Los árabes. Tres milenios de historia de pueblos, tribus e imperios. Tim Mackintosh-Smith. Traducción de Ana Herrera. Ático de los libros.
Somos como baúles que viajan por el mundo con etiquetas pegadas a sus costados, dice Mackintosh en el prólogo. Y una de las etiquetas más viejas, y mejor adheridas a nuestro cuero es la de árabes. Una etiqueta «amplia y pegajosa». Tiene más de tres mil años y es muy resbaladiza: «ha supuesto distintas cosas para distintas personas en distintas épocas». Ha cambiado de forma, expirado y resucitado a menudo. Asociados con la religión islámica, Mackintosh piensa, sin embargo, que hay una fuerza mucho más cohesionadora que las demás: el lenguaje. No se trata del habla cotidiana o de los dialectos en que se expresan las distintas naciones árabes, sino el árabe culto, «rico, extraño, sutil, encantadoramente hipnótico, mágicamente persuasivo, enloquecedoramente difícil». La sabiduría bajó de los cielos para depositarse en tres órganos de la gente de la Tierra: el cerebro de los griegos, las manos de los chinos, la lengua de los árabes. Los árabes, un término tan manejado, tan complejo, y por tanto tan desconocido, es analizado aquí desde la perspectiva de la historia en su completa complejidad.
El árabe culto, marca de nación, es un milagro. Algo así como si hoy las naciones que manejan lenguas romances nos entendiéramos en latín. El árabe clásico, «un lazo imaginario, pero también una limitación: un ideal inalcanzable que constriñe la libre expresión. La realidad es dialecto y desunión». Los árabes nunca han estado unidos, ni en el habla ni en ningún otro aspecto, tan solo en los discursos.
Mackintosh ha escrito una historia monumental, colosal, sutil, que traza los hilos de continuidad desde el pasado al presente, que conecta los hechos de hace siglos con la actualidad de las calles de Yemen, donde vive desde hace décadas, o con los suburbios de Basora, Bagdad o El Cairo. Para encontrar algo de altura similar habría que remontarse a otro clásico, Los árabes de Eugene Rogan.
Y lo decimos porque Los árabes de Tim Mackintosh-Smith entra por derecho y por la vía rápida entre las obras clásicas que tratan un sujeto tan complejo tan variable y tan difícil de abarcar como los árabes, cuya historia está formada por «una serie de hombres (y algunas mujeres) de la palabra: poetas, predicadores, oradores, autores».
Ellos y sus palabras son la materia fundamental con la que se construye este libro colosal que abarca tres milenios, en una mirada que no solo es erudita sino que señala los grandes movimientos, las gravedades, las fuerzas centrífugas y los movimientos pendulares que han marcado, lo siguen haciendo, el movimiento histórico y social de lo que llamamos los árabes.
Me refiero por ejemplo a esa dualidad entre lo beduino y lo sedentario que marca la historia árabe. El éxito de Mahoma, dice Mackintosh, se debió a su habilidad para combinar elementos culturales de las dos formas de vida. El fracaso de algunas revoluciones recientes, se debe sobre todo a la reafirmación del sistema beduino sobre el sedentario. Mackintosh explora el pasado anterior al islam, la cultura del regadío en Yemen, lo sedentario enfrentado al nomadismo, lo urbano frente a las tribus que asaltan caravanas, el movimiento permanente, la fuerza de la palabra, de poetas y profetas que dirigen, y que en el caso de Mahoma son capaces de unificar lo disperso.
Mackintosh encuentra en el pasado la solución a los problemas actuales de los árabes. Así, concluye que el «individualismo, el liberalismo, el cosmopolitismo, la inclusividad, la sociedad civil y la verdad objetiva no forman parte de ninguna «cruzada occidental», sino que son parte de su propio pasado». Y enumera múltiples ejemplos, que se pueden rastrear en esta obra colosal, en la que se da cuenta de las redes cosmopolitas creadas por el comercio, el individualismo de los poetas vagabundos preislámicos, la inclusividad de la primera Constitución de Mahoma, o el califato sofisticado de Córdoba.