Adolf Hitler, la verdadera historia de verdad. Bernard Swysen y Ptiluc. 120 páginas. 20,95 euros. Oberón.
El principio de educar y divertir, dice Johann Chapoutot en el prólogo de esta obra, vale tanto para el teatro como para el cómic. Y el cómic lleva mucho tiempo interesado por el nazismo. No hace falta recordar a nuestros lectores el genial Maus, de Art Spiegelman o Mein Führer de Ulrich Mühe. En Adolf Hitler la verdadera historia de verdad, tenemos la parte didáctica, basada en un trabajo previo de historiografía. La diversión la pone esa rata histérica, irritante, pero a veces también conmovedora que representa a Hitler. Siempre queda la pregunta sobre la legitimidad del humor frente al horror. Seguro que Roberto Benigni también se lo planteó cuando hizo La vida es bella. Cuando la película transcurre en Italia hay muchas risas. Pero desaparecen en cuanto los protagonistas llegan al campo de concentración. Ahora veremos cómo lo resuelven Swysen y Ptiluc.
Un pequeño cabo austríaco
Para evitar malentendidos y desarmar a los escépticos del humor, este libro que traza la biografía de Adolf Hitler lleva un epílogo de Élie Barnavi que fue embajador de Israel en Francia. Barnavi dice que este libro debería figurar como lectura obligatoria en todos los programas de enseñanza. A esta autora siempre le molesta el adjetivo obligatorio. Quizá con recomendarla es suficiente. Aunque a veces, pienso que una prohibición alienta más la lectura que una obligación.
Barnavi asegura que legó el cómic con interés, incluso con pasión y reconoce que además de la calidad de los dibujos y del texto, la obra es eficaz. Desde su puesto actual como profesor de Historia del Occidente Moderno en la Universidad de Tel Aviv afirma que este cómic es «más eficaz que cualquier tratado académico o artículo erudito, responde a la pregunta acuciante, la pregunta, sin duda, que debe ser respondida para evitar que «eso» vuelva a suceder: ¿cómo, en último término fue eso posible?»
Convertir a Alemania en una máquina de matar
Sin ese pequeño cabo austríaco «todo se vuelve incomprensible» dice Barnavi, así que es pertinente contar su historia. Para entender cómo fue posible que convirtiera a un pueblo civilizado en una máquina de matar. Qué mecanismos sociales, culturales y políticos hicieron posible el horror.
El libro se completa con mapas y varias páginas de explicación sobre el fascismo y el nazismo, así como ejemplos de la propaganda nazi y la del bando de los aliados. La narración en el cuerpo central del cómic es exhaustiva, y el humor solo se detiene a la puerta de los campos de exterminio. El dibujo pierde el color y se convierte en una viñeta en blanco y negro. Hemos llegado a lo más profundo del dolor. Ya no hay lugar para la risa.
Los autores
Bernard Swysen, es un guionista y diseñador belga nacido en Bruselas en 1964. Comenzó en el mundo del cómic con publicaciones en varias revistas. Pronto se convirtió en asistente en la serie Chlorophylle y Modeste et Pompon, en los estudios de Hergé. De su asociación con André-Paul Duchâteau nació la serie Rouletabille, que fue reconocida en el Festival du Crime en 1990. Swysen tiene una decena de títulos. En la actualidad trabaja en una serie sobre los villanos de la historia. Ya han salido los tomos sobre Drácula, Stalin, Torquemada o Calígula.
Ptiluc es un dibujante de cómics belga muy conocido por sus cómics humorísticos sobre ratas: Pacush blues (1980) y Rat’s (1995). No solo de ratas vive el dibujo de Ptiluc. También es aficionado a los monos (Ni Dieu ni bête, en 1992) y a los cerdos, que son sus personajes en La Foire aux cochons, de 1998. Su tono es siempre la sátira y la comedia de tintes negros.