La guerra de Ucrania, vista por una mujer rusa que vive en España

«Quizás debería contar que la guerra comenzó en 2014, cuando un golpe de Estado derrocó al régimen y las autoridades estadounidenses nombraron presidente a Poroshenko, el cuál tardó bastante poco en dirigirse con tanques contra su pueblo del este de Ucrania, donde murieron más de 10.000 personas en tiempos de paz. Que Zelensky ganó las elecciones en 2017 porque esta parte este de Ucrania le apoyó porque Zelensky prometió parar la guerra, pero nada más llegar al cargo mató a 15 mil personas más en su país.

Que Zelensky prohibió la lengua rusa y toda manifestación de la cultura rusa, encarcelando y matando a los que desobedecieran aquel mandato. Que los ucranianos celebraron una manifestación a principios de noviembre, antes de que comenzara la guerra, para obligar a Zelensky a abandonar su cargo. Que Ucrania tiene asentado un sistema hitleriano floreciente y pasea con esvásticas con una tranquilidad pasmosa.

Que la OTAN ya había construido bases allí en 2014 y ya desde entonces estaban importando armas en grandes lotes. O tal vez debería contar, por qué no, nunca viene mal recordar, que ese tal Zelensky liderado por el sr. Biden comenzó a exigir el desarrollo de una bomba nuclear en su país y esa, era exactamente la línea roja para Rusia y Rusia siempre ha sido bastante clara al respecto. Que Putin está evacuando ahora mismo, urgentemente, a los habitantes de las zonas que se han unido a Rusia y Zelensky no deja que nadie salga de Kiev.

Que Zelenskiy mató a mi amigo, un famoso periodista, para que no cuente la verdad de lo que está sucediendo allí. Que Rusia ya no está en guerra únicamente con Ucrania sino con 35 países. Que los Estados Unidos han decidido hacer la guerra a Rusia hasta el final, aunque ello suponga  utilizar hasta el último ucraniano. Que Putin les dio agua , luz y pagaba las pensiones, a costa del erario ruso, a esa parte de los ucranianos.

Que Zelenski pidió oficialmente a todos los que hablaran ruso que se fueran a Rusia. Y así lo hicieron, pero llevando consigo su tierra. Pero para Europa, los referendos tienen validez o no, dependiendo de sus intereses. Que Putin se lo jugó todo para salvar a ese pueblo y al pueblo ruso, al mismo tiempo que Zelensky empujó a los suyos a la guerra con tal de no perder la presidencia y seguir complaciendo a los EEUU que no lo usan más que de marioneta en esta parte del mundo. Que ni Estados Unidos, ni Europa, ni Zelensky necesitan a Ucrania, sólo es una pieza más en esta partida de ajedrez contra Rusia.

También podría contar que Rusia ha perdido la guerra de la información, porque la verdad es monótona y carece de interés, en cambio las mentiras reinan en el campo mediático, pues hacen y deshacen a su antojo, sin la mínima exigencia de rigor. En un terreno de la guerra donde todo vale, aunque esto suponga desechar la verdad en pos de un fin más oscuro.

En las guerras no hay ganadores ni perdedores. Solo hay víctimas y tragedias. Pero existe la verdad. Y la verdad, por mucho que se esconda, sigue invariable. Y tarde o temprano, la verdad siempre sale a la luz. Y como esto muchísimas cosas más, que aunque no salgan en los medios, son de dominio público. Pero todos sabemos, que no hay más ciego que el que no quiere ver. Pero todo esto que nos queda tan lejos y a la vez tan cerca, tiene el mundo patas arriba. Y es en este mundo que danza sin sentido, donde España anda desorientada, boqueando como los peces fuera del agua.

Una España, que ya considero mi España, pues son muchos años los que llevo unida a ella. Una España moribunda, sin rumbo, náufraga de identidad. Que se desmorona pedazo a pedazo con el  paso del tiempo. Una España perdida, que no recuerda de dónde viene ni sabe a dónde va. Desunida y fragmentada. Debilitada y olvidada.

