Le llaman ‘bulling a lo que Mortimer siempre ha llamado ‘acoso’. Y no es sólo lo que hacen unos niños con otros de su clase en el colegio, al intimidarlos, sino que es un factor creciente para todos en la sociedad actual. Hay más gente intentando acosarte para que hagas o pienses lo que él te dice, que intentando convencerte de buena manera y aceptando que tú puedas no estar de acuerdo, y no pasa nada por tener puntos de vista discrepantes.
Pasa mucho en la política y en los negocios. en donde hay quien piensa, desde su posición omnímoda, que el discrepante es un peligro y hay que acabar con él, como sea, utilizando cualquier medio para ello. Por ejemplo, llama la atención la cada vez más frecuente utilización de espías a sueldo, como medio útil para descubrir las presuntas flaquezas de los que te molestan, o son tu competencia, y poder echárselas a la cara, o utilizar los medios de comunicación, las redes, los influencers para hacerlas públicas y denigrarte.
Es cierto que esto ha existido siempre, y, si no, que se lo pregunten a Maquiavelo. Lo que pasa ahora es que hay más medios para hacerlo público, e intimidar a otro, aunque no esté claro que tengas razón. Se ha desatado entre los poderosos y los maldicientes el ansia de controlar al discrepante, con la consecuencia de que sobreabunda la violencia, ya sea verbal, o incluso física, como si el estilo mafioso fuera la mejor manera de resolver las discrepancias.
El Ministerio de Igualdad podría ocuparse también de este tipo de acoso, que practican los que pueden hacerlo, y tendría mucho trabajo por delante, porque tienen unos y otros muchos medios para ello, frente al que sufre por no conseguir responder equitativamente a los intentos de que le denigren. El problema existe desde Adán y Eva, pero ahora hay muchos más medios de acoso que entonces.