Muchos empresarios se han lanzado a reconquistar a los viejos, tal vez porque cada vez hay más, pero también porque los jóvenes que quedan, probablemente sean más espabilados y cueste más trabajo convencerles.
Saben mucho más de lo que parece, aunque les cueste expresarlo. Para Mortimer la cosa está clara: hay tontos y listos como siempre. Lo que pasa es que unos y otros son más difíciles de encasillar. Las grandes empresas querrían tener todo más atado para saber lo que tienen que producir. Y los políticos, ni te digo lo que darían por identificar a sus mejores votantes y qué hacer para que fueran cada día más.
La costumbre de dividir entre buenos y malos, derechas e izquierdas, ricos o pobres, o conmigo o contra mí, refleja el pánico que provoca el que no vaya a ser que la gente ya no sea como tú. Que lo que más cuesta es entender a los demás, sean de los míos o de los otros. O de los de más allá. Y tal vez por eso se ha puesto de moda exaltar la juventud como modo de vida. Decir que se puede ser joven, o incluso, más joven, a partir de los 60.
El problema sería que la gente dejara de comprar tus ideas o tus cacharros y tú no supieras a qué se debe. Decirles a los demás que son jóvenes, aunque estén ya apolillados, es un modo bastante eficaz, y muy divertido, aunque no sea cierto, pero sí perentorio, de que alguien más de los que se lo creen todo, vaya y se lo crea. Así tu venderías más…hasta que la muerte nos separe.
