‘Lucía’, de Bernard Minier, una trama compleja, demasiadas palabras

Lucía. Bernard Minier. Traducción de Dolors Gallart. Editorial Salamandra.

Lucía Guerrero viene a formar parte, con la novela de Bernard Minier, de la moda (dicho en el sentido de caso que se repite con frecuencia) de las mujeres policías que trabajan con rigor, que han pagado el precio de un divorcio y la pérdida de la custodia de los hijos, por su compromiso con la ley, la justicia, y el trabajo de los agentes de la ley. Las series de televisión han hecho de este perfil un tópico. La Lucía de Minier forma parte de la UCO, la Unidad Central Operativa de la Guardia civil, es decir la unidad de élite que se encarga de hacer las veces de policía judicial dentro del cuerpo. Lucía no es feliz y envidia la felicidad ajena. Lucía arrastra por la vida la culpa de una pérdida familiar y se enfrenta, desde la primera escena, con el asesinato de Sergio, un compañero de unidad al que encuentran moribundo, desnudo y pegado a una cruz, en una colina, una noche de lluvia pertinaz. Los agentes detendrán esa noche a un esquizofrénico, único testigo, quizá autor, de ese asesinato ritual.

Lucía, de Bernard Minier

La segunda trama la encabeza Salomón, jefe del departamento de Criminalística de la Universidad de Salamanca. Dirige a un grupo de estudiantes que han creado un algoritmo capaz de conectar los puntos en común entre asesinatos alejados en el tiempo para encontrar patrones de conducta. Y Dimas, así han bautizado a la máquina, termina por hallar el mismo estilo en varios crímenes.

En todos se ha utilizado pegamento fuerte, y todos, uno en el Pirineo de Huesca, el otro en Segovia, el tercero en la Costa del Sol, tienen un ritual que remite a los cuadros de la pintura del Renacimiento o del Barroco. Así, los ingredientes de Lucía son la investigación policial, la trama urbana de Salamanca y Segovia, y los ambientes universitarios en los que el estudio y la academia compiten en horas y dedicación con las copas y la juerga.

La novela avanza paralela entre el ámbito de la Universidad y el de la Guardia Civil. Lucía es un verso suelto, una que en la unidad, va por su cuente. Y Salomón es un profesor culto al que le gusta rodearse de jóvenes, un académico que sabe más de los clásicos que de los algoritmos, pero que conoce el alma humana, y se basa en la programación que le brindan los estudiantes expertos, para crear el gran investigador cibernético. La inteligencia analítica que Minier pone en juego en la novela es bastante simple, porque en realidad se trata de encontrar elementos comunes en una enciclopedia de crímenes, de casos que los agentes han ido introduciendo en la máquina.

Minier pone en juego demasiados detalles, y esa trama compleja, abigarrada, barroca, termina por lastrar la novela. Está muy claro que ha hecho una investigación minuciosa en todos los ambientes que pone en la novela, pero eso no es garantía de que el relato funcione bien. Más bien se convierte en esclavo de la realidad que ha visto en Salamanca, en la Universidad, o entre los agentes de la UCO que haya podido frecuentar. Muchas palabras, muchos detalles, muchos de ellos intrascendentes para la verosimilitud de la novela, detalles muchas veces repetidos, reiterados, para conducir a un lector que nota la mano del autor, su reiteración.

El resultado es una trama demasiado barroca, recargada de crímenes y criminales, en la que el azar juega un papel demasiado importante como para no dañar la credibilidad del relato completo, y en la que el narrador recurre al deus ex machina como forma de resolver la identidad del criminal, que de otra manera habría quedado oculta. Demasiados platillos moviéndose sobre varillas en el circo de Minier. A la novela le sobra de todo: le sobran palabras, le sobra azar, le sobran detalles. Le falta una estructura más desnuda, algo de literatura, aunque fuera algo, y también una traducción algo más limpia. Frases como «había acabado mal un robo en una vivienda….» indican una versión atropellada, simple, con poco rigor, y menos conocimiento del orden de las palabras en las frases en español. A Minier le han llamado el nuevo rey del thriller, pero para serlo le falta hacer literatura.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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