Mientras un electricista que hizo carrera en una empresa llamada Iberfruta negociaba el futuro de España en Suiza con los capos de la secesión, la nación se distraía en las redes con los mensajes de Jaime del Burgo, literatura para chonis con adornos de lujo, la ya famosa pashmina que cubre los hombros de la majestad en una foto clandestina. Las pashminas las carga el diablo. A una conocida periodista le costaron un disgusto. La muchacha era corresponsal de un medio público, y le gustaban mucho las pashminas, y las compraba en Londres, hechas con tejido de auténtico cashmere, material caro, muy caro, very expensive, decía la dependienta. Hasta ahí, todo correcto. El problema es que la doña pasaba los gastos al erario, disimulada la pashmina como si fuera un chaleco antibalas para ir a la guerra, y la pashmina la pagaba el contribuyente con el sudor de su frente y el dolor de su lomo. Al menos esta pashmina que ayer nos dio la tarde, parece que se había pagado con dinero privado.
Pero vamos al asunto, no nos desviemos. La prenda abrigaba a la Reina, y el prenda seguía colocando mensajes en su cuente de twitter mientras España se constipaba con el frio suizo que nos trajo Santos Cerdán, el electricista de Iberfruta. La electricidad ha tenido mucho que ver en la historia del socialismo, y si en tiempos de Corcuera, que fue ministro del interior, permitió abrir las casas de la gente soberana de una patada en la puerta, hoy es razón suficiente para arreglar España desde Suiza, que es donde fueron algunos españoles cuando España ya no tenía remedio por la guerra.
Suiza ha sido un país refugio de golfos. Bastaba tener una buena cuenta corriente para que te acogieran. Mobutu por ejemplo, pasó algunos de sus últimos años en Suiza, a pesar del frío de la confederación, y siempre al calor de sus millones robados cuando era presidente del Zaire. Luego se fue a Rabat, donde murió y está enterado. Rabat es el otro punto del planeta donde se diseña el futuro español sin que aquí nos enteremos de nada importante. Aquí nos distraen con unos cuentos de amores y desamores, mientras se vuelve a demostrar que la nación es capaz de sobrellevar una humillación histórica siempre y cuando la función del circo sea sabrosa, golosa, tenga leones y se paseen coronas por el estiércol de las jaulas.
A esa constante de la afición inveterada por las historias de alcoba, debemos unir la otra que consiste en convertir un funeral en una pelea de verduleros con escaso respeto para la muerta. La que hacia de muerta era Concha Velasco, en su última función. Y los que hacían de público arrabalero fueron los que se presentaron en la capilla para convertir el duelo en una ceremonia del sectarismo, en un grabado de Goya, con todos a garrotazos.
Me da igual que unos fueran a poner a escurrir al Gran Timonel Sánchez, y otros, como Marisa Paredes, cada vez más altiva y despectiva, quisieran echar de la comitiva a la presidenta Ayuso al grito de fuera. Quizá pensó Paredes que el funeral era por ella, que todos venían a decir adiós a Marisa, y le bajó un frío glacial por la espalda.
Fue un luto de vergüenza y una de las escenas más desoladoras de cuantas hemos visto en funerales. Es lamentable que una buena parte de la España, la culta y la analfabeta, sea incapaz de despedir con respeto a una mujer que ha tenido la mala fortuna de marcharse de este mundo en uno de los peores momentos para la nación. Aquí hacemos del muerto, cuando ya no puede protestar, un objeto político, un patrimonio de siglas, y por tanto un instrumento de agresión para abrirle la cabeza al contrario.
Por etas costuras de nuestra vida diaria, vemos que la España que era una pashmina de lujo, de un tejido imperfecto que nos abrigaba, se convierte en un trapo desgarrado por sus cuatro costados. El parlamento ha dejado de ser la cámara en la que se controla el gobierno. La presidenta Armengol lo ha convertido en una sucursal de La Moncloa, en una prolongación de la sede socialista de Ferraz. Desde su puesto, Armengol se dedica a jalear al gobierno, a condenar a todo el que critique las hechuras de un ejecutivo sectario que no solo gobierna para los suyos, sino que gobierna contra todo el que le lleve la contraria.
El parlamento, que debía haber sido la cámara en la que se discutiera lo que este fin de semana se organizó en Suiza, era el escenario de una astracanada en la que un cantautor, con menos talento que fortuna, un juglar intempestivo, soltaba canciones aburridas ante la mirada indolente de Borja Semper. La jornada de puertas abiertas de la cámara sirvió para que el público comprobara que en el Congreso ya no queda nada, que es tan solo un patio de recreo, ajeno a los problemas y a las cuestiones relevantes que preocupan a la nación.
Ante el silencio y la clandestinidad de las conversaciones de Suiza, el patio pasó la tarde del domingo con la pashmina de Jaime, que le va a permitir al otro Jaime, vender algunos libros. Letizia y yo, se titula el tomo, y me reafirma en la idea de que Peñafiel no le perdona a Felipe VI que se haya casado con otra, a otra distinta a él.
La feria de la pashmina coincidió, oh casualidad, con un mensaje en twiter del Gran Timonel, en el que animaba a la reforma constitucional para eliminar la prevalencia del barón en la herencia de la corona. Hay que estar atento a los pequeños mensajes, porque encierran grandes presagios. En este caso, la certeza de que se nos va a ofrecer una reforma constitucional, dirán, para adaptarla a los nuevos tiempos y a la nueva sensibilidad. Lo que significa que para escribirla en lenguaje inclusivo y para que la herencia monárquica tenga en cuenta solo el orden de nacimiento, nos van a colocar el referéndum de autodeterminación, como uno de esos gastos que, en los presupuestos domésticos, engordan la partida del yaqué: ya que vamos a pintar la casa, cambiemos por completo el salón.
Eso sí, cuando no la distraen, la nación tiene las cosas claras, y se comprueba en los sondeos que publica la prensa del régimen, en los que la gran mayoría de los españoles tienen claro que la amnistía es un privilegio inaceptable, una injusticia sin precedentes, una prevaricación desde el gobierno ejecutada para poder gobernar. Es enternecedor que en el diario de Prisa se hable del extraño silencio del Papa en cuestiones que tienen que ver con la Iglesia en España y no se aluda al escandaloso y humillante silencio que rodea las conversaciones de Suiza. Preguntado al llegar al aeropuerto sobre lo que había hablado en Suiza con los de la secesión, Santos Cerdán solo alcanzó a decir “muy bien”, porque ¿para qué iba a entrar el muchacho en detalles? La calle le volvió a decir el domingo que no tiene ninguna legitimidad, por mucho que sea el enviado del gobierno, para discutir en sede clandestina el futuro de la nación, y lo que tenemos que seguir entregando para que el gran timonel siga al frente del gobierno, al tiempo que se alía con la extrema derecha, que en España no hay otra extrema derecha que el nacionalismo excluyente, el del PNV, el de Juntos por Cataluña, el de la Esquerra, que se cubren las vergüenzas con la pashmina de la soberanía nacional.
Esto ha sido buenos días España, en estudio radio, la radio global en español.