El vendedor de silencio. Enrique Serna. Alfaguara
Monumental. El vendedor de silencio es una obra colosal de casi quinientas páginas que relata el ascenso y la caída en desgracia de Carlos Denegri, el periodista más influyente de México durante décadas, hasta que el PRI mostró su cara más violenta y corrupta: 1968, año de los Juegos Olímpicos, año también de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre en la Plaza de las tres culturas. La novela comienza in media res, cuando Denegri se asoma ya a los últimos tramos de su vida de éxito, en el periodismo y con las mujeres. El lector asiste a un relato trepidante, a medias entre la novela negra, el culebrón y las memorias. Pero en el afán de crear una novela redonda, el resultado tropieza al final. Comprender una vida tan compleja no es una cuestión de que todas las piezas del puzzle encajen. Más bien, quizá, es lo contrario.
Un seductor
Denegri fue un personaje complejo, un seductor con las mujeres, un brillante reportero, el único que contó para la prensa mexicana los bombardeos alemanes sobre Londres, o las condiciones de esclavitud en las que vivían los jornaleros mexicanos en el sur de Estados Unidos en los años posteriores a la Segunda guerra mundial.
Su dominio del inglés y el francés, su capacidad inagotable de trabajo y su red de informadores le permitieron escalar hasta una cómoda posición en la prensa mexicana de los tiempos del PRI. Su programa de televisión tiene una audiencia nacional, su columna en la prensa Fichero político ponía y quitaba gobernadores, repartía reputaciones, bendecía o enviaba a los infiernos a los políticos de carrera.
El sicópata integrado
Bajo esa personalidad seductora, Denegri esconde la identidad psicológica de un sicópata que disfruta de la venganza contra sus enemigos; al otro lado de su enorme capacidad persuasiva se agazapa un chantajista; más allá del hombre que colma de atenciones a las mujeres a las que pretende amar hay un tirano brutal, despiadado, violento y feroz.
Denegri es rico. Su negocio principal no consiste en publicar la información de alta calidad que capta a través de una engrasada red de informadores, sino precisamente en ocultarla. Viaja a ver a los gobernadores más corruptos para convertir un dossier en decenas de miles de dólares a cambio del silencio.
Trafica con favores, y cobra por las menciones en su columna. La novela teje de forma magistral la trama de la vida pública y privada de Denegri, sus años de Madrid, donde su padrastro es embajador de México durante la guerra civil, sus amores, sus matrimonios, sus amantes, sus fracasos. Casi todos terminan en grandes trifulcas ahogadas en alcohol. El güisqui convierte a Denegri en un monstruo, capaz de atar a una doncella que sirve en su casa a un caballo y arrastrarla por las calles de México D.F.
Un donjuán violento
Serna analiza así el régimen que fue capaz de amparar a un monstruo como Carlos Denegri, darle una posición preeminente, convertirlo en una referencia y tapar todos sus delitos. Al fin y al cabo él tapaba el robo sistemático que practicaban los dirigentes del PRI. Su caída la provoca el alcohol y la llegada a la dirección de Excélsior de Julio Scherer, que le envía lejos de la vida política mexicana y corta sus suministros de mordidas. Incapaz de sentirse satisfecho con las mujeres que conquista, Denegri destruye todo lo que toca.
En la parte final la novela tropieza. Serna ha desarrollado una profunda investigación, pero cede a la tentación de encontrarle una explicación lógica y global a la personalidad compleja de Denegri. Y lleva una novela que pedía a gritos un final abierto y ambiguo a una conclusión cerrada y estrecha. Priva al lector de esa reflexión que le lleva a repasar la novela y contemplar toda la vida de Denegri en busca de claves que nunca serán definitivas, porque una personalidad tan monstruosa y tan colosal nunca se encierra en los esquemas lógicos de una novela cerrada.
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