El ingenuo salvaje. David Storey. Impedimenta
Impedimenta edita This sporting life, que se ha traducido en españa como El ingenuo salvaje, 60 años después de su publicación en Inglaterra. El ingenuo salvaje habla de rugby, pero no es una novela sobre rugby. David Storey compone un fresco de la Inglaterra de los años 50 en una novela que rezuma violencia, humedad y barro y que retrata la hipocresía de la sociedad inglesa que afecta por igual a las clases altas y a las trabajadoras.
Arthur Machin es hijo de un minero del carbón. No parece destinado a abandonar su vida miserable en una fábrica. Vive de pensión en la casa de una viuda. Su corpulencia, juego sucio y coraje le ganan un puesto en el equipo de jugby de su ciudad. De la noche a la mañana llegan la fama y el dinero. Se codea con los poderosos de la ciudad y conduce un buen coche. Pero ni el dinero ni la notoriedad mejoran su vida. Tiene que frenar los avances de la esposa de su jefe y además, su éxito no impresiona a su casera. La señora Hammond joven viuda con dos niños pequeños está cansada de vivir. No acepta sus acercamientos y le desprecia por la exhibición desenfrenada que hace de su recién adquirida opulencia. La inquietante relación entre los dos, con el acoso en ocasiones violento de él y el rechazo de ella es el eje de la novela.
Barro, humedad y golpes
La historia de El ingenuo salvaje, siempre narrada por el protagonista, se desarrolla en un ambiente, gris, húmedo y mugriento. En la primera parte se alternan una víspera de Navidad en la que Machin pierde nada menos que seis dientes, con las jornadas que desembocaron en su contratación por el club. La segunda parte es más lineal y termina con el único pasaje en el que el autor se permite realmente hablar rugby. Es en medio del partido, cuando un Machin envejecido y harto se cuestiona su vida, no solo la deportiva, esos diez años de violencia y lodo.
El propio autor tiene una vida de novela. Storey hijo de un minero de Yorkshire y fue miembro del Leeds RLFC durante en los años 50 para pagar su formación universitaria. Él mejor que nadie puede hablar de la mugre en el campo y del juego de salón en los despachos y en las celebraciones de las victorias. Del ambiente en el vestuario y de las trampas en la hierba.
Excelente adaptación cinematográfica
El ingenuo salvaje tuvo su versión cinematográfica en 1963, con guión del propio Storey. En España se tituló Llanto por un ídolo. Consiguió sendas Palmas de Oro en el Festival de Cannes para los dos protagonistas, Richard Harris y Rachel Roberts. La adaptación de la novela es excelente, y plasma consigue plasmar el alma atormentada y la personalidad violenta e inmadura de su protagonista, algo que se pierde en la traducción de la novela. A cambio, suaviza los episodios más escabrosos de las relaciones que los jugadores mantienen con su cohorte de groupies.
Cuenta la leyenda que Harris, quien había sido jugador de rugby en su juventud tuvo que ganarse el respeto el primer día de rodaje. Los miembros del equipo local de la ciudad de Huddersfield hacían de extras en el campo de rugby. En la primera jornada no escatimaron aspavientos cuando Harris saltó al campo. Querían dejar claro que el actor no era lo suficientemente aguerrido para el papel. El irlandés se limitó a mirarlos y echó a correr hacia ellos. A medida que cogía más velocidad los jugadores se dieron cuenta con espanto de que iba a toparse con ellos, cosa que finalmente hizo. Ese gesto inicial de compromiso, indiferencia y desprecio por su propia integridad física le granjearon el respeto del equipo durante el resto del rodaje.