No oigo a los niños jugar – Mónica Rouanet – Roca editorial – 18,90€ – 319 páginas
Mónica Rouanet vuelve con No oigo a los niños jugar tras su éxito con Despiértame cuando acabe septiembre una novela con toques de suspense pero que ahonda en la parte psicológica y es que esta novela es una ayuda para comprender la mente humana tras un accidente algo fortuito pero que lleva a Alma a entrar en un proceso de redención, en donde deja de ser una adolescente corriente para convertirse en un “puente” entre la vida y la muerte
Sinopsis inicial
Alma tan solo tiene diecisiete años está todavía en shock, no puede aun creer que su mundo como tal haya desaparecido y es que sus padres y su hermana han fallecido en un accidente de coche, la única superviviente fue ella. Haciendo que eso en vez de convertirse en un alivio se convierta en una condena con la que aun tiene que lidiar ¿Fue ella la culpable? No lo sabe a ciencia cierta, pero el peso del dolor está en su conciencia.
Alma aun no es consciente de todo lo que ha ocurrido, se encuentra en un estado de transición donde su perturbación es tal que vive trastornada, ante ese hecho su abuelo decide internarla en un centro psiquiátrico, quizás ellos ayuden la ayuden y puedan liberarla de ese tránsito entre la vida y la muerte en el que se encuentra, pero la llegada a ese lugar no sanará por completo su salud mental, porque ella conectará con otro mundo, otro más espiritual en el que solo ella está y es que tras una pequeña charla con uno de los usuarios de aquel manicomio descubrirá que allí no viven niños, pero eso si que le resulta erróneo porque ella los ha escuchado ¿La están intentando engañar?
En ese centro solo residen adolescentes, niños comprendidos entre los once hasta la mayoría de edad, se distribuyen por plantas pero también por el tipo de trastorno ¿pero qué trauma tenía Alma?
Vagando por la soledad de los pasillos ahí los vio, unos niños de corta edad con los que ella interactuó pero no en una ocasión, sino en varias. Conocía sus nombres pero todos le decían que allí no residía ningún niño; sin embargo, solo Diego podía verlos al igual que ella y es que ese niño estaba entre ambos mundos, no se le ocurría la razón del por qué ella era la única que podía verlos por ello decidió investigar el pasado de ese lugar, y es que este sanatorio mental antes fue otro tipo de residencia y quizás ahí está el origen de la respuesta a todo lo que allí sucede.
Golpes del destino
La misiva con la que ella ha llegado allí es expresarse, ser libre y aceptar la muerte como parte de la vida. Y es que entre tonos de suspense y misterio, Alma llegará a conocer su interior y a aceptar la verdad de todo. En ese centro psiquiátrico, manicomio o residencia mental se aúnan las diferentes facetas de las personas. Personas que en un momento puntual de la vida han tenido que rendirse y han dejado la cordura a un lado, ella en este tránsito entre los dos lados de la vida se converge para formar un nuevo “yo” pero no será la única que lo haga en esta aventura psicológica llamada vida.
El hecho de escuchar esas voces infantiles le levanta viejos recuerdos, le empuja a buscar nuevas alternativas y con más inri ayudad a potenciar sus facetas intra e interpersonal. Este libro es una batalla con el “yo” más profundo de las personas pero envuelto en un halo de misterio y hermetismo que te hace conocer el símil de la novela por encima de la trama, porque es esa implicación en este universo a veces paranormal lo más enriquecedor del libro.
Valoración personal
No oigo a los niños jugar no tiene las bases que se conocen como thriller convencional, se enmarca más en una novela de suspense psicológico con puntos misteriosos, en un entorno paranormal donde hay pocos personajes pero que convergen bien entre ellos. La trama en sí no está totalmente resuelta porque lo hay que comprender es ese hilo conductor de la culpa, la muerte y la aceptación impuestos de una manera distinta, en donde los sentimientos y la vulnerabilidad de los allí presentes son los principales protagonistas dejando en sí la historia a veces un poco relegada a un segundo plano.
Es una historia de crecimiento interno, de comprensión que nos sitúa en un entorno no paradisiaco pero que te hace ver el lado cruel de la vida, nos hace ver hasta donde nos lleva la mente y nos recrea un entorno que lejos del miedo, nos explica cómo ese lugar se puede convertir en un santuario para encontrar la tranquilidad que a veces creemos olvidada.
Con una pluma sutil pero relajada Mónica Rouanet nos hace escuchar esas voces interiores que perdemos. Un libro con carisma, alma pero poca acción donde la parte subjetiva destaca por encima de la trama pero que te hace comprender la realidad de una manera diferente.
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