Diario del viaje a Italia por Suiza y Alemania. Michel de Montaigne. Introducción, notas y traducción de Jordi Bayod. Acantilado
Imagínese que usted puede viajar en el tiempo. Póngase en el lugar del señor de Montaigne. Estamos en la Europa de 1580. Es el siglo de la reforma de Lutero, de las guerras de religión, de la guerra permanente contra los turcos. Usted lector acaba de terminar sus célebres Ensayos, los ha publicado, y tiene tiempo y dinero. Y se va a dar una vuelta por Europa. Sin más pretensiones que las del observador: anotar cómo se vive, cómo son las gentes de los lugares por los que pasan, a qué se dedican, cuál es su industria y su negocio. No viaja para dar lecciones ni para dogmatizar. Mucho menos para juzgar. Y anota lo que le ocurre. Lo que le ofrecen para comer y cómo son las cocinas de cada lugar. Usted lector es un poco curioso, algo cotilla, y le gusta encontrar razones y porqués. Bien, hecho el ejercicio, el resultado de esta traslación en el tiempo y de la anotación de lo que usted ha visto, comido, dormido, y excretado es el Diario del viaje a Italia. Un libro magnífico por su sencillez, por su modernidad, porque cuando lo leas te olvidarás a menudo de que está escrito en el siglo XVI, y te parecerá que Montaigne es un tipo de tu tiempo, un contemporáneo que se está dando una vuelta por la Europa de finales del XVI.
Un viajero en tiempos de guerra
Al leer este Diario del viaje a Italia comprendes porqué Harold Bloom dijo que Michel de Montaigne es «el más moderno de los clásicos y el más clásico de los modernos». Cuando escribe, Montaigne lo hace desde el yo más elemental. Cuenta lo que ve. No juzga. Expresa la convicción de que en cada ser humano encierra en si mismo toda la humanidad. No importa el tiempo, no importa el lugar. En ese sentido, Montaigne admite y acepta todas las formas de lo humano. Eso que ahora (quizá ciegos de modernidad) nos parece elemental, en los tiempos del señor de Montaigne, cuando Europa se desgarraba por las guerras de religión, era algo insólito.
La prosa de Montaigne es sencilla, y su curiosidad nos permite conocer con mucho detalle cómo era la vida en 1580. Publicados los Ensayos, Montaigne parte de castillo, cerca de Burdeos, para un viaje por Alemania y Suiza hasta llegar a Italia. Es un viaje en el que el autor, como dice Jordi Bayod, se rebaja a vivir, y enumera una lista de los hechos y las cosas que en los diarios suponen esa vida cotidiana del viajero. «Durmiendo mal, comiendo cangrejos, confundiendo a una muchacha con un estudiante, asustándose ante la posible venganza de un vetturino, observando a las cortesanas apostadas en sus ventanas, cayendo en una terrible melancolía, enumerando las distracciones de Roma, sufriendo lo indecible con sus cálculos nefríticos, orinando, descargando el vientre, bailando con campesinas, participando en una rifa, hablando con soldados españoles, comprando caballos..:»
Vinos, albergues y baños
En el libro por tanto, lo que prima es la condición humana, el vivir en la versión más material y común. Montaigne circula por una Francia en guerra (asedio de La Fère), entra en Alemania donde comprueba el nuevo orden que ha traído la reforma de Lutero y nos habla de cómo las ciudades organizan la convivencia de credos enfrentados. El señor de Montaigne entra en las cocinas, juzga la calidad de los vinos y de las verduras, anota la variedad de carnes o su ausencia. Y pone nota a los albergues, como haría cualquier viajero de nuestro tiempo en una red social.
Su concepto del viaje es también muy contemporáneo. Para donde quiere, y en cada ciudad intenta captar la vida humana y visitar sus obras más notables, y apunta una opinión particular. Sorprende a veces que las grandes obras de arquitectura le parezcan medianías. Pero Montaigne tiene siempre una opinión propia. Hasta algunas circunstancias del viaje se nos vuelven contemporáneas: «Hacia las veinte horas del último día de noviembre, fiesta de San Andrés, llegamos, por la puerta del Popolo, a Roma, a treinta millas. Nos pusieron dificultades, como en otros sitios, debido a la peste de Génova».
Un viaje actual
Este viaje de Montaigne está hoy tan fresco en su prosa que nos permite estar en un tiempo remoto con un alma actual, con una curiosidad ingenua, y un espíritu abierto. El Diario de Michel de Montaigne es la expresión de su idea sobre el viaje: «Viajar me parece un ejercicio provechoso. El alma se ejercita continuamente observando cosas desconocidas y nuevas. Y no conozco mejor escuela para formar la vida, que presentarle sin cesar la variedad de tantas vidas, fantasías y costumbre diferentes y darle a probar la tan perpetua variedad de formas de nuestra naturaleza»
No podemos terminar sin elogiar ( una vez más, porque su edición en Acantilado de los Ensayos fue colosal) el trabajo de Jordi Bayod: desde la introducción, que nos pone en contexto y que analiza la vida azarosa de este Diario del viaje a Italia, a la traducción y las notas. Las notas a pie de página son precisiones que el lector no se debe perder, porque están llenas de vidas de personajes de la época que nos ayudan a trazar un mapa mucho más ricos de los parentescos, las relaciones y el poder de ese último cuarto de un siglo que marcó la mentalidad europea con trazos que hoy siguen vivos. Les dejamos con un video de Fernando Iwasaki en el que da más razones para leer a Michel de Montaigne.
Fanfan y Ludiana te mantienen al día de las novedades en entretenimiento, y te ofrecen servicios de comunicación y herramientas estratégicas para gestionarla. Si quieres estar al día de la actualidad de FanFan y enterarte antes que nadie de todo lo que publicamos, síguenos en nuestras redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram, Ivoox, Spotify y YouTube.