martes, marzo 19, 2024

La casa de Bernarda Alba: el silencio de Federico García Lorca.

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Lorca con su palabra nos ha cautivado y emocionado, pero ¿qué pasa con su silencio? Con su silencio a muchos nos ha golpeado, conmovido y hecho pensar. Por un lado, tenemos el silencio de su voz perdida, de la que no existe ningún archivo sonoro. Decía Luis Rosales que era una voz poderosa, muy grave, muy bien timbrada y sin ninguna matización metálica. Alberti afirmaba haberlo oído recitar por primera vez en la residencia de estudiantes, comprobando que su fama no era en vano. Su voz perdida, al igual que su cuerpo, mueve a muchos investigadores y escritores, el último Víctor Amelas, que viajó a Cuba en busca de la voz de Federico y que nos cuenta sobre ese viaje en su libro ”Si yo me pierdo”

Por otro lado, tenemos el silencio como palabra en numerosas obras. En esta palabra, es quizá, donde más significado podamos encontrar. La palabra silencio de Federico García Lorca, no es silencio negativo y ausente, es silencio significativo.

La casa de Bernarda Alba, palabra y silencio

¿Qué connotación tiene el silencio de Lorca? ¿Negativa o positiva? En los años que he representado las obras de Lorca en la escena, he podido comprobar que no es Lorca el que hace los juicios, los hace el propio lector o el público. En “La casa de Bernarda Alba”, el propio autor, da como clave para entender la obra: El poeta advierte que estos tres actos tienen la intención de Documental Fotográfico. Es el lector, el que enjuicia rápidamente a Bernarda Alba y su imperativo silencio, que el personaje pronuncia al entrar en la escena y al terminar. Y debajo de la palabra, en silencio nos encontramos los sentimientos, pensamientos, reflexiones y preocupaciones más íntimos del propio Federico. La belleza y la majestuosidad de esta obra, está por igual tanto en la palabra como en el silencio. Debajo de la piel de cada mujer y en un elocuente silencio, nos encontramos al mismo Lorca, haciendo poesía con el lenguaje del alma, al que llegaremos en silencio.

 Las palabras más hermosas y que son capaces de llegar al otro, vienen del silencio, y a su vez, las palabras que surgen de esa verdad, producen y generan silencio y reflexión. Así hace reflexión sobre la palabra y el silencio, el Padre Dors. Los mejores libros son aquellos, que después de sus palabras, los cierras y te hacen permanecer en silencio y reflexión. Así cuando termina “La casa de Bernarda Alba” te quedas en silencio llegando al fondo de la palabra, traspasando la frontera y el límite donde habitan sus sombras.

Lorca es palabra, Lorca es silencio, dos caras de una misma moneda.

Lorca, Nietzsche y el silencio

Cuando Lorca termina de escribir “La casa de Bernarda Alba”, dice que rompe a llorar. Zaratustra, el famoso personaje de la obra de F. Nietzsche, llora. Lorca ama el silencio, y en este crea todo un lenguaje de símbolos para contar lo que debía permanecer en silencio. Zaratustra se retira en su mismidad y en silencio. Dos silencios que quizá, no están lejos el uno del otro. Igual el silencio de Lorca, posterior al de Nietzsche es un silencio como el que nos propone el filósofo, un significativo silencio que duele, que rompe máscaras y que nos adentra en la mismidad de cada ser. Lorca conocedor de la obra de Nietzsche, le hace mención en su conferencia “Teoría y juego del duende”.  Con imágenes y claro oscuros, los dos son capaces de despertar las almas llevándolas de la palabra al silencio infinitamente en un eterno retorno. Lecturas que honran la belleza tanto de sus palabras como de sus silencios.

Romper el silencio, literatura viva.

¿Cómo romper ese silencio Lorquiano? ¿Cómo vivir dentro y a la vez fuera de él? Escribió José Monleón.

Con la voz, con el verbo. Dando vida a su obra en voz alta. En el teatro y el la lectura. La pronunciación abre canales en el cerebro que de algún modo cambian algo en nosotros. Esta práctica la conocen muy bien los orientales y por ello sus mantras.

Bernarda Alba y con ella el mismo Lorca, pronuncia la palabra silencio al entrar en la escena. Y así es, como personalmente llegué al silencio de Lorca. Navegando en él durante cuatro años, cada vez que se abría el telón. Descentrándome de mí, y adentrándome en el personaje, en una verdad que no era la mía. Verbalizando una y otra noche esta mágica palabra en imperativo, con la que se abre y cierra la obra,  y que tras ella sólo cabía el silencio de todos los presentes, que en instantes quedaban completamente quietos.

Ese silencio, solamente se rompía con el aplauso, que la mayoría de las veces no era inmediato. No podremos hacer cátedra del misterioso silencio, pero podemos experimentarlo, más allá de la meditación, por ejemplo, en el teatro de Lorca.

Silencio lorquiano

El filósofo Luis Villoro, propone en su ensayo “La significación del silencio”, Un silencio significativo, con identidad propia, donde la palabra no podría describir jamás lo que significa.

Todo aquello que exige silencio como el amor, la muerte, la gratitud,… solamente es capaz de expresar su significado el mismo silencio. No solo señalando respeto, sino el misterio de la palabra y su vanidad en algunas ocasiones.

Es este el silencio que entiendo de Lorca. Un silencio experimental. Una luz hacia lo invisible.

Dicen los expertos del silencio meditativo, que la mente sólo puede permanecer en silencio en el momento presente, en el ahora, en ese momento no hay pensamiento, no hay ruido mental, quizá ese sea el lugar donde está nuestro poeta hoy, en el silencio de identidad propia, en el presente. Lorca es palabra y silencio por igual. Un silencio que viene de fuera y de dentro, un silencio de la mente, que hace eco en el corazón.

Y termino con esta frase de Nietzsche, que seguro a Lorca le encantaría:

Silencio… ¿No se ha vuelto perfecto el mundo en este instante?

Mónica Tello
Mónica Tellohttp://www.monicatello.es
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