Álvaro Espina: «Cerbantes. El combate de la letras ha dejado en el tintero muchas cosas»

Casi cinco décadas ha tardado Álvaro Espina en recopilar toda la vida y obra de Miguel de Cervantes. Ahora con Cerbantes. El combate de las letras cierra su trilogía y de nuevo he tenido la oportunidad de entrevistarlo para saber cómo ha sido todo el proceso y cómo es cerrar una etapa que ha supuesto parte importante de tu vida.

Álvaro Espina – Cerbantes. El combate de las letras. – Suma de letras – 752 páginas – 23,65€

Buenas, Álvaro, en primer lugar darte las gracias por concederme esta entrevista y también por finalizar tu aventura literaria en honor a la figura de Miguel de Cervantes (perdóname pero yo lo seguiré escribiendo v) ¿Cómo te sientes tras haber finalizado esta historia?

Puedes suponerlo. Este ha sido un largo viaje que se inició en 1970, en diálogo con don José Antonio Maravall, siguiendo su consejo. Desde entonces no he dejado de ocuparme de mi compromiso con el maestro pero debo confesar que la falta de tiempo y mis múltiples ocupaciones me hicieron dudar a veces de mi capacidad para hacerlo. Hoy siento la satisfacción de haber cumplido lo que yo consideraba un deber vital.

Has estado más de cuatro décadas recabando información acerca de la figura de Cervantes, has mostrado a través de tres tomos toda su vida y obra pero ¿has dejado en el tintero aun cosas? ¿Qué es aquello que no quieres o puedes mostrar?

Me propuse incardinar a Miguel en el mundo en que le tocó vivir, de modo que antes de ocuparme de su Vita (por muy apócrifa que sea), tuve que reconstruir primero aquella época, con trabajos académicos que reuní después en mi libro Poder, dinero y moral (EAE, 2018), ya que la historiografía disponible durante el siglo XX nunca me resultó satisfactoria, pues por no tener no contaba siquiera con biografías solventes de los príncipes de Éboli, líderes de la oposición a la política de Felipe II desde el giro fundamentalista totalitario de 1568. Maravall había iniciado el estudio de la oposición política bajo los Austrias, pero su trabajo no tuvo continuación hasta el siglo XXI. Solo cuando conté con los trabajos de Dadson y Reed sobre doña Ana de Mendoza y su familia me consideré ya en condiciones de completar la primera parte de mi trilogía, pues la biografía de la princesa escrita por Fernández Álvarez (2009)  me había parecido bazofia intelectual. Estoy seguro de que la investigación histórica renovará por completo lo que sabemos sobre aquella época, pero no creo que me obligue a cambiar partes sustanciales del contexto.

Por razones editoriales, la tercera parte de la trilogía (que versa  sobre los últimos treinta y cinco años de la vida de Cervantes) ha dejado en el tintero muchas cosas que yo estaba preparando cuando todavía pensaba en hacer una tetralogía. Lo fundamental es la reconstrucción de lo que pudo ser “El Quijote primigenio”, una obrita  que  Miguel iba escribiendo a retazos, que no cupo en El combate de las letras, pero que pienso publicar, acompañada de las ilustraciones de Gustave Doré.

En Cerbantes. El combate de las letras nos adentras en  la figura de Miguel de Cervantes antes del comienzo de la que sería la pieza angular de la literatura castellana como es El Quijote. ¿Piensas que Cervantes era consciente de que su obra sería algo tan determinante en la literatura a nivel mundial? Con todo el conocimiento que tienes sobre él a nivel profesional y humano ¿cómo hubiera reaccionado?

Miguel no tenía prisa. Él concibió su Quijote como el último diálogo grecolatino entre un personaje apolíneo y otro dionisíaco (el caballero Alonso Quijano, dominado por las ideas y las armas, y el escudero Sancho, una especie de Esopo, al modo de Sileno, ayo de Baco). Es la última gran novela clásica, pero proyectada como un proyectil hacia el mundo moderno. ¿Cómo no  iba a ser consciente del alcance de su obra? Nadie en aquel tiempo se atrevió a hacer algo semejante con los clásicos grecolatinos, de los que Lope se atrevió a renegar con su comedia nueva, objeto de consumo para el espectador de las corralas barrocas, que le contaban  al vulgo “relatos vulgares en lenguaje vulgar”. En cambio, Miguel quería servir al vulgo de entonces lo mejor de todos los tiempos anteriores, convenientemente actualizado. Él seguía la norma de Horacio de “deleitar instruyendo”. En aquel tiempo esa era una tarea de titanes de la que Miguel fue perfectamente consciente, aunque sabía que tendría difícil aceptación.

