En la revolución de mayo del 68, en París, se puso de moda el eslogan ‘prohibido prohibir’ que era como el no va más de lo progre: ¡abajo todo lo que me impida ser como soy! Solo quiero realizarme a mi mismo, decía entonces Mortimer. Pero con el paso de los años y la cultura ‘woke’, cada vez es más difícil decir lo que piensas, si no se adecúa a lo políticamente correcto.
Le acaban de quitar su nombre a un estadio de fútbol por las declaraciones del exfutbolista que fue famoso en tiempos por cómo jugaba de bien, y no por lo que decía, que ya se sabe que los deportistas suelen ser parcos con las palabras, aunque hagan filigranas con el balón. Mientras están jugando en el campo, todo son alabanzas. Pero ¡ay de ellos! si dicen algo considerado inconveniente, por unos guardianes de lo que deberíamos hacer y decir todos y todas.
Aunque ya no le salgan filigranas con el balón desde que se retiró del fútbol hace bastante tiempo, no puede decir lo que le pete, sin arriesgarse a que le quiten su nombre al estadio que le vió triunfar. Igual le sucede a muchas personas de esta civilización amordazada por el miedo a decir algo que no caiga bien a alguien como la alcaldesa de Getafe. Sin juicio, sin denuncia previa, considera impertinente lo que dice un famoso ex. ¡Y pensamos que nuestro modo de ser viene de aquel ¡prohibido prohibir! que tanto nos liberó! del que algunos todavía se consideran herederos.