Little fires, everywhere. Amazon Prime. Ocho capítulos
Elena Richardson, una ama de casa rica y blanca de los suburbios de Cleveland, alquila a Mira Warren madre soltera afroamericana la antigua casa de su madre, por mucho menos dinero del que podría sacar. Warren es una ‘artista’, no sabemos a qué se dedica, pero su patente nerviosismo cuando ve una patrulla de policía indica que tiene mucho que ocultar. Vive con su hija, sin quedarse mucho tiempo en ninguna parte, aislada del mundo y rodeada de secretos. La vida de las dos mujeres se va entrelazando, enfrentándolas por diversos motivos, que desembocan en conflictos en todos los ámbitos de sus vidas.
Little fires, everywhere, va de madres, trata de la maternidad. Porque existen muchos tipos de madre y ninguno es mejor que otro. Se puede ser madre de cuatro hijos, dedicada a ellos, como la protagonista. Madre soltera de una hija única como la coprotagonista. Madre adoptiva como la amiga de Elena, que adopta una niña asática. O madre desesperada, como la camarera china que tien que abandonar al bebé que no puede mantener. Y plantea también de forma indirecta si la maternidad es un derecho y si todo es lícito para tener un hijo.
Hay muchas tipos de madre y nadie nos asegura que los desvelos se vean recompensados. Elena, está pendiente de sus cuatro hijos, pero no se entera de lo que pasa en sus vidas. Mía se dedica proteger a su hija, pero ésta anhela la seguridad y el orden la vida fácil de la casa de Elena.
La maternidad es la excusa
Pero en Little fires everywhere la maternidad es una excusa para hablar de muchas otras cosas: de secretos, de privilegios, de renuncias y de racismo y prejuicios, que es algo que al parecer, puede permitirse todo el mundo salvo los blancos de Norteamérica. Habla de la imposibilidad de controlar la vida de los hijos. De la universal y errónea idea de que uno educaría mejor a los hijos del vecino que sus propios padres. Y de que todo el mundo tiene que renunciar a algo porque todo tiene un coste.
En una escena Mía le pregunta a Elena con aire de superioridad moral, a qué ha tenido que renunciar ella, cuando la propia Mía ha dado la espalda a absolutamente todo para conservar a su hija. Los prejuicios de Elena hacia Mía existen porque es negra y la cree pobre. Los de Mía hacia Elena porque es blanca y rica. Como le espeta en una escena: ‘Tú no has tomado buenas decisiones. Has tenido buenas oportunidades. Eres blanca, rica y privilegiada’. Pero ambas tuvieron sus oportunidades y las dos son dueñas de las decisiones que tomaron y se parecen más de lo que creen.
A lo largo de ocho capítulos iremos conociendo el pasado de las dos protagonistas, y su verdadera actitud frente a la maternidad. Todo ello salpicado por los problemas y relaciones entre los hijos de las dos familias, también maleados por los prejuicios. Para complicarlo todo más, un conflicto moral que acaba en los tribunales, que coloca a las protagonistas en lados opuestos.
Gran papel de Witherspoon
Little fires everywhere está producida por sus dos protagonistas principales. Después del éxito de Big Little Lies y The morning show, Reese Witherspoon interpreta a Elena Richardson con valentía. No teme a hacer papeles incómodos como el de esta generosa pero mezquina, controladora, incluso dictatorial ama de casa. En el extremo opuesto está Kerry Washington, que no debería limitarse a poner cara de desdén o desprecio escena tras escena. Su indiscutible belleza no compensa su falta de sensibilidad al abordar el papel mucho mejor interpretado por la actriz que encarna a Mía cuando era más joven.
Little fires everywhere está basada en la segunda novela de la escritora asiática Celeste Ng y se mantuvo en la lista de libros más leídos de The New York Times en 2017.
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