Tierra baldía, de Robert Kaplan: el narcisismo digital y el ocaso de Occidente

Un diagnóstico inquietante sobre el futuro geopolítico. En Tierra baldía, Robert D. Kaplan retoma su obsesión más fecunda: explicar la geopolítica como un espejo donde se reflejan las crisis espirituales y morales de Occidente. Este nuevo libro, publicado en España, parte de una premisa tan inquietante como provocadora: hemos sustituido el vacío existencial que describían Sartre o Camus por un narcisismo global que amenaza con paralizar a las democracias liberales.

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Kaplan no se limita a describir rivalidades entre potencias o escenarios de conflicto: sostiene que el verdadero motor de la decadencia es psicológico. El culto al individuo, exacerbado por la tecnología digital y las redes sociales, ha diluido la capacidad colectiva de sacrificio y cohesión. En su visión, ese vacío es mucho más peligroso que la mera pérdida de influencia estratégica.

El legado de T. S. Eliot y el paisaje de la desolación

El título del libro rinde homenaje a The Waste Land, de T. S. Eliot, símbolo del colapso espiritual tras la Primera Guerra Mundial. Kaplan traza un paralelismo con la época actual: entonces el trauma era explícito; hoy, la desolación es más sutil, pero igual de corrosiva.

El autor sostiene que esta crisis no es un episodio pasajero, sino la consecuencia inevitable de un progreso económico que olvidó la dimensión simbólica de la vida pública. La urbanización acelerada, el cambio climático y la erosión de las instituciones tradicionales —monarquías incluidas— componen un paisaje donde la incertidumbre se convierte en la única certeza.

El poder de la tecnología y la fragmentación política

Uno de los núcleos más interesantes de Tierra baldía es la reflexión sobre el impacto de la tecnología en el orden mundial. Kaplan describe cómo los medios digitales alimentan una cultura de la distracción permanente que debilita las democracias desde dentro.

Mientras tanto, potencias autoritarias como China aprovechan esa fractura para proyectar influencia sin complejos morales. En ese sentido, el libro no sólo denuncia una decadencia cultural, sino que alerta de un desequilibrio estratégico cada vez más difícil de revertir.

Predicciones audaces sobre un nuevo orden internacional

Kaplan no teme aventurar hipótesis radicales: un futuro dominado por ciudades-Estado tecnológicas, el auge de la inteligencia artificial como factor de desigualdad extrema, el fin de las monarquías como desencadenante de un vacío simbólico profundo.

Estas predicciones, por momentos excesivamente sentenciosas, son también parte del atractivo del libro. Aunque el lector crítico puede desconfiar de su alcance, resulta imposible no admirar la valentía intelectual con la que Kaplan se adentra en terrenos donde otros autores sólo se atreven a insinuar.

Crítica al tono y las generalizaciones

Si hay un aspecto discutible en Tierra baldía, es su tendencia a la generalización cultural. No todos los países occidentales atraviesan el mismo grado de parálisis moral, ni todas las democracias han sucumbido por igual al espejismo digital. Kaplan a veces sacrifica matices locales en nombre de un gran relato civilizatorio.

Asimismo, el tono oracular de algunas páginas puede resultar excesivo. La sensación de que el autor contempla la historia desde una altura inalcanzable, ajeno a la complejidad de los matices sociales, se hace evidente en ciertos pasajes.

Un ensayo imprescindible sobre la decadencia de las democracias

Pese a estas objeciones, Tierra baldía destaca por su ambición intelectual y su capacidad de situar los dilemas actuales en una perspectiva histórica y literaria. No es un ensayo académico ni una crónica de coyuntura: es una meditación sobre el destino de las democracias liberales en un mundo que parece haber perdido su relato fundacional.

Kaplan demuestra, una vez más, que su mirada panorámica es tan incómoda como necesaria. Pocas voces tienen hoy el coraje de pensar el colapso con tal amplitud de referencias y con un estilo que combina la precisión analítica con la resonancia moral.

Conclusión: un espejo para Occidente

Robert Kaplan ha escrito un libro que incomoda y fascina a partes iguales. Aunque algunas de sus profecías puedan sonar excesivas, sería imprudente descartarlas. Al fin y al cabo, la mayor lección de Tierra baldía es que la decadencia rara vez se anuncia con un cataclismo visible: suele comenzar con una lenta erosión de las certezas y una incapacidad colectiva para imaginar un futuro común.

Tierra baldía es, en última instancia, un espejo donde mirar sin complacencia el precio de nuestro narcisismo y la fragilidad de los cimientos sobre los que construimos nuestra idea de progreso.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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