Edward Steichen es uno de los fotógrafos más importante del siglo XX. Nació en 1879 en Luxemburgo, y murió en 1973 en West Reading, Connecticut. Entre esos dos puntos del tiempo transcurre una vida que nos dejó una de las obras más relevantes e influyentes de lo que podríamos llamar fotografía humanística. Luxemburgo guarda en dos instalaciones, una en Dudelange ( ‘The bitter years’) y otra en el castillo de Clervaux (‘The Family of man’) en la región de las Ardenas, una parte de su legado.
Es un viaje de ida y vuelta. A los dos años de edad, Steichen emigró a los Estados Unidos junto a su familia. Su padre encontró trabajo en una mina de cobre. El joven Edward tomaría su primera foto en 1895. Fue miembro del Photo-Secession, (club de fotografía artística) que se inspiraba en la intención de elevar la fotografía como un medio artístico en sí mismo, sin necesidad de imitar a otras artes. Más tarde trabajó para las revistas de moda Vanity Fair y Vogue y durante la primera guerra mundial dirigió la sección de fotografía de la US-Marine. Steichen no solo fue fotógrafo. Durante una larga etapa dirigió la sección de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), para el que realizó una gran aportación, The Family of Man.
Después de girar por el mundo, esa muestra se ha instalado en un viejo castillo del siglo XV, en el norte de Luxemburgo, el Château de Clervaux, que acoge en sus salas otras dos muestras: una de maquetas de castillos y fortificaciones, y una muestra de armas, uniformes y documentación de la batalla de las Ardenas, que comenzó precisamente en este hoyo entre colinas, con el primer encontronazo entre los blindados alemanes y los tanque aliados.
La familia humana
Una puerta lateral en el patio del castillo lleva hasta el legado de Steichen. El recorrido atraviesa salas pintadas de blanco de las que cuelgan 503 imágenes de 273 autores. Algunos de ellos como Cartier Bresson o Garry Wynogrand son fotógrafos muy conocidos. Hay obras clásicas, inmediatamente reconocidas, como la de esos dos niños cogidos de la mano que entran en el claro de un bosque, obra de Eugene Smith, que, colocada al final de la muestra, es todo un manifiesto. Smith tomó esa foto a sus propios hijos en 1946.
En la muestra vemos también obras de Elliott Erwitt, de Diane Arbus, del francés Brassai, algunos retratos de niños tomados por Irving Penn para Vogue, fotos de August Sander, del paisajista Ansel Adams, o de Harry Callahan o Leon Levinstein.
La premisa de Steichen
¿Con qué criterio se seleccionaron? El propio Steichen lo explica en el texto de en su convocatoria: “Estamos buscando fotografías que abarcan todo el espectro de las relaciones humanas, especialmente las fotografías de la cotidianidad de las relaciones del hombre consigo mismo, con su familia, con la comunidad, y con el mundo en el que vive. Nuestro campo abarca desde los bebés a los filósofos, desde el jardín de infancia a la universidad, desde los juguetes de los niños hasta la investigación científica, de los consejos tribales de los pueblos primitivos a los consejos de las Naciones Unidas» El objetivo era ambicioso: abarcar todas las formas de lo humano en una muestra que sustentara en imágenes el espíritu con el que nació la ONU.
En un plano más concreto, Steichen explicaba así las expresiones de lo humano en las que estaba interesado como «comisario» de la muestra: «Estamos interesados en los amantes y el matrimonio y los niños que nacen, en la unidad familiar, con sus alegrías y sus tribulaciones, sus arraigadas devociones y sus antagonismos. Queremos mostrar el desinteresado amor de una madre y la sensación de seguridad que le da a sus hijos, y la casa que crea con todo su esplendor, angustias y gozos, y la mano del padre que guía a su hijo. Con un especial énfasis en los niños, y como la universalidad del hombre no sólo es aceptada, sino que se da por sentado en los niños. Nos preocupa la unidad familiar individual, tal como existe en todo el mundo y sus reacciones a los inicios de la vida y después a través de la muerte. . .”
El resultado es una muestra conmovedora, un ejemplo de lo universal de la humanidad: formas distintas de expresar los mismos sentimientos, idénticos anhelos, un sustrato de sentimientos común, una familiaridad común de todo lo que hacemos, sentimos, construimos, y buscamos los humanos. Con ese leitmotiv, a la vez romántico e idealizado, la muestra fue un éxito, pero también recibió críticas afiladas. Algunos vieron una muestra en exceso conservadora, otros vieron reflejada la ideología norteamericana, expresada con imágenes de una ternura excesiva. Los hubo que echaron de menos fotografías más creativas y artísticas.
Actualidad de The Family of man
Pasados los años, la muestra sigue manteniendo una fuerza emotiva indiscutible. Steichen consiguió con este trabajo movilizar a buena parte de los mejores fotógrafos del mundo, que presentaron imágenes candidatas a formar parte de la muestra: dos millones de imágenes que llegaron desde todos los rincones del mundo. El trabajo puso en el centro del debate artístico a la fotografía, hasta entonces un arte considerado «menor». La selección no es el resultado de una elección ortodoxa de lo mejor de cada fotógrafo y de cada estilo, sino un complejo retrato de lo esencial del ser humano: la misma fibra emocional vista con ojos tan distintos.
Tampoco veremos aquí lo mejor de la obra de Steichen. No están las obras que más fama le dieron. Tampoco su célebre «The Pond Moonlight», tomada en 1904, y subastada en 2006. Fue adjudicada por casi tres millones de dólares. Fue, hasta ese día, el precio más alto pagado por una fotografía.
Luxemburgo guarda otro de los grandes trabajos de Steichen. Se trata de la muestra The Bitter Years (1935-1945), un homenaje a la fotografía documental, a partir de uno de los grandes proyectos colectivos de la historia de la fotografía. A esa selección dedicaremos nuestro próximo artículo.