Portada de Cerbantes. El combate de las letras de Álvaro Espina.
Portada de Cerbantes. El combate de las letras de Álvaro Espina.

Tus obras con respecto a este autor deambulan entre la ficción y la realidad por sus pasajes y conversaciones. Cervantes se codea con figuras literarias de gran renombre como Luis de Góngora, Lope de Vega o del mundo artístico como El Greco, pero yo quisiera saber cómo ha sido ese proceso de recopilación de datos, y es que nos remontamos a más de cuatro siglos de historia.

Bueno, nada de esto podría haber sido escrito sin la investigación histórica, literaria y filológica de la que ahora disponemos. Sobre Góngora, los estudios filológicos de Dámaso Alonso son irremplazables, pero yo no habría podido escribir nada serio sobre sus relaciones con Miguel sin la biografía de Robert Jammes y sus estudios de Soledades (Castalia, 2001), que constituyen para mí una cima en la historia de nuestra literatura. Del Greco no creo que se haya escrito nada más penetrante que la obrita de Manuel Bartolomé de Cosío publicada en Austral en 1944, y sobre Lope es difícil superar el estudio de Alonso Zamora en la editorial Gredos, aunque Federico Carlos Sainz de Robles dijo cosas muy graciosas y acertadas sobre él..Las obras de Fray Luis de León (estudiadas por Blecua y Rico) influyeron también directamente sobre la obra de Miguel. Por no olvidar a Pedro Laynez, su maestro de poesía, a quien estudió Joaquín de Entrambasaguas. En El Combate de las letras ha habido que situar todas estas influencias de  manera verosímil en la biografía de Cervantes, aunque no dispusiéramos de referencias históricas verificables.

En Cerbantes. El combate de las letras también nos narras como es él en el aspecto romántico y es que su historia está siempre ligada a la de las mujeres que fueron una fuente de inspiración para él. Lo más incisivo de esto es que él quería a las mujeres “libres” ¿a qué se refiere él concretamente con este término?

Para Cervantes la mujer libre por excelencia  es la Marcela de la “Historia de Grisóstomo y Marcela”, en la primera parte del Quijote, cuyo pasaje “yo nací libre” merecería figurar en la declaración de derechos del hombre y el ciudadano, al rechazar verse sometida por ser amada. Pero Cervantes vive la mayor parte de su vida en un gineceo, apoyando de forma irrevocable las elecciones de las mujeres que lo rodean, desde su madre, sus hermanas y sobrina, hasta sus amigas  en todo tiempo y lugar. Nada de esto puede encontrarse en la literatura de su época, ni en la que le sucedió, hasta bien entrado el siglo XX.

La obra se divide en cinco grandes apartados que nos muestran cómo es llegada de él desde Portugal hasta el final que son las cartas donde están los aspectos sociales y políticos que marcan la historia. Cada bloque es muy diferente del anterior pero ¿cuál sería para ti el más significativo?

Hay dos. El primero es su estancia en el coto de Doña Ana (“Doñana”), durante el cual Miguel trasmite a Anita de Silva y Mendoza —su antigua pupila y ahora duquesa de Medinasidonia—, el legado de su madre Ana de Mendoza, princesa de Éboli (duquesa de Pastrana), en la que ella condena la política de la casa de Austria y mandata a sus herederos para combatirla y acabar con la dinastía, como acabaría sucediendo. 

El segundo fragmento más significativo es el de las cartas finales, que sintetizan los siete últimos años de la vida del escritor. Esto vino obligado por la compresión de una tetralogía a una trilogía, pues el género epistolar permite comprimir el estilo, pero son cartas exquisitas, escritas al modo de Cervantes, que sintetizan lo mejor de su obra y de la excelsa literatura del momento.

Tu trilogía acerca de la figura del escritor supone un acercamiento a él como persona y cómo autor, seguro que el fin de esta novela ha supuesto también para ti un cierre de camino. ¿Pero cómo surge la idea de plasmar la vida y obra de alguien tan reconocido por su obra pero no por su persona?

