‘Los perezosos», Dickens y Collins a cuatro manos

Los perezosos. Charles Dickens y Wilkie Collins. Gatopardo ediciones

A mitades del siglo XIX el espíritu que imperaba en Inglaterra era el de la industria. En la Inglaterra victoriana la moral dictaba ya los postulados de un positivismo que vendría después a poner un tono filosófico a la norma práctica de hacerse rico por cualquier medio. Dickens dibuja en muchas de sus novelas la caricatura de los personajes que habitan el Londres de la época: usureros, comerciantes sin escrúpulos, y avaros acostumbrados a poner precio a cualquier ser humano.

En Los perezosos estamos ante una novela escrita a cuatro manos, un ejercicio de composición entre dos de los grandes novelistas de la época: el popular Dickens de los folletines, y el maestro de la novela de intriga, Wilkie Collins. Entre los dos imaginan un dúo de perezosos, Thomas Idle y Francis Goodchild. No hay un solo tipo de perezoso. Goodchild es de lo que se afanan en muchos propósitos, con la condición de que todos sean inútiles, y no tengan la más remota rentabilidad: un poeta de la acción. Idle sin embargo, es del tipo de perezoso que prefiere el mínimo movimiento, el no hacer nada por sistema y negarse a dar un palo al agua. Los dos son hedonistas, amantes de las historias bien contadas y del güisqui.

Un viaje por Inglaterra

Juntos emprenden un viaje por pueblos de Inglaterra. De hecho, en su título original, la novela se llama The lazy tour of two Idle Apprentices. Son dos perezosos itinerantes, y en su periplo conocen personajes del mundo rural inglés que les sirven a los autores para hilvanar algunas historias singulares. En la lectura se adivina con facilidad dónde está la mano de Dickens, y dónde toca Wilkie Collins. Collins encaja aquí dos historias de crimen y misterio, apenas planteadas en esquema y que darían para una novela. Dickens escribe solo cuando traza, magistral, el perfil de los personajes, o cuando carga la pluma con la tinta ácida de su crítica social. La descripción del ambiente de la semana de las carreras hípicas en Doncaster es un pasaje de un humor jovial y efervescente.

Se trata por tanto, de una deliciosa novela de aire cervantino en la que podemos disfrutar de las mejores cualidades de la literatura de cada uno de los autores, una especie de relato combinado, una ironía, un elogio de la pereza divertido y feliz, escrito treinta años antes de que Paul Lafargue viniera con su célebre obra El derecho a la pereza.

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