Una tragedia que se agranda cada día. Una pandemia de errores se presenta cuando Madrid se vuelve a clausurar por la ineptitud de una dirección política que no quiso o no supo ver la amenaza que venía del este como un tsunami. La misma clase política que se marchó de vacaciones en julio después de anunciar la apertura entusiasta de las terrazas. Más de cincuenta mil muertos. Un país arruinado. Sectores económicos arrasados. Y una nación dividida, enfrentada. Mientras se ocultan los muertos, el poder político lanza señuelos de propaganda: ataques al Rey, los fantasmas del Valle de los Caídos, todo sirve para enturbiar el clima social, para desviar la mirada de los telediarios. Francisco Mercado ha trabajado en la primera reconstrucción minuciosa y rigurosa sobre los nueve meses que hundieron el presente y el futuro de España. La cadena de errores crece en progresión geométrica. No hay campo de la gestión de la pandemia que no se haya convertido en un foco de ineptitud y de corrupción. Los datos, y este libro aporta datos en cada línea, decantan una conclusión contundente. Es difícil, muy difícil, hacerlo peor.
Una pandemia de errores
En la dedicatoria de Una pandemia de errores, Francisco Mercado escribe que dedica el libro, entre otros, a sus padres , «muertos cuando no se culpaba a los ancianos de tener patologías previas», y a los «más de 44.000 compatriotas muertos por un virus que no iba a llegar». Porque no iba a llegar. El virus era una cosa de chinos, si acaso de italianos. Según la ministra Calvo el Congreso Mobile de Barcelona se suspendió por motivos que nada tenían que ver con el virus. Porque España estaba preparada para todo, y porque aquí, a lo sumo «podemos tener uno o dos casos». Uno o dos. De una gripe. «No es más que una gripe», decía el corresponsal Milá, jaleado por la parroquia negacionista.
Francisco Mercado ha escrito un libro de investigación urgente, minucioso, centrado en la pandemia y en la gestión sanitaria y de comunicación. Su trabajo está ordenado por el tiempo. Porque es imprescindible tener una idea de conjunto del desarrollo de la pandemia y de las decisiones que se tomaron. Pero es más relevante situar esas decisiones en el contexto: qué hacen otros países, qué medidas toman, qué eficacia tienen sus políticas de contención.
Los ocho días ciegos de marzo
En Una pandemia de errores Mercado desmiente la idea de que China ocultó información. Al contrario, asegura, los informes de la OMS sobre lo que ocurrió en China en enero eran muy claros. Tanto que el responsable de riesgos laborales de la Policía Nacional advirtió de los peligros y pidió medios. El resultado fue su destitución. Los mensajes que advertían de la alarma fueron silenciados. Los informes que reclamaban prevención y estar preparados para la oleada de contagios fueron ninguneados y arrumbados en un cajón.
Hubo ocho días de marzo, a los que Mercado llama «ocho días ciegos» en los que se gestó la tragedia. Fueron los ocho días en los que se evitó tomar medidas para suspender las manifestaciones, entre otras las del 8 de marzo. Las comunicaciones de esos días entre responsables públicos demuestran que ya se había instalado la certeza de una alarma, pero no se tomaron medidas hasta el día 9 de marzo. A pesar de las advertencias, cada vez más alarmantes.
El único terreno en el que el gobierno ha demostrado su eficacia ha sido el de la propaganda, el de los señuelos: «Sánchez ha planteado esto como «o estás conmigo o estás contra el virus». Una pandemia tiene una gestión, y debe haber crítica. El gobierno ha ocultado la información de los expertos que cuentan, los de la OMS y los de la Unión Europea, y el único que han utilizado ha sido Simón, que es simplemente una pieza más del aparato de propaganda».
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