Siempre pensé que el autor de una obra de estas dimensiones tenía que ser alguien genial, aunque su irrelevancia social —en una sociedad estamental tan fuertemente jerarquizada como la de entonces— no nos hubiera dejado apenas constancia de su vida. De Góngora, como prebendado de Córdoba, tenemos muchos testimonios y se conservan sus manuscritos. De Lope, secretario de nobles, abundan los papeles; por no hablar de Quevedo, hombre de corte. De Miguel apenas queda nada, a excepción de actas administrativas y procesos judiciales. Ese es el gran estímulo para escribir su Vita en términos de ficción histórica. Salvo excepciones de escaso valor literario, en cuatrocientos años nadie había acometido una tarea así. Eso es algo que estimuló mi curiosidad.

Foto de archivo de Álvaro Espina, autor de Cerbantes. El combate de las letras.
Foto de archivo de Álvaro Espina, autor de Cerbantes. El combate de las letras.

El acercamiento a Cervantes también ha supuesto adentrarte en otras figuras relevantes, no sé si estás inmerso o te gustaría pero si tuvieras qué escoger otro artista para enfrascarnos en su vida y obra ¿quién sería y por qué?

No creo que me quede tiempo para acometer algo de esta dimensión, aunque soy algo megalómano. Tengo en mi escritorio las obras completas de Maquiavelo, el personaje más relevante para la fundación de la política moderna. Alguien a quien, cuando la República de Florencia lo nombró guardián de las murallas de la ciudad otorgándole el mayor presupuesto nunca visto, no hizo nada en la murallas pero recaudó todos los caudales y se marchó a negociar con el duque de Borbón, mariscal de los ejércitos imperiales, para que pudiera pagar las soldadas de su ejército a cambio de que no saquearan Florencia y se dirigieran directamente hacia el saco de Roma.

Cerbantes. El combate de las letrases el culmen de tu obra, una novela que también sirve de referencia. Es una novela que no dibuja al personaje, lo describe en su esencia más pura y te sirve también a ti para conversar con él ¿cuándo buscas tanto acerca de la figura de alguien realmente lo llegas a conocer? ¿En esas conversaciones crees que de verdad él hubiera dicho y hecho lo que tú describes?

Mi ética literaria no me habría permitido escribir una sola línea si no pensara que lo escrito se corresponde con lo que Miguel habría pensado, escrito y vivido. Pero nadie puede conocer íntimamente a los personajes a quienes estudia, aunque trate de aproximarse a ellos.  El autor de biografías a quien más admiro, Stefan Zweig, lo intentó, pero no estoy seguro de que lo consiguiera. Lo que sucede es que poca gente ha dedicado, como yo,  cincuenta años a estudiar a un personaje, y creo que mi estudio resiste bien la confrontación con todo lo escrito, aunque  ahora son los críticos quienes tiene la palabra. Me sorprende que hasta el momento nadie lo haya hecho, aunque entiendo que 2500 páginas de trilogía requieran algún tiempo.

Seguro que el punto final de esta historia también fue doloroso para ti porque es un adiós casi definitivo a alguien que ha marcado el rumbo de tu carrera. Si tuvieras qué decirle algo qué sería.

A Cervantes solo le diría lo que él dijo a Sancho cuando, al llegar a su pueblo, el escudero exclamó: “abre tus ojos deseada patria, que vuelve a ti tu hijo”, y don Quijote le respondió: “déjate de sandeces, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar.”

Porque, como dijo José Ángel Valente en Las palabras de la tribu : “el lugar es el punto sobre el que se circunscribe el universo. Por eso tal vez fuera necesario ser más lugareño y menos patriota para fomentar la universalidad.”

Ha sido todo un placer leerte y entrevistarte y me gustaría que al igual que el resto de escritores recomendaras a nuestros lectores algunas novelas que te sean indispensables.

En la corte de lobo, de Hilary Mantel; La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, y  Las bodas de Cadmo y Harmonía, de Roberto Calasso. En otro orden de cosas, quedé prendado por el Ulyses de James Joyce, aunque debo confesar que yo la leí primero traducida al  francés en el metro de Paris (edición de Livres de Poche) mientras iba a hacer de Kelly en el hotel  Excelsior de la Porte de Montreuil. Luego la leí en versión original inglesa y en la española de José María Valverde, y aprendí que un clásico  luce igual en todos los idiomas.

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Laura Rodríguez Durán
Laura Rodríguez Durán
Maestra de vocación y profesión a la que le encanta la literatura y poder compartir su afición con los demás a través de reseñas.

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