del fotógrafo: «el código, el lenguaje y el ritmo que me definen como fotógrafo».

juan baraja

En ese texto inicial del catálogo, Juan Baraja explica cómo ha ido construyendo su forma de mirar; cómo la cámara de gran formato le ha llevado a una forma de ser un fotógrafo inmóvil, «poco azaroso». Es decir, que en su trabajo hay mucho de contemplación, digamos incluso de vida contemplativa, la que percibe los lugares con todos los sentidos, en todas las horas, con la luz que evoluciona sobre los ángulos, las superficies, los espacios vacíos.

Capta la atmósfera. Siente el espacio. El resultado es una fotografía que roza la abstracción. Solo la roza, porque siempre hay en la imagen elementos que nos dicen que estamos ante un ser espacial, a un espacio físico que ha sido mental en su creación, pero que se ha vuelto concreto, evolutivo, que tiene una vida íntima propia.

La vida interior de las viviendas

Es cierto que en las series hay algunas imágenes de fachadas y perfiles, pero a la cámara de Juan Baraja le importa más la vida interior de la arquitectura, las huellas del tiempo, los graffiti, la vegetación de un parque en torno a una urbanización, las empalizadas construidas con muelles, alambres y maderas de cajas de fruta.

juan baraja

Su forma de trabajar es lenta, su maduración es de aliento largo. En dos años de trabajo compuso la serie de Aguas Livres, el bloque de viviendas de Pereira y Costa Cabral, en Lisboa, a orillas del Tajo. Baraja se fija en el desgaste de la madera de un pasamanos construido con maderas nobles. Por momentos, el espectador de estas fotografías de gran formato siente que está ante una estética muy cercana a las tradiciones del Japón, donde un sillón desgastado, un plato roto y reconstruido, un cristal mellado o empeñado por el paso del tiempo tiene más valor que los objetivos de brillo satinado, perfección sin alma, que nos ofrece el mercado.

De la arquitectura al retrato

Mezcla de proyectos encargados e impulsos propios, en la muestra se percibe la evolución del trabajo de Baraja. Busca la experiencia de los trabajos de arquitectura de los años cincuenta en adelante, cuando los arquitectos construyeron con la caja de herramientas de Le Corbusier edificios que respondían a ideas nacidas en la utopía. Pero en ese viaje, como apunta en el catálogo, Baraja se encuentra con el rostro humano, una extensión de la fotografía que había dejado de lado.

La cámara fija, la de gran formato, no es muy propicia para el retrato. Los tiempos largos de preparación, las exigencias técnicas de apertura, de foco, de tiempo de exposición, muchas veces en interiores, obligan a una quietud el sujeto que es muy difícil conseguir. Conseguir un rostro desarmado, abierto con naturalidad a una cámara que le exige diez minutos de preparación, es un empeño agotador. Sin embargo Baraja logra retratos que tienen la estática serenidad de un Vermeer, que apelan a la pintura de los primeros retratos de la escuela holandesa. Incluso en la composición, esas figuras que miran a través del cristal de una oficina, de una vivienda, son alusiones a los grandes maestros de la pintura clásica.

Podríamos hablar del color como elección estética, o de los trabajos sobre las obras de la Y Vasca para el tren de alta velocidad. Baraja realiza aquí un trabajo de documentalista en el que deja una impronta estética de un estilo propio, con referencias a la escuela de Dusseldorf, pero con una forma de narrar en la que siempre hay una atención especial para las zonas de más misterio del paisaje, esos lugares en los que el hormigón de un viaducto cruza la copa de dos árboles centenarios, en medio de un bosque.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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