Al amanecer, desde su balcón de la Moncloa, Sánchez habrá contemplado su obra: una España fracturada en dos y unas instituciones donde ya no impera la ley sino el capricho, el afán de poder a cualquier precio, la inexorable urgencia de no perderlo, para no terminar en el bosque, entre las flores. En se único momento de calma, podrá ver el pasado reciente con un poco de perspectiva. Hoy contempla a su partido acosado en la calle por gentes que piensan que si la ley ha perdido su valor y es solo un barro que se moldea cada día con la forma que más interesa al poder, volvemos al estado natural, regresamos a la jungla, o a la estepa, cuando solo valía la fuerza y el garrote. Tan digno de amnistía es el bruto que lanza una valla contra la policía como el que organizó el golpe de octubre de 2017. ¿Quién decide quien entra en el arca del perdón y quien no? ¿Quién tiene legitimidad para elaborar la lista? ¿La tiene solo el psicópata de la Moncloa por exigencia del psicópata de Waterloo? Sánchez podrá meditar sobre la historia reciente de su partido. Fue defenestrado desde la secretaría general cuando intentó hacer lo que hoy está ejecutando.
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