Panorama del hampa. Blaise Cendrars. Editorial Trapisonda
Y lo que tenemos como novedad son una serie de texto publicados en 1934 en el diario Excelsior con el título genérico de Les Gangsters et la mafia. La hora de Francia era convulsa. Excelsior publicaba en paralelo a los artículos de Cendrars, las novedades sobre el caso Stavisky, corrupciones y crímenes que terminaron con la credibilidad de la III República francesa. «Nada es estable, todo se desmorona. La vida ya no es estática. Su dinamismo nos arrastra» escribe Cendrars en las primeras líneas de esta obra. «La vida ya no es un sueño sino más bien una película extravagante que nos arranca brutalmente de nuestras costumbres, nos zarandea y nos violenta y nos obliga a tomar partido, a participar en su acción desmesurada, delirante». Cendrars anota el derrumbre de un mundo viejo, y el desarraigo de los sentidos y del corazón, y anticipa las enormes repercusiones que estos hechos tendrán en el futuro inmediato. En el derribo del viejo mundo se ha abierto un gran solar por el que ha entrado el hampa. Los gangsters tienen sus despachos en lo que fueron los cuartos de baño de los amigos de Marcel Proust.
Cendrars el trotamundos. Cendrars el inventor de un género que lleva su nombre porque no existe un hueco en el catálogo de formatos literarios que lo pueda contener. Un Cendrars es siempre una celebración. Y esta vez lo trae Trapisonda, con un prólogo de Fernando Castillo, que es un prodigio de erudición, de capacidad de poner al autor y a su obra en su sitio, en su contexto, en su hora precisa.
El bandido como hombre de negocios
Entre uno y otro mundo está la guerra, la Gran Guerra en la que Cendrars perdió un brazo, la que cortó su vocación poética para arrojarlo a la prosa, en compañía de otros heridos en combate: Drieu la Rochelle, Céline. Cendrars anota la irrupción de una delincuencia organizada como una sociedad anónima, en la que cualquier atisbo del viejo romanticismo está caduco: «el bandido que frecuenta los Campos Elíseos en 1935, es ante todo un hombre de negocios, igual que sus émulos en Chicago»
En los dieciocho capítulos del libro, Cendrars recorre los ámbitos mafiosos de París y de Marsella, del norte francés, de la frontera con Bélgica, y del País vasco, donde se contrabandea con ganado, motores, tabaco y campesinos portugueses a los que se les ha prometido el dorado francés antes de dejarlos tirados y sin blanca en algún lugar hinóspito y frío de la selva de Irati. Nada ajeno a nuestro tiempo. Las fronteras entre el mundo rico y el mundo pobre desarrollan los mismos mecanismos de explotación y supervivencia.
Hampa y poder en Marsella
Una de los rasgos de este texto es la soprendente actualidad de algunos capítulos como el que dedica a la descripción de los mecanismos de la mafia marsellesa, en la que se dan cita en el mismo lugar, en los mimos antros, el tráfico de drogas y los comités electorales. El antro suele ser un bar: «su clientela está constituida por cuatro categorías de individuos: traficantes, policías, aduaneros y agentes electorales. Cada uno tiene una función bien definida. Mézclenlo todo y saldrá una combinación nueva, un cuerpo bien homogéneo del que diremos, para simplificar las cosas, que tiene dos propiedades esenciales que son su razón de ser: el tráfico y las elecciones. Mediante el tráfico, el dinero. Mediante el dinero, las elecciones. Mediante las elecciones, el poder. Mediante el poder, la impunidad. Mediante la impunidad, el tráfico»
El estilo de Cendrars es descritivo, a veces esquemático, frío. Sin embargo, como señala Castillo en su prólogo, «a Cendrars los preceptos tan básicos como sentimentales que rigen el código del milieu y que tienen como última referencia el valor y la familia, no dejan de atraerle. Tanto es así que se diría que encuentra una épica basada en el pureza de sus principios y en el respeto a sus códigos de valores. Algo que los distingue de los nuevos delincuentes políticos y financieros, de manera que a su juicio, hay más vicio y corrupción en los salones parisinos que en los garitos de Montmartre».
Leer a Cendrars es siempre una celebración. Es un autor que va a su aire, como si estuviera animado por una fuerza natural ajena a las modas, a los ismos, a las corrientes literarias: un autor que se reinventa en cada obra. En español exiten ediciones de tres de sus grandes textos: Trotamundear, en Alianza editorial, Moravagine, en la colección Clásicos modernos de Alfaguara y Prosa del transiberiano y de la pequeña Jehanne de Francia y Panamá o las aventuras de mis siete tíos, publicado por Visor.
Uno celebra que Trapisonda nos acerque de nuevo a un autor tan singular en una edición cuidada en los detalles, desde la portada a la tipografía, desde la solapa, con la biografía de Cendrars, a la enumeración de la bibliografía del autor con la que se cierra el volumen. Cendrars era un trotamundos, un hombre que hizo de su biografía su mejor obra. Esa es la razón fundamental por la que la colección de la Pléiade ha dedicado dos tomos a sus obras autobiográficas.