viernes, marzo 29, 2024

‘Los amnésicos’, el olvido que corroe la democracia

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Los amnésicos. Géraldine Schwarz. Tusquets editores. Traducción de Nuria Viver

Los amnésicos viene con ruido de premios, entre otros el premio al mejor Libro Europeo 2018. Su tema es el olvido, el silencio de quienes consintieron, de quienes se aprovecharon de la persecución de los judíos durante el régimen nazi. No es un tema nuevo. Quizá lo más novedoso de este ensayo sea el camino que traza para contar lo ya sabido: la introspección en la propia familia. El árbol genealógico de la autora es una trama de colaboradores con el nazismo o con la Francia de Pétain.

¿Cuál es este contenido de Los amnésicos, cuál es su tema central? En apariencia se trata de una historia más que conocida, contada en tantos libros de memorias, filmada en tantos documentales, recreada en tantas películas. La obra de Schwarz habla de los que «siguieron la corriente», de los que se dejaron llevar, de los Mitläufer. Entre ellos estaban sus cuatro abuelos. Géraldine Schwarz tiene origen francés por parte de madre, y origen alemán por la vía paterna.

Los amnésicos
‘Los amnésicos’

Así que estamos ante una obra, un ensayo, que analiza la colaboración masiva de los alemanes en el Reich, y la complicidad, no exenta de entusiasmo, con que los franceses se unieron al régimen de Vichy. El régimen liderado por Pétain toleró la propia invasión de su país. El Estado francés prefirió la esclavitud, una cómoda esclavitud para muchos, antes que la incómoda lucha contra el invasor.

Las maneras de gestionar la memoria

Quizá una de las aportaciones más interesantes de Los amnésicos de Schawrz es la comparación que emana del análisis de las distintas formas de gestionar la memoria. Uno de los países implicados en este ensayo, Alemania, hizo un trabajo temprano y rápido. En otros se tardó demasiado. Francia, Italia y Austria se dedicaron a maquillar la realidad. El ejemplo francés es paradigmático. Su memoria se ha basado en la exaltación de la resistencia, y en arrancar cualquier raíz, por profunda que sea, que se hunde en el terreno pantanoso de la entusiasta colaboraciòn con Vichy.

La autora asegura que quiere contribuir a romper la «conspiración del silencio», ese bloqueo que impedía, a quienes vivieron aquellos años, hablar de lo sucedido, ya fueran víctimas o verdugos. Un abuelo paterno de la autora, afiliado temprano al Partido Nazi, aprovechó la necesidad de los judíos de vender sus negocios para marcharse al exilio. Compró a los hermanos Löbmann su empresa de productos derivados del petróleo. Buena parte de la familia Löbmann murió en los campos de exterminio. Cuando Alemania aprobó la ley de restitución, el abuelo de la autora se defendió: tenía que pagar una importante cantidad en desagravio. Insistió en culpar a los judíos de llegar a aquella situación. El retrato familiar que emerge de las páginas de Los amnésicos es de una fría crudeza.

El sucidio de la abuela

Su abuela defendía al Führer. El motivo no era para nada político. Se dejó seducir por la gran maquinaria de persuasión que puso en marcha el nazismo. La abuela no podía olvidar el crucero que le había regalado el régimen, el único que había hecho en su vida. No era antisemita. No hablaba con sus hijos del pasado. Terminó suicidándose.

El recorrido que traza la autora, desde sus abuelos a la actualidad, nos lleva hasta una Europa convulsa por el ascenso de los populismos, en Austria, en la Italia de Salvini, en la Francia de Marine Le Pen. Estamos ante una interesante radiografía del pasado de Europa que nos sirve para comprender en parte el presente. Sobre todo en esos momentos de crisis en los que las naciones prefieren una cómoda esclavitud, un sometimiento aturdido antes que una inquietante libertad.

Géraldine Schwarz
Géraldine Schwarz

La obra está llena de referencias intelectuales, desde Hannah Arendt a Karl Jaspers, pasando por los fundadores de la Escuela de Fráncfort, Theodoro Adorno y Max Horkheimer. Estos dos autores atribuyen en su Dialéctica de la Ilustración, atribuyen un automatismo ideológico, pero fue más bien el idealismo irracional y nacionalista, hijo del romanticismo el que condujo a los alemanes al delirio nazi expresado en nazis en la noche de Nuremberg, y no la felicidad ideal que promovió la Aufklärung.

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