El mundo está lleno de prodigios, queridos lectores. Y no es fácil que los de un día superen a los del anterior en contorsiones, piruetas, trolas y otros trucos retóricos, pero lo logran con una extraña naturalidad. No es fácil elegir uno de esos fenómenos para empezar el día. Pero comencemos hoy por ese ministro de Justicia, ese Bolaños, el que venía feliz como si arribara a la sala de prensa del Congreso, recién duchado después de una fiesta con cabras. Bolaños es ministro de justicia, es triministro, porque se encarga además del ministerio de presidencia y de las relaciones con las Cortes. Este triministro, tigre del trigal, rechazaba una sentencia del Tribunal Supremo porque ha sido emitida como respuesta al recurso de una institución privada. Bolaños, el valido, dice que ningún privado puede recurrir a la justicia para privar al poder ejecutivo de su poder de ejecutar.
Y en esa respuesta al triministro se le ve la pata peluda, las ganas de erigir un poder autárquico. Da mucha pereza explicarle a Bolaños que un ciudadano sin galones ni puñetas tiene en la Justicia el recurso de responder a los abusos de poder. Y la Justicia, en buena ley, le puede dar la razón, y así anular el nombramiento de Magdalena Valerio, que sabrá mucho de gobierno, pero poco de leyes, a tenor de lo que dice el Supremo.
La señora Valerio fue nombrada presidenta del Consejo de Estado. Y una organización privada llevó el caso al Supremo, porque estimaba que se había cometido otro abuso del poder. Y el Supremo le ha dado la razón. Y en eso consiste la justicia, en que jueces alejados lo más posible del poder ejecutivo restablezcan el peso de la ley cuando la ley ha sido aplastada por el afán de poder y de control de las instituciones, por el exceso de testosterona de los ministros y de los presidentes, por ejemplo. En esto consiste el estado de Derecho, que unos pocos quieren convertir en estado de capricho, o en casa de locos, en la que unos días se dicen unas cosas y al otro se niegan, como si no hubieran existido; unos días se dice que se perseguirán delitos, y otros se borran.
El Gran Timonel Sánchez podría decir hoy, ante los dos palos que le ha dado la justicia en el mismo día, que él nunca nombró a ese fiscal general condenado ahora por desviación de poder, que nunca puso a Valerio al frente del Consejo de Estado. Lo podía decir, de la misma forma que dijo este jueves que él nunca habló de un muro en el debate de investidura, cuando todos sabemos que habló de levantar un muro para dejar a media España al otro lado, y quedarse él con los secesionistas, las franquicias del terrorismo y otras piezas ejemplares. Con estos quiebros que da Sánchez, no es extraño que a Pachi López se le vaya degradando la mirada y se agudice en su rostro el estado de lelo completo, porque Pachi tiene por costumbre tomarse las cosas en su sentido literal. No procesa metáforas ni alusiones veladas, y lleva ya unos cuantos días, erre que erre, y arre que arre, poniendo mortero y ladrillos en la gran obra sanchista, la obra de gran timonel que va a ser la gran muralla socialista. A Pachi un día le va a estallar la cabeza en una ceremonia de la confusión, por tanta orden contradictoria que recibe.
Cuando Feijoo aludió a la condición patológica de Sánchez, a la necesidad de un examen forense de sus capacidades, hasta Vicente Vallés dijo que exageraba. Este jueves comprobamos que no hay tal exceso. El hombre tiene algo mal colocado, algo no está bien conectado en su cerebro que no recuerda sus propias palabras, que no reconoce al tirano de hoy en el mendrugo de ayer, que le pones un video de lo que dijo y dice que no lo dijo, que ese no es él, que es imposible. Así se podría explicar también que apareciera en la televisión pública como víctima por haber tenido que soportar veinte minutos de crímenes de Hamás. En su relato sobre la cita con Netanyahu se le notaba disgustado porque el video que vieron en el despacho del primer ministro de Israel no fuera un video del propio Sánchez, de alguno de sus discursos, un resumen de sus momentos célebres.
