Breve historia del marcapáginas. Massimo Gatta. Traducción de Amelia Pérez del Villar. Prólogo de David Felipe Arranz. Editorial Fórcola.
A los sibaritas, este librito que David Felipe Arranz define en el prólogo como un capricho, «juguete de fino diletantismo» les encantará. Es en efecto un breviario nacido de la pasión por los libros. Un ejercicio, un boceto de historia con apuntes curiosos sobre un objeto menor, versátil, que ha tenido mil formas, y que siempre ha mantenido la función de ser una señal, una bandera de pausa, un «aquí me quedé» de los lectores de todos los tiempos. Sus maneras son infinitas. En los libros de los amantes del libro se encuentra toda una arqueología: billetes de mil pesetas, billetes del metro, marcapáginas de editoriales, folios doblados en cuatro, alguna hoja seca, pétalos de una flor convertida en sello, un diagnóstico médico, una multa de la policía del estado de Wyoming, o una ficha donde anotamos las citas de la lectura. Massimo Gata ha escrito una pequeña joya que navega entre el arte, la artesanía editorial y la literatura.
Pasión de bibliófilo
Gatta llega a la historia del marcapáginas por la pasión por los libros. Entre sus obras hay una historia del arte tipográfico de Angelo Marinelli, un Almanaque del Bibliófilo, y un libro sobre los grandes protagonistas de la cultura tipográfica italiana del Novecento. Estamos, por tanto, ante un gran sibarita de los libros. Gatta es bibliotecario de la Universidad de Molise y un erudito en la historia de la edición, del papel, de las bibliotecas, de la bibliofilia. En 2019 publicó en Italia un libro con el sugestivo título de Cómo y porqué mantener en perfecto desorden los propios libros. Uno, que siempre ha navegado en un orden propio que se antoja un perfecto desorden, tiene especial querencia por esta reflexión.
Los primeros marcapáginas están fechados en el siglo VI después de Cristo. Un antiguo objeto encontrado en el monasterio egipcio de Apa Jeremías habría servido para señalar las páginas en un códice copto. Se tiene noticia también de un marcapáginas de marfil, indio, del siglo XVI, labrado con motivos geométricos. Pero la primera iconografía precisa se remonta al siglo XVI, vinculada a la producción de retratos en la Italia del Renacimiento, como este Retrato de joven con libro, de Bronzino fechado entre 1536 y 1539.
El marcapáginas como bandera
Gatta cita a Maurizio Bettini, un crítico de la costumbre de Gabrielle d’Annunzio de dejar flores y hojas entre las páginas de los libros. Y por ese camino, Bettini llega a este párrafo sobre la naturaleza del marcapáginas: «el marcapáginas mide el espacio, y no el tiempo: pertenece a la geografía, no a la historia. Poco a poco, cuando uno avanza por las páginas, el marcapáginas actúa como una bandera plantada en el mapa del libro: «Hasta aquí», indica, igual que el comandante afortunado que después de cada batalla señala en su mapa el avance de las tropas».
Gatta navega por el océano de editores y editoriales. Recuerda que la marca de bombones Perugia elaboró un marcapáginas que tomaba como pretexto un fragmento de Los novios de Manzoni. Claro que esto solo es posible cuando una obra se hace tan popular que se convierte en referencia cotidiana. Recuerda los usos marginales del marcapáginas: recordatorios de familiares muertos, obituarios de escritores y artistas, colección de haikús (como hace en España la editorial Hiperion) y otros usos. Todo en torno al libro, «un objeto que alcanzó la perfección absoluta hace ya muchos siglos». La bibliografía de Gatta es casi tan larga como el texto central. Prueba de su inmensa erudición y motivo para ampliar el mapa del libro hasta regiones remotas. Todo un lujo, este pequeño breviario, muestra de una gran pasión.
Si quieres estar al día de la actualidad de FanFan y enterarte antes que nadie de todo lo que publicamos, síguenos en nuestras redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram, Ivoox, Spotify y YouTube.