‘Qué me dices’ de José-Miguel Ullán, o la exploración de los lenguajes

Qué me dices. Entrevistas. José-Miguel Ullán. Edición y prólogo de Manuel Ferro. Libros de la resistencia.

En una de las entrevistas, todas antológicas, de este Qué me dices, explora Ullán las relaciones entre la vida personal de María Jiménez y la letra de sus canciones. Procede el inquisidor por partes: cita versos de las coplas, y pide detalles sobre las torsiones sexuales de la cantante. Jiménez era, en la escena, un torbellino de sexo crudo y pasional. Lleva Ullán a la fiera hasta un rincón en el que María, acorralada, confiesa que es más bien frígida, que no vive lo que canta, que el cante es una sublimación, que en el cante vive, tiene sensaciones, y que con eso le basta y es suficiente “como para tener que andar luego con el sexo a cuestas”. El lenguaje y los decires podrían ser el común denominador de estas conversaciones en las que se pasa de Borges a El Fary, de Cortázar a Raphael, de María Zambrano a Los Pecos, de Marifé de Triana a Paco Umbral.

Qué me dices

Lo mismo que hace con María Jiménez, la misma cacería, la practica Ullán con Raphael, con quien indaga hasta qué punto su presencia amanerada, el juego permanente con el equívoco, es una de forma de ser o una de las formas del decir; si obedece a una naturaleza propia, a una emanación de la identidad o a una modulación del lenguaje con propósitos persuasivos. Esta forma de llegar a los personajes, de atrapar su secreto escondido en la selva de la palabra, hace de esta colección de entrevistas un libro magistral.

Aparece aquí un Ullán que persigue la pieza hasta lo más oscuro del bosque. Siempre con actitud elegante, con un humor sutil, con una ironía afilada, con muy pocas palabras, y con una inteligente estrategia. Así lleva a Octavio Paz hasta el punto de tener que reconocer los paralelismos entre San Juan de la Cruz y Marcel Duchamp., o aprieta las contradicciones de Julio Cortázar sobre el régimen cubano. Lo lleva a una tensión máxima, hasta el punto en el que el argentino reconoce que le molestan las preguntas sobre el caso Padilla, reducido a la categoría de un “accidente de ruta” en el camino hacia el socialismo. Al final de la entrevista, Cortázar estalla: “el episodio Padilla es una mosca en esta habitación, una cosa muerta y liquidada. Diré incluso que me molesta que me hagan preguntas sobre el caso Padilla porque se ha convertido en una especie de base de ataque. Es el lugar de donde salen los aviones de ataque. Y eso ya no tiene ningún sentido”.

Juega Ullán, jugó toda la vida, a la blasfemia de poner en el mismo saco a las tonadilleras con los candidatos al Nobel; a Sisa con Tàpies, a Marguerite Duras cerca de Lina Morgan. Ante un perplejo Octavio Paz, inicia una pregunta con el recuerdo de la fascinación que el artista Joseph Cornell sentía por Mallarmé y por las artistas de Hollywood: “y me parece que eso es algo inusual en México y en España donde sonaría a blasfemia meter en un mismo frasco a sor Juana Inés de la Cruz y a María Félix, a Cernuda y a Jorge Mistral. Sin embargo, si mal no recuerdo, escribió las letras de algunas canciones interpretadas por Jorge Negrete en una película titulada El rebelde”. Pillado en la celada, Paz no tiene otro remedio que reconocer que esos dos mundos deben entrar en el arte de nuestra época.

Qué me dices
José Miguel Ullán con Octavio Paz

Habla muy poco Ullán en las entrevistas, escribe corto, y sus preguntas son apenas unas pocas palabras. Y sin embargo consigue que emerjan de sus entrevistados territorios de intimidad que otros, más sueltos de lengua, ahogarían en su ansiedad. Asistimos a la confesión de un Antonio López, que reconoce que la lentitud en la gestación de sus obras es producto de las dudas, del tormento de la inseguridad, de las preguntas sin respuesta. Y recuerda el pintor con nostalgia el tiempo en el que no era conocido: “yo recuerdo aquellos años de Tomelloso en los que trabajaba a mi aire, sin que nadie esperase nada de mí. Era una aventura serena y preciosa”.

El mantra tantas veces repetido por los impresores de que los libros de este tipo no funcionan, debe ser dejado a un lado en este caso. Qué me dices está plagado de destellos, de ideas, de juegos entre el cazador y la presa. Ullán tiene el don de la escucha, pero no se equivoque el lector, antes del encuentro el entrevistador ha estudiado a la presa con detenimiento: si es cantante, conoce sus canciones; si escribe, ha leído sus letras; si hace versos, se los sabe de memoria. Ullán sabe su lenguaje, antes de la escucha final. Y ese proceso cuaja esos primeros párrafos de las entrevistas, que son prodigiosos, en los que dibuja posibilidades y razones del personaje, establece el contexto o define en cuatro líneas precisas la obra de un poeta, como en el encuentro con José Ángel Valente: “entregado a la creación de un mundo inexorable propio, solo delimitado por los estímulos de una escritura explorada, la figura robinsoniana de José Ángel Valente nunca encajó del todo en la ilusoria foto de cualquier grupo fantasmagórico. La calidad plenaria de su poesía, esa desemejanza anunciada, dan a su testimonio un valor esencial”.

La Inteligencia Artificial no sabe leer

Confesaremos en este punto un juego de trileros que hemos practicado con este libro de Ullán. Le pedimos a Gemini, una aplicación de IA de Google, que nos hiciera un análisis de este libro, y el resultado fue asumido y publicado con la firma de Marcelo Brito, que se prestó, con resignación, al juego. No tardamos en recibir un correo de Manuel Ferro en el que el editor contenía su repulsa con palabras secas y correctas. El artículo merecía sin duda todo tipo de improperios, porque ni siquiera, en su primera versión, había sido capaz de identificar otras obras de Ullán.

En el artículo se citaban nombres de libros nunca escritos por José-Miguel Ullán, y entrevistas que no figuran en el libro. Lo que nos lleva a concluir que la IA no sabe leer, que no es inteligencia, que ni siquiera llega a la categoría de artificio, y que se trata de un simple procesador de textos que resume y sintetiza artículos buscando su común denominador: el lenguaje de un idiota que cuenta un cuento sin pies ni cabeza. Brito asumió el injusto castigo. Es hora de que le liberemos de esa pesada carga. Incluso el título fue sugerido por la IA de Gemini, lo que indica que también lo artificial está contagiado de ese lenguaje humano que ha convertido la crítica literaria en una variedad menos sabrosa de los comentarios gastronómicos. Terminamos este artículo con una entrevista de José-Miguel Ullán a Rocío Jurado que sería un imposible en la televisión de hoy.

Marianne Échiré
Marianne Échiré
'Gourmet' y 'gourmande', adoro cocinar y disfrutar de la buena mesa, sobre todo en compañía. Soy exigente y quiero pensar que también justa en mis críticas. Y sé que hasta del más humilde tengo algo que aprender.

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