‘Para acabar con Eddy Belleguele’. De la dificultad de aceptar al diferente

Adeu a l’Eddy Belleguele. Édouard Louis. Més Llibres. Traducción de Anna Casassas

Ahora se cumplen diez años de la publicación por primera vez de ‘En finir avec Eddy Bellegueule’. Édouard Louis tenía en aquel momento tan solo 22 años. Un escritor que se ha convertido en una voz absolutamente imprescindible dentro del panorama de las letras francesas y universales. 

bellegueule

Una escritura que se caracteriza por el análisis social, pero también por un coraje vital y personal fuera de lo común, y que se va fragmentando en pequeñas partes de modo que es especialmente sencillo de leer, en la medida en que esas pausas provocadas por la fragmentación permiten profundizar las ideas siempre interesantes que se reflejan en la escritura de Édouard Louis. 

La verdad es que después de haber leído hace pocos meses su último libro: ‘Cambiar: método’ me dirijo a este libro con una cierta aprensión, en el sentido de que no sea tan excelente como este último libro. Sin embargo, ya desde las primeras páginas percibo el talento inmenso de este joven escritor, si bien es cierto que el estilo ha evolucionado. Aquí se centraba más en aspectos anecdóticos que, en cierto modo, son normalmente los que más llaman la atención a los lectores, más que ese característico análisis que se ha convertido en marca de la casa. 

Se suele decir que uno se acostumbra a todo, a la violencia, a la pobreza, al hambre, al frío, a todo tipo de calamidades, pero hay una frase que creo define el leitmotiv del libro: «no te acostumbras nunca a los insultos». Digamos que la dignidad es lo último que un hombre pierde. 

Un libro que, por su realismo contundente, está emparentado, aunque lejanamente, con ‘A sangre fría’ de Truman Capote. 

Un libro centrado en la identidad, en la sexualidad, en el acoso escolar, la pobreza, en la relación paterno-filial, y, sobre todo, en la voluntad de ser.

Una historia que, aunque sigue una cierta cronología, está más estructurada a través de los temas de la historia, y, por tanto, va dando saltos en el tiempo. 

Es cierto que el nombre con el que nació el autor parece un nombre de chiste. Porque llamarse Eddie Belleguele es algo así como llamarse Eddie Carabonita, como si se tratase del nombre de un gánster de película norteamericana

La literatura, tradicionalmente, la han escrito los poderosos, y eso significa que han hablado sobre los asuntos que interesaban a los poderosos, sobre aquello que les rodeaba y que era el 1% de lo que ocurría en el mundo, y, la gracia, una de las múltiples gracias de la escritura de Édouard Louis, es el hecho que nos describe con gran belleza y con gran acierto la vida de las clases populares de una sociedad moderna y avanzada. 

Esta es la historia de un chaval, y eso quizá es lo más portentoso, que, contra toda esperanza, es capaz de aunar una fuerza ciclópea para conseguir una tarea propia de auténticos titanes. 

Esa sinceridad brutal que tanto agradecemos a los escritores, y que, sin embargo, en la vida cotidiana consideramos que es irrespirable, es la marca indeleble de este libro. Esa sensibilidad de decir las cosas como son, y que, a veces, puede ser cruel, que parece claramente una falta de educación, de respeto, hacia las personas.

Un libro escrito desde el resentimiento o, si se quiere, desde la mala educación de decir la verdad, la verdad que uno siente, sea esta verdad o una fabulación. Un resentimiento que nace de la victimización. Un resentimiento que es venganza.

Édouard Louis nunca presentó el libro en su población natal, Hallincourt. Su padre amenazó con demandarle por sus falsedades, su madre fue a un acto de presentación a quejarse por decir mentiras que habían ridiculizado a la familia ante toda Francia. Louis dijo que era una novela. Mientras, la editorial callaba.

Philip Roth dijo a un joven Ian McEwan: escribe como si tus padres hubieran muerto. Eddy siguió el consejo de Roth al pie de la letra.

Josep Masanés
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Escritor. Menorca es mi mundo, San Luis su capital. Me gustaría ser un epígono del rey de la vajilla. Pero va a ser que no.

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