Se cumplen este sábado 130 años del nacimiento de Pedro Salinas, el gran poeta de la generación del 27, el que nos descubre territorios desconocidos del amor. ¿Cuánta vida tienen los libros? Algunos poca, otros más de la que merecen. Hay libros que duran apenas unos días en la mesa de las librerías y mueren como moscas del vino. Otros soportan mucho menos en los algoritmos que aseguran conocer nuestras costumbres, preferencias o vicios ocultos. Y luego están los libros eternos, y también los que resucitan. ¿Cuántas vidas tienen los libros que resucitan?
Miguel Ángel Blázquez es un romántico de los libros. Y asegura que hace unos años tuvo la idea de crear un sello para «recuperar obras descatalogadas y olvidadas, que en muchos casos no vuelven a editarse porque no generan beneficios, pasaron de moda o no están escritas por autores «que venden». Ese sello se llama Bookman libros únicos, y son tan únicos que, al menos el mío, lleva una página final con mi nombre, que guardaré como un fetiche. Si usted quiere uno con el suyo, solo tiene que entrar en la web, llamar por teléfono y encargarlo. Bookman promete hacer libros en el único soporte del papel, y en ediciones numeradas. Lo siento, pero parece que la resurrección de los libros, la otra vida de los libros, su «más allá» es en papel.
La voz a ti debida, de Salinas
El primer punto de atención de este taller de resurrección de libros es una obra escrita hace cincuenta años, un ensayo de Felipe Baeza Betancort sobre La voz a ti debida, que es un libro de poemas de Pedro Salinas que estudiamos en el bachillerato y sobre todo en la Facultad, los que tuvimos la fortuna de tener buenos profesores de literatura.
En el prólogo se cuenta la historia de este hallazgo. El editor encontró un ejemplar de la primera edición de La amada más distante en una librería de culto, de culto a los libros: el almacén de Alastair Carmichael en Lloreda de Cayón, cerca de Santander. Estas cosas no se deberían poner en los prólogos porque le llenan a uno de tareas pendientes: viajar a Lloreda, y pasar todo el tiempo posible en el almacén de Carmichael, hasta que no me deje revolver más entre sus cosas.
Baeza Betancort dedicó este breve ensayo a una de las cumbres de la poesía amorosa en español. Hoy sabemos más que Baeza sobre el amor que inspiró La voz a ti debida de Salinas. Sabemos que se llamaba Katherine Whitmore, e incluso conocemos el texto de muchas de las cartas que el poeta le escribió. Era una joven alumna de literatura que asistió a un curso impartido por Salinas en el verano de 1932. Se vieron poco. Ella regresó a los Estados Unidos, rompió su relación al saber del intento de suicidio de la mujer del poeta y al tiempo, se casó. Volvieron a verse en 1951, poco antes de la muerte del poeta.
El viaje ascendente de la pasión
Aquel encuentro puso en marcha lo que el editor llama «un mecanismo irrefrenable y vertiginoso, como toda energía creadora, llevando hasta el extremo la sensibilidad del poeta, haciendo posible el nacimiento de una obra única en la poesía española y universal». El editor traza a grandes rasgos ese tránsito y los lugares a los que le llevó, a tan solo un paso, quizás, de «la sombra de san Juan de la Cruz o de santa Teresa de Ávila», o a «los cafés del paraíso, junto a Dante, Péguy, Claudel, Mauriac»
Dicho todo esto, el corazón del libro es un ensayo en el que se sigue paso a paso el viaje ascendente de esa pasión, el desarrollo complejo del sentido nuevo y luminoso que supone la aparición de la amada, la búsqueda del amor total hacia otra esencia: «es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo», escribe Salinas.
La voz a ti debida, dice el editor, es «un poema sin final, un verso infinito que engancha como la droga, un veneno para el que no hay antídoto. Advertido está el lector». Conviene avisar también del poder persuasivo de los libros de papel, impresos con tipos antiguos, esos lázaros rescatados de la cueva de los bibliófilos.