Es cierto que todo lo que sube tiende a bajar. Pero es difícil de asimilar que lo que fue antes el imperio donde no se ponía el sol, haya quedado reducido a un país nublado. Creo que hay pocas zonas del mundo que hayan aportado tanto como España. Desde la unión del mundo tal y como lo conocemos (de una manera más o menos acertada, bajo contexto de aquella época e indudablemente mejor en comparación con otros países que también hicieron lo mismo), a los grandes inventos como la vacuna contra el cólera, el primer hospital general, el submarino, el teleférico o la jeringuilla desechable y así un largo etc. En la cultura hemos aportado a Bécquer, Cervantes, Quevedo, Lope, Calderón, Goya, Gaudí, Unamuno,Machado, Lorca, Miguel Hernández y tantos grandes que me dejo por nombrar. La lista es casi interminable.

Así como otros grandes que han escrito sus obras en español, ya sea Rubén Darío o García Márquez. Poseemos un idioma que es el cuarto más hablado del mundo. Y qué decir del clima, envidiado por nuestros vecinos europeos y no europeos. Con una variedad increíble de paisajes y lugares. Desde las praderas más verdes de Asturias en un extremo, al imponente desierto de Tabernas en el otro. Así como las hermosas playas del mediterráneo que bañan nuestras costas.

Somos unos afortunados que parecen no saberlo. O nuestra gastronomía, la más que famosa y alabada dieta mediterránea, sin comparación a ninguna en cualquier otra parte del mundo. Y qué decir de sus gentes, de la fortaleza de sus familias, de ese corazón que como bien dicen, no nos cabe en el pecho. Del carácter de los españoles, de nuestra alegría, nuestro humor y nuestra gran cercanía con cualquiera, como si lo conociésemos de toda la vida. Por todas estas cosas y muchas más que nos hacen un país único en el mundo, deberíamos sentirnos orgullosos.

Pero la realidad es bien distinta. En estos momentos parece casi pecado, sentirse orgulloso de ser español. Ahora todo es independentismo, rechazo de nuestra cultura, y puede que aún peor, olvido. Transformación de nuestra lengua, con los elles y demás sandeces que no hacen más que desviar el tema, y revolcarnos en lo superfluo del verdadero problema que tiene nuestro país. Nos hemos convertido en un país sin identidad. Que aspira a ser la copia de otros, ya sea en organización, manera de vivir o incluso en la forma de alimentarse. Sé que la globalización acecha desde cada esquina, pero eso nunca debería haceros olvidar vuestras señas de identidad, haceros olvidar quiénes fuisteis, quiénes sois y quiénes queréis ser.

Me vas a perdonar la osadía, pero no entiendo cómo no podéis sentiros orgullosos de vuestros logros a lo largo de la historia, de vuestra cultura, de vuestras raíces, que son estudiadas y sirven de ejemplo para tantos otros países. Nos hemos convertido en el sector servicios de Europa. Es el momento de despertar, de recordar, de sentirnos orgullos y de empezar a crear un futuro mejor para este país que tanto aportó, tanto aporta y tanto deberá aportar.

Así que dejemos a estos dos hermanos (Rusia y Ucrania) que limen asperezas y solucionen sus diferencias allá (esperemos que dentro de poco y de una forma pacífica), en el otro extremo del mundo, y centrémonos en lo verdaderamente importante de nuestro país que no es otro que volver a encontrar el rumbo, nuestro sitio en este mundo, nuestra historia. Es por eso que prefiero hablar de cosas que realmente conciernen al país donde vivo, donde me siento una más. Y así poder contribuir con mi granito de arena, ayudando a este país a salir de esa apnea de la memoria, para así poder recordar. Quitarnos el tabú de la palabra orgullo cada vez que hablamos de España. Encontrar ese sentimiento de unión y afrontar los devenires que el tiemponos imponga. Juntos y con un objetivo común.

A lo largo de mi vida he aprendido a no callarme cuando creo que algo es injusto, cuando creo que algo es mentira o simplemente está omitiendo la verdad. He aprendido a distinguir el aire puro del viciado, y a guiarme de mis corazonadas con la supervisión de mis pensamientos. Es por eso, que confío tanto en la autenticidad de las cosas y en los buenos finales, que no podía acabar sin nombrar antes a Cervantes que decía: «Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades.»

Un cordial saludo

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