‘Un trozo de tierra’: salvar la vida, salvar el planeta

Un trozo de tierra. Santiago Beruete. Turner Noema.

Fiel a la intuición que preside toda su obra, desde Jardinosofía (2016) a Aprendívoros (2021) pasando por Verdolatría (2018) Santiago Beruete ha convertido las ramas de su pensamiento en una gavilla de relatos con la apariencia de ficción. Digo apariencia porque el lector sospecha que tras la narración hay mucho de verdad. En algunos casos se trata de experiencias propias; en otros son historias aprendidas, o escuchadas. Y en los menos, son producto de una imaginación con base real. Me refiero, en estos últimos a los relatos que imaginan el mundo futuro, en sus posibilidades presentes: desde el dominio de los algoritmos a las infecciones por contagio de enfermedades vegetales, o a la mente triste de los androides, esa nostalgia de una ebriedad que no conocen más que en la locura humana, en la capacidad de olvidar o en la predisposición al autoengaño para soportar la incertidumbre.

un trozo de tierra

Desde los primeros relatos de Un trozo de tierra, este lector tiene en el recuerdo aquel cuento de Tolstoi, Cuanta tierra necesita un hombre. La codicia del personaje de aquel relato le llevaba a la tumba, una zanja estrecha en medio del campo inmenso que pretendía abarcar con una carrera delirante, desde el amanecer hasta el ocaso. Un trozo de tierra está dedicado «a los que cultivan la compasión, allá donde se encuentren». Esa indeterminación de cuántos son los compasivos nos remite a otra idea, esta de David Cerdá: «en el mundo sobra empatía y falta compasión»

En efecto, habitamos en una sociedad que ha cambiado el compromiso real por la cosmética, y ha anestesiado la necesidad de acción con una colección de gestos sobre la pantalla de un teléfono móvil. Los relatos de Un trozo de tierra remiten también a aquella costumbre ilustrada de fabricar relatos morales, de ilustrar la verdad con historias. En este caso son 22 cuentos. Llevan todos un título que alude a la peripecia narrada, y otro subtítulo, entre paréntesis, que nombra una de esas nuevas realidades para las que necesitamos neologismos. Beruete, filósofo, es maestro a la hora de nombrar con palabras nuevas los contextos novedosos, o las posibilidades de lo humano.

Salvar la vida, salvar el planeta

En Somos las historias que nos contamos, el relato número 11, en el que se habla del Antropoceno, se dice que «todas las buenas historias son de un solo tipo: la historia de alguien con una verdad propia». Cada uno de los relatos de este libro responde a esa certeza. Cada protagonista asume un mensaje que encierra el corazón de su vida. El narrador asume a veces la posición de un relator omnisciente; en ocasiones es la voz de una mujer la que habla, y en algunos se atreve, con excelente resultado, a asumir el bruñido pensamiento de un ciborg, el preciso lenguaje con el que hablan las máquinas.

Todas las cuestiones esenciales en torno a la vida y al planeta, están aquí. Porque Beruete parte de la idea de que somos uno, una única persona conectada, un «nosotros» como se apunta en uno de los relatos, cuando se alude a la persona plural que utilizan las lenguas de Nueva guinea. Un Nosotros que «no solo nombra la comunidad humana sino también la biótica»

Los personajes de los relatos de Un trozo de tierra son seres heridos, condición común a todos los humanos. Dañados por la pérdida, por el abandono de su familia y su hogar, por la pobreza extrema, por el odio, la guerra, la enfermedad, o extraviados por la miopía etnocéntrica. Sus vidas encuentran un sentido cuando se entregan a la tarea de cultivar la tierra.

Un relato coral

El jardín, arquetipo capaz de integrar en un modelo todos los relatos, les entrega un sentido, una nueva forma de ser, de pensar, de imaginar aquel que podrían ser, tarea fundamental de la educación. La intuición de Beruete cobra en estos relatos un inmenso poder, el de la transformación, el de la curación de las heridas, o el encuentro de una nueva vida para, por ejemplo, el que se entregó al odio en forma de terrorismo, o a la guerra en una infancia dominada por los señores de las armas. La capacidad de crear ficción de Beruete a través de datos de la realidad es sobresaliente. Integra conocimientos de muchas disciplinas y experiencias, relata con intriga y con capacidad de sorpresas.

Como ya demostró en Aprendívoros, tiene maestría a la hora de armar las historias. Le falta quizá algo más de variedad a la hora de encontrar el tono de las diferentes voces que hablan en Un trozo de tierra, para que este relato suene como un conjunto coral que pretende enseñarnos que pensar consiste en desprenderse de ideas, y que la acción para evitar la catástrofe está al alcance de todos. Quizá lo peor que nos pasa, con el grado de conocimiento que tenemos, es asistir al espectáculo del desastre mientras nos consolamos con una cómoda postura cosmética. Un trozo de tierra tiene un perfume volteriano, una osadía ilustrada, una amabilidad pedagógica y compasiva, y una verdad radical conmovedora.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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