No vegete y preste atención

Nunca insistiremos lo suficiente y hay que hacer los ejercicios cada día. Porque cada día es nuevo. A pesar de ser seres móviles, vegetamos a diario; reconozcámoslo. Somos capaces de desplegar las alas y alzar el vuelo pero nos conformamos con ser cardos, rastrojos que ni sienten ni padecen cuando, en realidad, hemos sido llamados al Infinito, porque como decíamos, los cinco sentidos –algunos tenemos seis- están para algo; para ser convocados por la realidad que está ante nuestros ojos. Ella misma nos convoca, nos llama, nos invita para decirnos que no estamos solos.

No hay mejor ejemplo de nuestra animal ‘vegetación’ que la consulta nocturna con la almohada, después de una jornada incesante de quehaceres regidos por una telúrica ceguera.

Si consultan adecuadamente, repasan, miran y son justos con el resultado, -porque aquí no valen trampas al solitario-, no disculpen lo que vean, si es que han prestado atención.

Si consultan con la almohada, atiendan; a ver si ha habido algo que merezca su mirada, a parte de las ganancias, las pérdidas, los cálculos, los resultados, la mejora en la captación-posesión- de clientes, el anhelado ascenso o la paga a los esclavos de su plantación.

Según tengo entendido, el dinero es importante. Pero hay más cosas; y a mi alrededor sólo encuentro gente preocupada, con rostro cariacontecido o, por el contrario, exultante por el brillo hipnótico de la suma de billetes, como los buscavidas del póquer en Las Vegas.

Como la tecnología ha avanzado una barbaridad, podrá seguir analizando informes  y resultados pero la almohada…la almohada ¿qué le dice? ¿Qué dice de su humanidad? ¿Qué dice a parte de su perpetuo cálculo que lo devuelve agotado a casa?

Camarón canta una extraña soleá que retrata en un tercio nuestro misterio:

“El espejo onde te miras te dirá cómo tú eres,

pero nunca te dirá

los pensamientos que tienes…”

Como verán, quien confiesa a la almohada, también puede hacerlo hondamente ante el espejo del lavabo; ante la mudez del lavabo hiperrealista del pintor Antonio López. Tan hiperrealista es, tan frío, que no engaña.

El resultado puede ser duro. Nadie contradice esta evidencia. Pero, al mismo tiempo, es necesario asomarse al abismo de números, índices, porcentajes, con los que hemos llenado un corazón vacío de alegría.

¿Qué dice su espejo? ¿Qué dice su almohada de la alegría? ¿Qué dice de sí mismo? ¿Qué dice de su ansia de amor, de libertad? ¿Qué dice de su vida; de su día perdido por las alcantarillas de los disgustos, de las victorias y las derrotas? ¿Dónde, en qué cálculo, en qué reunión, en qué consejo administrativo, se ha perdido a sí mismo?

El gran T.S.Eliot tiene el valor de preguntarse: “¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir? ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”

Jesús, que también es un afilado poeta, pregunta “¿De qué sirve el mundo entero, si uno pierde su vida?”

No hace falta ser inmisericorde en el juicio. Hace falta ser realista; no a la reductiva manera del término como hacen los políticos o los negociantes de ideologías, sino al modo humano: el realismo de quien puede comparar entre lo insulso de la jornada y la belleza inmensa que necesita el alma para sobrevivir. Porque pensar también es comparar y descubrir una carencia.

El espejo en que se mire devolverá, si está atento; es decir, si piensa, si cesa un instante su cálculo de posibilidades, pros y contras, la intuición del grandísimo Juan Ramón Jiménez:

“Tu destino es volver, volver, volver,

en ronda de plata y verde, azul y oro

por una eternidad de eternidades…”

Amigos; no puede haber vida humana sin este constante volver de la ausencia diaria al anhelo de vida que bulle en nuestro corazón. Bien lo dice Carmen Martín Gaite:

“Defiendo la alegría,

la precaria, amenazada,

 difícil alegría,

al raso, limpia en cueros,

mi ración de alegría.”

“Oid. Se escucha rumor de pasos y batir de alas”, señala Gil de Biedma.

Y de nuevo T.S. Eliot, también escucha ese rumor: “Lo que podría haber sido es una abstracción que queda como una perpetua posibilidad sólo en un mundo de especulación. Lo que podría haber sido y lo que ha sido apunta a un solo fin que está siempre presente. Hay eco de pisadas en la memoria. Allá por el pasadizo que no tomamos, hacia la puerta que nunca abrimos a la rosaleda. Mis palabras tiene eco así en vuestra mente”.

Espero con toda mi alma que ese rumor, que ese batir de alas sea el suyo, tras conseguir desencadenarse de los pasados que ya no existen, de los errores cometidos, de los futuros que no controla por muchos informes que reciba, o que le encarguen, de las especulaciones y abstracciones que lo atolondran.

Comience a batir alas. Eche el vuelo. Los hombres sabemos volar, aunque todos digan lo contrario. Desde arriba  tendrá mejor perspectiva de la grandeza y el milagro de ser convocado a la reunión de la gran existencia. La de este ahora; la de este instante; la que no ha pedido y, en cambio, le ha sido concedida.

Sea agradecido. Intente mirar en torno suyo con esta conciencia. Verá que incluso la cara de quien detesta, tiene un semblante nuevo. El semblante que, distraído, normalmente no quiere mirar y vuelve a sus asuntos, a su aburrimiento, a su desgana.

Eche el vuelo. Comience a batir las alas del corazón. Las alas de la ternura consigo mismo y con los demás. Las amplias alas del amor, demasiado encorsetadas por el formalismo y las corbatas. Las alas de la bondad, las alas de la compañía a quien la necesita. Hágame caso. Por su bien y por el de los suyos. O piérdase en la ausencia diaria, en la soledad decidida y el olvido permanente de los detalles que le ofrecen cada día los rostros que lo acompañan. Usted decide. O vegeta como un cardo, o presta atención para descubrir el espectáculo que tiene ante sus ojos.

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