Las cruzadas. Thomas Asbridge. Ático de los libros
Cruzada es una palabra que hoy no tiene mucho prestigio pero que vuelve a la actualidad cada vez que se plantea una guerra de culturas, o de religiones. Una palabra que se utiliza más para arrojarla contra el enemigo que para definir una campaña, o un programa, ya sea político o bélico.
Las cruzadas forman un momento de la historia crítico, un enfrentamiento, con todas las armas entre el mundo cristiano y el musulmán, entre occidente y oriente. Las cruzadas (1099-1291) han tenido muchas revisiones históricas, e incluso hemos disfrutado de la gran obra del libanés Amin Maalouf, Las cruzadas vistas por los árabes, que aportó un punto de vista desde el otro lado: las cruzadas fueron para los árabes el comienzo de una época de oscuridad y decadencia.
Una guerra que occidente necesitaba
Bien, vamos a nuestro libro, o más bien al del joven Asbridge. Nos situamos en el siglo XI, en plena Edad Media. El Papa convoca a un vasto ejército de las naciones cristianas para combatir al infiel. Ese ejército se lanza hacia oriente y toma Jerusalén, una ciudad santa para las tres grandes religiones del libro: musulmanes, judíos y cristianos. Una ola de violencia y de propaganda religiosa inunda todo el Mediterráneo.
En una entrevista en el diario El mundo, el historiador dice que “no hay suficientes pruebas que demuestren que los musulmanes realmente estuvieran persiguiendo a los cristianos». Esta es una precisión, que nos desconcierta un poco. Según Asbridge la lucha que el Islam y Occidente sostuvieron por el dominio de la Tierra Santa fue más bien un conflicto de ataque de occidente, y nunca de defensa. No había una amenaza real, así que se trató de una guerra de necesidad, una forma de ampliar el “territorio vital”
Los ecos de aquel conflicto llegan hasta nuestros días. Tanto para los cristianos como para los musulmanes, hay un antes y un después de las cruzadas. Volvemos a Amin Maalouf, que sostiene que a día de hoy la actitud de los musulmanes hacia Occidente sigue influenciada por aquellos acontecimientos que ocurrieron hace siete siglos. “Oriente, dice Maalouf, sigue viendo a Occidente como un enemigo natural. Cualquier acto hostil contra los occidentales – sea político, militar o relacionado con el petróleo – no es más que una legítima revancha“. La quiebra de esos dos mundos viene desde los tiempos de la cruzada, que los árabes contemplan como una profunda violación.
El triunfo de la Iglesia católica
Asbridge coincide en señalar que las cruzadas parten el tiempo de la historia en dos: “las cruzadas empezaron con una victoria asombrosa de la Iglesia Católica que nadie esperaba: conquistar Jerusalén fue algo que no esperaban. La concepción de este triunfo creó una imagen poderosa que intentaron replicar y que no consiguieron. Desde la perspectiva musulmana es evidente que, desde el principio, su relación con la religión y con la fe era más profunda que la que tenían los cristianos. Era una fe mucho más directa y tenía más relación con el bienestar que con la guerra».
El resultado, en el caso de Asbridge, es un libro que tiene la virtud de ser equilibrado, que tiene en cuenta el punto de vista de unos y de otros, y que dibuja con una enorme precisión y una gran profundidad, el contexto y los atecendentes de la guerrra.
Un pulso narrativo brillante
En la obra de Asbrigde hay un extenso catálogo de violencia y horrores, con innumerabales anécdotas sobre los usos más perversos y letales de armas blancas. Hay un sinnúmero de pasiones individuales y de sueños colectivos, de mentira y propaganda, de formas de construcción de la idea del otro como diablo, como enemigo a aniquilar, pero también de esfuerzo épico. Su pulso narrativo atrapa al lector desde los primeros compases del libro, porque convierte en cercano algo que ocurrió hace siete siglos de lo que tenemos una idea vaga, brumosa, marcada más por el enfrentamiento actual con un islam violento que por el conocimiento de aquellos sucesos.
El libro, voluminoso, riguroso, y tan completo que uno podría ponerlo en la categoría de las obras “definitivas” sobre un suceso histórico, se detiene en dos grandes figuras de la época: Ricardo Corazón de León y Saladino. «Son dos personajes que interesan mucho, sobre todo porque a raíz de su muerte se construyeron mitos en torno a esas figuras. Ricardo tenía una visión de la vida muy narcisista, fue un modlo del caballero de la Edad Media. Para él lo importante era su reputación. Y creo que ésa es una de las razones por las que se enrola en las cruzadas. Tuvo que enfrentarse, al otro lado, con Saladino, que era un negociador muy hábil”
Una vieja pasión por las cruzadas
Asbridge lleva fascinado con las cruzadas desde sus 16 años. Piensa que se trata de una atracción muy razonable, al fin y al cabo es un suceso histórico del que todavía se pueden ver muchas huellas, en fortalezas y castillos de Siria y de Israel, y que sigue marcando las relaciones entre árabes y occidentales, con un poso de recelo y desconfianza que tiene raíces históricas en aquellas campañas. Respecto a las huellas, aquí mismo en Fanfan hemos comentado el viaje de Jean Rolin a los castillos sirios de la época, con una parada especial en el magnífico castillo hospitalario del Crac de los Caballeros.
Para Thomas Asbridge, las cruzadas «tienen un lado positivo y otro negativo. Muestran el lado más oscuro de la humanidad, hasta qué punto de crueldad puede llegar el ser humano y cómo las personas que están en el poder utilizan la idea del extranjero para fomentar el odio y el conflicto. Esto lo han utilizado musulmanes y cristianos por igual. Por otro lado, las personas cuando se relacionan son capaces de tejer lazos humanos sólidos. Cuando los cristianos se instalaron en Levante, tuvieron muy buenas relaciones con los musulmanes que vivían ahí tejiendo buenas relaciones militares y comerciales».
Matices a la edición
Hay una objeción que debemos poner al libro, en el trabajo de edición. En una de las imágenes que acompañan al texto se recoge una portada de la National Review en la que dibujan a Bush como un caballero cruzado. El pie de foto dice: “la decisión de George Bush de describir la guerra contra el terrorismo como “cruzada” tras el 11-s alentó a extremistas como Osama bin Laden”.
Bin Laden era algo más que un extremista, y no necesitaba el aliento de ninguna definición para seguir organizando atentados en occidente. La yihad, para Bin Laden, ya era una respuestas bélica contra el satán occidental antes de que cualquiera de los líderes occidentales volviera a desempolvar el yelmo y la espada de Ricardo Corazón.
Asbridge sabe tanto de las Cruzadas que fue consultado como asesor de Ridley Scott en El reino de los cielos, película de la que hemos tomado la foto que acompaña este artículo. Aunque la verdad es que no tiene un buen recuerdo de ese trabajo, porque su criterio pesó poco en el relato final del filme. El rigor histórico y el cine tienen puntos de conflcto insuperables.