Ana María Matute: La memoria herida de la posguerra

En la constelación de la literatura española del siglo XX, Ana María Matute (1925-2014) brilla como una de las voces más auténticas, complejas y conmovedoras. Su obra es un delicado tapiz de memoria, infancia y heridas colectivas, donde la fábula y el realismo conviven con un lirismo inconfundible. A lo largo de más de medio siglo, Matute levantó un universo propio habitado por criaturas marginales, niños desamparados, adolescentes en busca de redención y adultos corroídos por la culpa y la nostalgia.

Nació en Barcelona en el seno de una familia acomodada, pero su infancia quedó marcada por la Guerra Civil y por la larga convalecencia de una grave enfermedad, que la obligó a recluirse en el pueblo de Mansilla de la Sierra. Aquel aislamiento sería decisivo: ahí germinó su fascinación por los mitos, la naturaleza y la mirada infantil. Fue, según confesó, «la época más feliz de mi vida», la semilla de un imaginario que siempre contraponía el mundo puro de los niños con la mezquindad de los adultos.

Sus primeras narraciones vieron la luz cuando apenas contaba con diecisiete años. Pronto se consolidó como una escritora precoz: con Los Abel (1948), finalista del Premio Nadal, inició una carrera prolífica y llena de galardones. Desde entonces, Matute alternó la novela con el relato breve y la literatura infantil, sin renunciar nunca a su pulsión de fabular.

La crítica tiende a clasificar su obra en dos grandes ciclos. El primero está dominado por las novelas realistas de posguerra, donde retrata con crudeza la violencia, el odio larvado y la desolación que dejó el conflicto civil. El segundo ciclo, más cercano a la fábula y la fantasía, se adentra en territorios legendarios y en la imaginería medieval. Sin embargo, ambas vertientes comparten un mismo núcleo: la conciencia de la pérdida y la necesidad de salvar algo de la infancia.

El ciclo realista: la derrota y la infancia

El periodo más celebrado de Matute comienza con Los hijos muertos (1958), una novela coral que abarca varias décadas y generaciones, considerada su obra maestra del realismo social. Aquí el lector encontrará una España derrotada, sometida a la humillación moral y económica, donde la infancia es un refugio precario frente a la brutalidad de los adultos. No es casual que la crítica la comparara con Faulkner por su talento para crear coros de voces heridas y escenarios míticos.

Le seguirían obras igualmente notables: Primera memoria (1959), con la que ganó el Premio Nadal, recrea la isla mediterránea donde dos adolescentes asisten al derrumbe de la inocencia. Los soldados lloran de noche (1964) y La trampa (1969) cierran la trilogía de Los mercaderes, un fresco sobre la España más oscura. Cada una de estas novelas ahonda en la culpa, la traición y el daño irreversible de la guerra.

Para quienes deseen empezar por esta faceta, recomiendo Los hijos muertos y Primera memoria. Son los pilares imprescindibles para comprender su universo.

El ciclo fantástico: la invención de otro mundo

A partir de los años setenta, Matute intensificó su tendencia hacia lo legendario y lo fabuloso. En La torre vigía (1971), primera entrega de su trilogía medieval, la acción transcurre en un tiempo indefinido y mítico. Aquí la fantasía no es evasión: es una manera de hablar de la soledad y el desarraigo. Le seguirían El ejército perdido y Olvidado Rey Gudú, que consolidaron su prestigio como narradora fabuladora.

De este periodo, Olvidado Rey Gudú (1996) es la obra más emblemática. Publicada cuando Matute rozaba los setenta años, es un libro monumental donde confluyen caballeros, hechiceros y reinos imaginarios. La crítica la recibió como su gran testamento literario y una vindicación de la fantasía como género mayor. Puedes encontrar esta novela aquí: Olvidado Rey Gudú

En paralelo, Matute cultivó la literatura infantil con títulos memorables como El verdadero final de la Bella Durmiente y Paulina. Su prosa, siempre delicada, mantuvo la misma hondura sin importar el público al que se dirigía.

El estilo: una melancolía luminosa

Ana María Matute escribía con la misma naturalidad con que un niño imagina monstruos en la oscuridad. Su lenguaje es sencillo pero cargado de imágenes poéticas. Los símbolos se repiten: el bosque como espacio iniciático, el agua como promesa y amenaza, la noche como reino de los desposeídos. Su gran tema, confesó, fue siempre «la pérdida de la inocencia».

Pese a la dureza de sus historias, su prosa nunca resulta amarga. Hay un lirismo que la redime de la mera denuncia. Como señaló Mario Vargas Llosa, en Matute «la fantasía no es un capricho: es una manera de rescatar la verdad más profunda».

Itinerario de lectura: por dónde empezar

Para quien nunca se haya acercado a su obra, propongo este itinerario, que alterna su faceta realista y fabuladora:

  1. Primera memoria
    Una novela corta, intensa y accesible, ideal para entrar en su mundo. Disponible aquí:
    Primera memoria
  2. Los hijos muertos
    El gran fresco sobre la posguerra española.
    Los hijos muertos
  3. La torre vigía
    Primer paso hacia su ciclo medieval.
    La torre vigía
  4. Olvidado Rey Gudú
    Su novela más ambiciosa y fantástica.
    Olvidado Rey Gudú
  5. Paraíso inhabitado
    Publicada en 2008, es su reflexión última sobre la infancia y la creación.
    Paraíso inhabitado

Si se prefiere el relato breve, El tiempo y Los niños tontos ofrecen joyas de microficción donde late su sensibilidad más pura.

Legado y reconocimiento

Ana María Matute fue miembro de la Real Academia Española, ocupó la silla K y recibió el Premio Cervantes en 2010, un reconocimiento tardío pero justo a una trayectoria excepcional. En su discurso de ingreso en la Academia, reivindicó la infancia como “la única patria verdadera”. Esa frase podría resumir su literatura entera: un canto a la memoria de lo perdido.

Sus libros siguen reeditándose y encontrando lectores jóvenes. Su prosa, impregnada de dolor y ternura, ha trascendido generaciones y escuelas literarias. Como pocos autores españoles, supo dar forma al sufrimiento colectivo sin renunciar a la belleza de la imaginación.

Hoy, cuando España revisa su pasado traumático, sus novelas son más actuales que nunca. Porque Matute no sólo contó la historia de unos personajes: nos legó una manera de mirar la realidad con la conciencia de que todo relato es, en el fondo, una tentativa de reconciliación.

Marianne Échiré
Marianne Échiré
'Gourmet' y 'gourmande', adoro cocinar y disfrutar de la buena mesa, sobre todo en compañía. Soy exigente y quiero pensar que también justa en mis críticas. Y sé que hasta del más humilde tengo algo que aprender.

Read more

Quizá te gustará leer....

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Verificado por MonsterInsights