La Neomudéjar, un museo diferente

La Neomudéjar se abre en una nave industrial de finales del siglo XIX, todo ladrillo y hierro. Se edificó para albergar talleres de la Compañía de ferrocarriles de Madrid y Zaragoza (MZA), y los gestores del Museo decidieron preservar la huella del tiempo en sus paredes, y conservar todos los elementos de aquel tiempo, hoy congelado en el pasado. Así que el contraste entre el arte de vanguardia que alberga este museo, uno de los que dirige la asociación ArtHouseSpain, es una característica de este lugar, que le da una fuerza colosal, un atractivo fascinante.

En las paredes cuelgan las cajas de registro eléctrico, con aquellos viejos plomos con los que se cortaba la luz o se evitaban los efectos de una sobrecarga eléctrica. Al lado de una caja cuelga ahora la obra de Rada Akbar, una artista afgana, exiliada, que denuncia la opresión que viven las mujeres en su país. Al otro lado, la obra de Aidan Salakhova (1964), que desafía con maestría la censura y la iconografía islámica a través de obras como «Black Stone«, en la que representa la piedra negra de la Meca rodeada por una forma vaginal. La artista resignifica la iconografía islámica para explorar el mundo interior femenino y la necesidad de reivindicarlo en un contexto patriarcal universal. En las salas se exponen también los juegos digitales de Ana Marcos, las convergencias tecnológicas que clasifican sentimientos y actitudes a través del examen de una inteligencia artificial, o los juegos geométricos de líneas en evolución perspectiva.

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Obra de Rada Akbar

Hace unos días colgaban de estas paredes, junto a vigas y columnas hechas de viejos raíles de ferrocarril, los cuadros de José Manuel Ciria, explosiones de color apenas contenidas por formas geométricas. Ciria es uno de los habituales de La Neomudéjar y de Zapadores, el otro gran museo de ArtHouseSpain. Néstor Prieto y Francisco Brives, los gestores de esta red, reconocen que es uno de los pintores que mejor ha comprendido el diálogo con el tiempo y la memoria del mundo obrero ferroviario que se establece en La Neomudéjar. Durante los últimos tres meses, las obras de Ciria que forman la serie The New york Paintings han ocupado paredes y pasillos superiores, desafiando en algunos rincones a la obra del tiempo que deja desconchados, deterioros, colores degradados, óxidos, polvo y materiales en capas que recogen el paso de las décadas.

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Obra de José Manuel Ciria

Decimos que La Neomudéjar es un museo diferente por lo que explican Néstor y Francisco, porque se trata de una iniciativa del asociacionismo, porque pone en el centro al artista, con invitaciones a largas estancias de pintores, escultores, creadores de videoarte, y porque establece un diálogo con el mundo del arte muy diferente. No se trata de uno de esos museos de pulcritud de quirófano donde las obras son tratadas con asepsia, sino de una factoría que asume el pasado y lo proyecta hacia el futuro a través del arte de vanguardia. Un lugar singular, y un proyecto que crea un contexto en el que arte y artistas se pueden desarrollar con libertad, al margen de las corrientes dominantes, y con una visión enfocada al arte, el arte por el arte. Como reza un lema en una puerta de esta vieja fábrica: arte es arte. Visiten La Neomudéjar. Y no se pierdan ese viejo dinosaurio que guarda en su interior: un antiguo generador eléctrico, una joya, un festín para fotógrafos y apasionados de la historia industrial.

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Generador diesel en el interior de La Neomudéjar
Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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