Hamás como anécdota
Lo de los crímenes del Hamás exterminador lo contó como anécdota. Esa es la categoría que concedió a ese instante, para luego añadir que Israel no está cumpliendo el derecho internacional en la guerra contra el terrorismo en Gaza. Solo un psicópata es capaz de contemplar esa cadena de horrores y decir que fue tan solo una anécdota, una imposición que tuvo que soportar, por decisión de Netanyahu. Ante tal desprecio, y profundamente ofendidos por la acusación de no respetar las leyes internacionales, los israelíes han llamado a su embajadora a consultas, y están meditando la ruptura de relaciones con España. En esa posición estamos, en esa situación ha dejado el gobierno de España a la Unión europea, mientras ejercemos la presidencia de turno de la unión. De todas las presidencias que Europa ha tenido, la nuestra está siendo la más atropellada, la más atolondrada y deficiente, la que reúne la mayor capacidad de destrozar relaciones que se recuerda. Subrayo la profunda contradicción de un presidente que dice que otro gobierno no cumple las leyes, cuando él, el Gran Timonel, ha triturado normas, leyes, instituciones y derechos de su propia nación. Las maquilladoras que le atendieron en la tele pública, antes de que el presidente iluminara con su propia luz el plató, advirtieron que tenía mala cara, que ha perdido peso, que la piel ha comenzado a dibujar pliegues en la en otro tiempo tersa desvergüenza del sujeto.
A su lado, el ministro Albares nos despierta una incómoda piedad. Dicen en el ministerio que mientras al titular de la cartera intentaba recomponer los platos rotos en las relaciones con Israel, Sánchez hablaba en televisión y conseguía romper cualquier puente con su zafia forma de expresarse. Dirán algunos que esa retórica incendiaria está calculada. Yo creo que es más bien la expresión de ese desencuentro que Sánchez tiene con la realidad, y de su profundo cinismo.
El Gran Timonel se ha contagiado en estos años del estilo y del perfil moral de los que le acompañan. Por ejemplo de ese Rufián, fascista hasta la médula, que afirma que a los ciudadanos la amnistía les da igual, que lo único que quieren es comer y que les dejen en paz. Sólo un organismo simple, armado de estómago y esfínter como única dotación y estructura, es capaz de emitir una frase como la que soltó Rufi en el Congreso, una idea que parece más propia del encargado de unos urinarios públicos en la Habana que de un diputado de la nación española.
A la perplejidad de no saber dónde va la política exterior española, una política que se limita al destrozo de nuestros más cercanos aliados, debemos añadir el desorden caótico que se apodera de un ejecutivo en el que la ministra de economía y la de trabajo están a la greña por la reforma del desempleo. Yolanda está deseando que a Calviño la envíen a alguna institución internacional para quedarse de reinona, con sus fijos discontinuos, pero Calviño no termina de encontrar su sitio, primero porque en Europa cuanto más la conocen a ella y a Sánchez menos confianza les merecen, y porque ahora el Tribunal de Cuentas le ha pedido a Nadia explicaciones de los contratos de la fundación que preside.
Mientras, en este gobierno que presume de transparencia, pero es el más opaco de nuestra historia democrática, comprobamos una vez más que nos han tomado el pelo con los fondos europeos. Que solo hay doce empresas entre los cien primeros receptores de los fondos europeos, que se han repartido en España 37.000 millones, y que solo el nueve por ciento han ido a proyectos empresariales. ¿El resto? El resto ha ido a organismos públicos, para alimentar clientelas políticas, o para pagar favores. Decía Calvino que con esos fondos nuestra economía iba a crecer un dos y medio por ciento. ¿Pero quién se acuerda hoy de esa promesa, cuando ni siquiera el presidente del muro y de la risa de caballo recuerda que prometió levantar esa pared? Quizá el problema no lo tiene el gran timonel en su locura, sino todos los que en su partido decidieron nombrar presidente a este caballo.
Esto ha sido buenos días España, en Estudio Radio, la radio global en español.