‘La llamada’ de Leila Guerriero: un retrato interminable

La llamada. Un retrato. Leila Guerriero. Anagrama. Narrativas hispánicas

Las 430 páginas de La llamada son el retrato de Silvia Labayru, hija de un oficial del ejército argentino, luego convertido en piloto de líneas aéreas comerciales. Labayru estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires. Allí entró en contacto con grupos de izquierda y ultraizquierda para terminar convertida en una militante montonera. En diciembre de 1976, embarazada de nueve meses, fue secuestrada por militares y trasladada a la Escuela de Mecánica de la Armada, un centro de detención clandestino donde sufrió torturas, y vio como desaparecían algunos de sus amigos más cercanos. En la ESMA, sobre una mesa nació su hija Vera. Fue entregada a los padres de Silvia. Durante su cautiverio, Labayru fue violada, y sirvió como coartada al miembro de la Armada Alfredo Astiz en un trabajo de infiltrado entre las Madres de Mayo que llevó a la detención y desaparición de tres Madres y dos monjas francesas. Liberada en junio de 1978, se trasladó a Madrid. Pensaba que su infierno había terminado. Todavía le quedaba atravesar por el repudio de sus camaradas de militancia montonera, que la consideraron una traidora.

La llamada

Labayru hacía labores de inteligencia para Montoneros: buscar información de posibles objetivos, anotar horarios, direcciones, y pasarlos a la organizaciòn para urdir ataques. Entregada a la militancia izquierdista, su vida se orienta a esa única tarea. En las primeras semanas tras la detención nadie sabe nada, y sus familiares, los amigos y los compañeros de partido, la dan por muerta. Hasta que un día uno de los militares que la tiene retenida llama a su padre para elevar la presión y conseguir que Labayru les de información sobre otros montoneros, algo que las torturas no habían conseguido. Para su sorpresa, el padre de Silvia responde a la llamada de una forma espontánea, insólita, con palabras que llevarán a los militares de la ESMA a mirar a aquella secuestrada con otros ojos. Después de esa primera llamada, interrumpida de forma abrupta, permiten a Silvia volver a marcar, para decirle a su padre que está viva. Ese azar cambia su suerte y su destino. Su hija nace bien, a pesar de las torturas con descargas eléctricas en los pezones, a pesar de no haber tenido un solo exámen médico durante el embarazo. La hija es entregada a los padres. A partir de ese momento, la situación de Labayru cambia. Trabaja en tareas de oficina, en traducciones y propaganda. Le permiten algunas salidas para ver a su esposo, y a su hija. Siempre vigilada, y con la amenaza permanente de que cualquier fuga puede costar la vida de sus padres.

Guerriero reconstruye en La llamada la vida de Labayru con una extrema y rigurosa minuciosidad. El libro está armado como un puzle complejo en el que participan decenas de puntos de vista, todos aquellos que tuvieron relación con Labayru o la tienen, y han querido participar en esa reconstrucción de su vida, en el intento de comprensión de la complejidad inabarcable de una vida. El final del infierno en la ESMA es el comienzo de la pesadilla del repudio. Llegada a España, los exiliados de la dictadura no la quieren ver, le niegan el saludo, le enseñan la espalda a modo de rechazo radical. Es una superviviente, algo ha entregado a los militares. No pueden hacer de ella una víctima, por tanto no sirve a la causa. A pesar de que ni uno solo de los detenidos puede afirmar que fue apresado por las confesiones de Silvia en los interrogatorios. Incluso las denuncias de violación son rechazadas por el código militante: son muestras de debilidad, afectan al resto, dañan la moral de los hombres montoneros.

La llamada está construida con el rigor y precisión con el que trabaja Guerriero. Es minuciosa hasta el extremo, y en algunos pasajes del tramo final del libro el lector navega por páginas que tienen poca relevancia en el retrato, hechos banales tan comunes que no nos dicen nada del personaje. Quizá es un intento de agotar una imagen completa de un ser inabarcable: por muy completo que sea el relato y la explicación de los hechos, siempre queda el misterio central de la persona, esa luz que escapa en algunos detalles de las conversaciones, que nos muestran que la imagen no está completa, que persisten las zonas de sombra. ¿Cuántas vidas caben en una vida? ¿Cómo se relacionan todas ellas, qué valor tienen en la jerarquía de luces y color de la imagen total? Quizá La llamada no ha terminado de explicarnos a Labayru, quizá porque tampoco hay una explicación completa, pero sin duda el trabajo de Guerriero es lo que más se puede acercar un escritor al perfil nítido de su persona.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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