‘Pax’ de Holland: el imperio, el gladio y el eunuco Esporo

PAX: Guerra y paz en la edad de oro de Roma. Tom Holland. Traducción de Joan Eloi Roca. Ático de los libros

La gran historia olvida a los personajes que habitan a la sombra del poder. Tom Holland sigue la estrategia de narrar la vida de los grandes nombres, sin perder de vista que los personajes secundarios nos dicen cosas relevantes de su tiempo, que de otro modo pasarían desapercibidas. Pax trata del gran momento del Imperio. Desde Nerón a Adriano, pasando por los grandes guerreros como Vespasiano y Trajano. ¿No se trata de hablar de paz? Si, pero Holland concluye que si no tienes la fuerza militar suficiente para evitar la guerra, no podrás zafarte de su amenaza.

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Pax culmina una trilogía: la formada por Rubicón, centrada en la figura de Julio César y Dominio, que se centra en la familia del emperador Augusto. Pax comienza en la Roma de Nerón. El emperador ha muerto. El texto de Holland repasa el imperio bajo Trajano, Adriano y Marco Aurelio, el filósofo. En ese periodo se suceden hechos relevantes: la toma de Jerusalén, la erupción del Vesubio que sepulta Herculano y Pompeya, la construcción del Coliseo, la persecución de los cristianos.

Pero es también el esplendor de Roma, que con Trajano llega a los límites geográficos máximos de la influencia y el poder romanos. Es la época de los máximos logros en desarrollo. Fue una paz impuesta a punta de espada, a golpe de gladio. Oriente Medio, el norte de Europa y toda el área mediterránea estaba bajo el dominio de los emperadores. Todo el que quisiera escapar de su control era aniquilado. Por el contrario, Roma era generosa con sus ciudadanos: les dotaba de la condición de romanos, les aplicaba un derecho que tenía vigencia allá donde hubiera un romano. Era la razón por la que las masas apoyaban una autocracia que les concedía pan y circo.

Pero hemos dicho que Pax se fija también en los personajes secundarios. Y sobre todo en dos de ellos: el joven Antinoo, un griego de Bitinia del que se enamoró Adriano cuando el chico era un niño de apenas doce años, y que se ahogó en extrañas circunstancias durante un viaje por el Nilo, y en Esporo, un joven emasculado por Nerón. Espero no era su verdadero nombre, sino un mote que le puso Nerón, un nombre que significa semilla. Una ironía, porque fue el propio Nerón el que encargó a un cirujano que le cortara los testículos y el pene. Esporo entró al servicio de Nerón cuando murió Popea, la mujer del emperador, a la que según algunos testimonios él mismo había asesinado.

El parecido de Esporo con la emperatriz fue el origen del trágico destino del muchacho. Nerón obligaba a todos a que llamaran al chico Popea, la vestía igual que a su mujer, y la transportaba en una litera. En Roma se tomaron el capricho de Nerón como una muestra de su poder divino. Muerto Nerón, Esporo pasó de mano en mano. Fue Vitelio su último señor. Quiso que Esporo interpretara en una función el papel de Proserpina, violada por Plutón. Antes de soportar públicamente una humillación tan radical, el eunuco se quitó la vida. El caso de Antinoo, por muy semejante que parezca, tiene acentos propios. Adriano parece que sí estuvo enamorado del joven griego. A la muerte del joven, Adriano convirtió a Antinoo en dios y organizó un culto en su memoria.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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