Mel Robbins lo ha vuelto a hacer. O mejor dicho, lo ha vuelto a vender. En su nuevo libro, La teoría Let Them, nos invita a descubrir la que, según ella, es la fórmula definitiva para vivir en paz: dejar que los demás hagan lo que les venga en gana, sin reaccionar, sin intervenir, sin inmutarse. ¿Tu pareja no te presta atención? Let them. ¿Tus amigos no te invitan? Let them. ¿Tu jefe te explota y luego te dice que sois “una gran familia”? Let them. Y tú, mientras tanto, respira, visualiza, y mira al horizonte como si fueras el protagonista estoico de un anuncio de meditación guiada.

En apariencia, el mensaje suena maduro, incluso liberador: “deja de intentar controlar a los demás, acepta lo que no puedes cambiar, cuida tu energía”. Hasta aquí, uno puede asentir con cierto estoicismo mal entendido. Pero lo que Robbins propone no es serenidad interior, sino evasión emocional con carcasa de sabiduría. Confunde el autocontrol con la indiferencia, la autonomía con la inacción, y la paz interior con la pereza de no tomar posición ante nada. El resultado es una receta fácil de digerir para una generación acostumbrada a que el conflicto sea anatema, y el desacuerdo, un microtrauma. Es el apogeo del “que fluyan las vibras” aplicado a la ética.
Desde una mirada crítica —no rancia, ojo, sino estructurada, con cierto amor por la responsabilidad, el esfuerzo y la coherencia personal—, el libro de Robbins es un canto a la renuncia mal entendida. Es dejar de hablar cuando habría que poner límites. Es dejar de actuar cuando hace falta compromiso. Es elevar la dejación de funciones a virtud psicológica. Robbins quiere convencernos de que todo lo que no te gusta de los demás se resuelve ignorándolo, como si el mundo se alineara solo con tu paz interior. Pero la realidad, por desgracia, funciona con otras reglas: las relaciones humanas requieren esfuerzo, diálogo, corrección, y a veces, conflicto. No todo se arregla mirando al techo y pensando let them.
El libro, por otra parte, está escrito en el mismo tono entre podcast y sesión de coaching motivacional que ha hecho famosa a Robbins. Frases cortas. Muchos imperativos. Repeticiones estilo mantra. Nada que moleste demasiado a un lector medio con déficit de atención digital. Su retórica es tan envolvente como superficial, y su uso de anécdotas personales pretende crear cercanía, pero más bien bordea el narcisismo terapéutico. Si has leído un par de libros de autoayuda en tu vida, aquí no encontrarás ninguna idea nueva. Lo que ofrece Robbins no es sabiduría, sino packaging emocional.
Lo más preocupante no es el libro en sí, sino su éxito viral. Let Them circula como dogma entre coaches de Instagram, influencers del autocuidado y aspirantes a iluminados que viven a golpe de story. Y claro, si el mensaje es “no te metas en nada, no discutas, no esperes nada de nadie”, la vida se vuelve muy cómoda. Y también muy vacía. Porque si nada importa, si todo es let them, ¿qué sentido tiene comprometerse, protestar o, simplemente, cuidar una relación? Este tipo de libros promueven un individualismo pasivo, un desapego que no es madurez, sino huida camuflada de autosuficiencia.
En definitiva, La teoría Let Them es un producto más de esa industria del bienestar que no pretende ayudarte a crecer, sino hacerte sentir momentáneamente mejor sin mover un dedo. Perfecto para una época que confunde la calma con la apatía y la libertad con la incapacidad de enfrentarse a la vida real. Si de verdad quieres aprender a vivir mejor, lee a los clásicos. O a Viktor Frankl. O simplemente habla con tu abuela. Seguramente te dirá que cuando alguien te falta al respeto, no hay que decir “let them”. Hay que decir “hasta aquí”.
Para quienes sientan que Let Them deja un vacío donde debería haber criterio, aquí van algunas lecturas que van en dirección contraria: Viktor Frankl, ya citado, con El hombre en busca de sentido, ofrece una visión existencial donde el sufrimiento no se evita, sino que se asume con propósito. Jordan B. Peterson, con 12 reglas para vivir, recupera una ética de la responsabilidad personal que exige más de lo que promete, pero que construye identidad con cimientos firmes. C.S. Lewis, en Los cuatro amores y La abolición del hombre, desmonta con lucidez la cultura de la complacencia emocional. Y si se busca una pedagogía del carácter, pocos autores tan incisivos como José Antonio Marina, especialmente en El laberinto sentimental o Anatomía del miedo. Todos ellos comparten una idea común: la vida tiene sentido no cuando dejamos hacer, sino cuando decidimos hacer —y hacerlo bien, con esfuerzo, con criterio y con coraje.