Oporto: la ciudad que huele a vino, sabe a mar y suena a fado con resaca

Si Lisboa es la chica guapa del grupo, Oporto es la interesante. No presume tanto, pero tiene más historias que contar, cicatrices con encanto y ese punto de decadencia elegante que nos hace pensar en Hemingway con gafas de sol. Situada al norte de Portugal, a orillas del río Duero y abierta al Atlántico, Oporto no solo es famosa por su vino (aunque eso ayuda), sino por su alma de puerto antiguo, su arquitectura con azulejos alucinógenos y sus cuestas que te ponen las pantorrillas como jamones ibéricos en solo 48 horas.

Te llevamos de paseo por la segunda ciudad de Portugal con un plan que mezcla historia, miradores, tascas, arte urbano y vino, mucho vino. ¿Te vienes?

Un poco de historia para no parecer un turista despistado

Oporto —Porto para los amigos— es más vieja que el WiFi del AVE. Fundada hace siglos por los romanos, floreció como ciudad comercial en la Edad Media gracias a su puerto y su carácter mercante. Aquí se construyeron barcos para los descubridores y se cocinó buena parte de la historia marítima portuguesa.

Pero ojo: también es famosa por su resistencia. En el siglo XIX se ganó el apodo de «Cidade Invicta» (la ciudad invicta) por plantar cara a los franceses de Napoleón y aguantar más que el wifi en un festival.

Ah, y no olvides este dato para lucirte con tus colegas: de aquí viene el nombre del país entero. Porto + Cale (una ciudad vecina) = Portugal. Cale era el nombre de la ciudad celta que se lenvataba donde hoy está Villa Nova da Gaia. ¡Toma ya!

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Lo que no te puedes perder (aunque acabes con agujetas)

  1. La Ribeira: Postales vivas. Casas de colores, ropa tendida, y un ambiente que mezcla turistas, abuelas, gatos y músicos callejeros. Hazte una foto frente al río y luego cruza el puente Dom Luís I. Bonus: te sentirás en una película de Wes Anderson en versión ibérica.
  2. La Librería Lello: Dicen que aquí se inspiró J.K. Rowling para escribir Harry Potter. No sabemos si es verdad, pero la escalera roja merece la cola. Sí, hay cola. Ve pronto o sé valiente.
  3. La Catedral de la Sé y la estación de São Bento: Una para meditar y la otra para flipar con los azulejos que narran la historia de Portugal como si fueran cómics azules.
  4. La Casa da Música: Un edificio moderno que parece una nave espacial. Si no pillas un concierto, al menos asómate y di que vas “por la acústica”.
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Rutas de paseo para un finde sin prisas (ni Uber)

Día 1: Empieza en la Torre de los Clérigos (sí, hay que subir, pero luego puedes comer sin culpa), baja hacia la librería Lello, sigue a la estación de São Bento y piérdete entre las calles empedradas hasta llegar a la Ribeira. Cruza el puente al atardecer (nivel Instagram: experto).

Día 2: Cruza al otro lado del río y haz ruta de bodegas (luego hablamos de eso), sube a Jardim do Morro para una panorámica de postal y remata con un paseo por Rua das Flores y el Mercado do Bolhão. Y si llueve, como es probable, decláralo día oficial de tascas.

¿Y para comer? Donde comen los dioses y los foodies

  1. Café Santiago: Para probar la francesinha, ese sándwich monstruoso con carne, queso y una salsa secreta que probablemente incluya fuego del infierno. Y te encantará.
  2. Casa Guedes: Bocadillos de cerdo asado con queso de oveja que te reconcilian con la humanidad.
  3. Cantinho do Avillez: Alta cocina con espíritu callejero. Moderno sin ser cursi.
  4. Taberna dos Mercadores: Pequeño, íntimo, y con pescado que parece recién salido de un casting de anuncio de aceite de oliva.

Compras con alma (y sin souvenirs horteras)

  • A Vida Portuguesa: Tienda-museo donde querrás comprarte una caja de cerillas solo porque el diseño es precioso. Retro y con mucho encanto.
  • Coração Alecrim: Moda local, objetos vintage y esa sensación de estar descubriendo un tesoro entre plantas colgantes.
  • Mercado 48: Diseños de autor y objetos con historia. El paraíso de los modernos con gusto (y dinero).
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Bodegas Churchill’s

Y ahora, lo importante: ¿dónde se bebe ese vino glorioso?

Las bodegas no están en Oporto «ciudad», sino justo enfrente, en Vila Nova de Gaia, cruzando el puente. Allí, puedes montarte una ruta como Dionisio con resaca:

  1. Sandeman: Con su logo del caballero misterioso. Interesante y con buen storytelling. Te sentirás en un anuncio.
  2. Graham’s: Algo más sofisticada, vistas espectaculares y catas que te reconcilian con el mundo.
  3. Taylor’s: Bodega clásica con jardín y pavos reales que pasean como si fueran influencers. Muy de domingo.
  4. Cálem: Moderna y bien organizada. Ideal para empezar si no sabes nada de vinos (ni falta que hace).
  5. Churchill’s:
    Para quienes buscan algo diferente, con menos turisteo y más personalidad. Esta bodega, fundada por un miembro díscolo de la dinastía Graham que decidió montar su propio chiringuito, ofrece una experiencia más íntima, moderna y artesanal. El vino, elegante y con carácter, es como si James Bond se hubiera pasado al oporto. ¿Y las vistas? Espectaculares. Perfecto para rematar la ruta con una copa en la mano y el Duero a tus pies. Si te dan a elegir entre té inglés y oporto… ya sabes lo que haría Churchill.

En resumen…

Oporto es esa amiga que no necesita llamar la atención para ser inolvidable. Tiene vino, historia, música, melancolía, callejones que parecen sacados de un videoclip y una cocina que te hace olvidar la dieta. Si vas un fin de semana, querrás volver. Y si te quedas más… quién sabe, igual acabas aprendiendo portugués por amor. O por vino. Que viene a ser lo mismo.

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