Cartas desde el Gulag. Siempre alegres. 1931-1933 Alexéi y Valentina Lósev. Traducción de Sandra Caula. Editorial Rialp
Cartas desde el Gulag reúne una correspondencia extraordinaria. Recuerdad las cartas de Eloísa y Abelargo, la correspondencia más famosa entre un hombre y una mujer de la Edad Media. Y se conecta de forma directa con las Cartas de la prisión y de los campos, de Pavel Florenski, que publicó en España EUNSA. Fue precisamente el padre Florenski quien casó a los Lósev en junio de1922. En las cartas, Alexei Losev y su esposa Valentina comparten el tormento de los campos, pero también la alegría de la eternidad. La alegría de la eternidad, fue el subtítulo de la edición francesa, que nos parece más adecuado que el que ha elegido Rialp: siempre alegres. Porque la eternidad del amor mutuo es el consuelo al que Alexei y Valentina recurren cuando se encuentran en el fondo del pozo del abatimiento. Y en el caso de Alexei, esa profundidad del dolor es frecuente, como expresa en sus textos, sobre todo en la carta número seis. Las cartas son un triunfo silencioso sobre el comunismo.

Alexei y Valentina Losev se casaron en 1922: él era una figura destacada del pensamiento filosófico y religioso ruso, un erudito y místico, y ella una reconocida científica. En 1929 hicieron sus votos monásticos en el mayor secreto. Fueron arrestados en 1930, en la primera oleada de detenciones de la paranoia estalinista. Ella estaba en Altai, él en el borde de Carelia, luego en Medvejia Gora, en el extremo norte del lago Onega, donde se encontraba toda la administración del lugar de trata de esclavos del Canal del Mar Blanco-Báltico. Lósev es un filósofo enviado al campo establecido para los presos que construyen el canal entre el mar Blanco y el Báltico. Muy pocos sobrevivieron a ese tormento. Como señala Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag, ese campo fue el primero del sistema concentracional soviético. El lector de las cartas comprobará que el amor y la fe le ayudaron a soportar el infierno.
Descubierta por casualidad en 1954, la correspondencia de Lossev con su esposa es un documento excepcional sobre la vida cotidiana en el campo: el frío, el hambre, el trabajo «general», los criminales, los traslados, las incesantes gestiones para obtener la revisión de la sentencia, la oscuridad, la humedad, las literas muy juntas, la existencia en «barracones donde los hombres están hacinados como arenques». Esta correspondencia no se publicó íntegramente en Rusia hasta 2005. Es una oportunidad única para vislumbrar el alma del pensador, para conocer su perspectiva sobre una situación existencial extrema que ayudó a revelar la esencia del hombre.
Dos voces resuenan en las cartas, las de Alexei y Valentina. Narran detalles, se consuelan. Intercambian esperanzas y consejos. Son los primeros años de la administración del Gulag. Un sistema que luego se perfeccionaría. En los primeros años 30 los internos todavía podían recibir paquetes con alimentos o libros, intercambiarse cartas filtradas por la censura. Valentina y Alexéi se escriben también con los padres de ella, Tatiana y Mijaíl Sokolov. En su prisión, Valentina hace trabajos de estadística. En sus cartas se afana por consolar a Lósev, le envía todo alimento que puede reunir. Alexéi siente el riesgo de un colapso moral: «mi alma está tan turbada, hay en ella tanto sufrimiento animal absurdo, tan vacío de alegría, de ternura, de oración, me siente tan abandonado por Dios y privado de gracia que al final me pregunto si no corro el riesgo de una monstruosa e irreparable catástrofe espiritual, de un derrumbamiento existenail de todos mis proyectos e ideales más queridos».
No sucumbe. Los momentos abismales son frecuentes. Se hunde cuando piensa que se han perdido sus libros, cuando no puede leer a causa de los problemas en sus ojos, o por haber perdido las gafas. Pero encuentra la forma de volver a la luz. El 30 de junio de 1932 escribe. «A pesar de estos años 1930-1932, sigo pensando que nuestro camino era el correcto y que nos habíamos posicionado de manera adecuada, nosotros, personas del siglo XX, entre los problemas universales de la religión, la ciencia, el arte, la sociedad, creando nuestro propio modo de vida que no podría ser destruído: no solo porque no somos muy jóvenes, sino porue es fundamentalmente la imgen misma de la verdad de los hombres del siglo XX, que quisieron abarcar en su espíritu y su corazón la experiencia universal de la cultura humana sin separarse de lo que hay de bueno en la cultura antigua y nueva». Una vida absolutamente singular, esa era la aspiración que Lósev compartía con Valentina, a la que veía como un alma gemela capaz de compartir sus aspiraciones espirituales.
Quién es Lósev
Aleksei Fedorovich Losev fue un filósofo ruso cuya vida abarcó la mayor parte del siglo XX y cuya mente investigó una notable variedad de áreas, dando como resultado una obra monumental en cuanto a tamaño, alcance histórico y originalidad. La perspectiva de Lósev se inspiró en tradiciones filosóficas que abarcan gran parte de la historia europea. Fue un atento intérprete contemporáneo de las escuelas de pensamiento más importantes del siglo XX, desde la fenomenología hasta el marxismo, el estructuralismo y la semiótica. Todas estas doctrinas y enfoques dejaron huella en el pensamiento de Lósev, y sin embargo, su trayectoria posee un marcado sentido de continuidad y una persistente individualidad: reelaboró creativamente estas influencias y fuentes en una perspectiva filosófica única.
Esta perspectiva se caracteriza por cinco características clave. En primer lugar, como auténtico dialéctico, Losev defendió firmemente el principio de la identidad del pensamiento y el ser, que Hegel llamó la puerta de entrada a la filosofía. En otras palabras, rechazó tanto el objetivismo abstracto que reduce el pensamiento humano a un epifenómeno de la realidad externa como el subjetivismo igualmente abstracto que aprisiona este pensamiento en los confines de la mente individual aislada y reduce la realidad externa a un epifenómeno de los juegos internos del sujeto. A lo largo de su larga vida, Losev argumentó que el pensamiento y la realidad están íntimamente entrelazados; que, impulsado por el pensamiento, el lenguaje expresa y, de hecho, configura las realidades que habitan los seres humanos; y que tanto el pensamiento como el lenguaje son agentes de reconstrucción del mundo real. Esta actitud fundamental subyace a su amplio compromiso con fenómenos como el mito, el símbolo y la expresión estética.
En segundo lugar, consideraba todos los fenómenos y todos los aspectos de la experiencia humana en términos históricos. La época a la que dedicó la mayor parte de su atención a lo largo de su vida fue la Antigüedad, pero siempre situó su comprensión en el contexto de períodos posteriores, hasta la actualidad.
El tercer componente, y quizás el más importante, de la perspectiva de Lósev es su devoción a los fundamentos de la visión ortodoxa oriental del mundo. En el caso de Losev, esta devoción no tiene nada que ver con un fundamentalismo restauracionista que busca retroceder en el tiempo histórico. Al contrario, al igual que Vladimir Solov′ev y Pavel Florensky, Losev se esforzó incansablemente por elaborar una versión contemporánea de la tradición intelectual y espiritual cristiana oriental; al mismo tiempo, encontró en ella profundas resonancias con las transformaciones históricas que observó de primera mano y que se vieron arrastradas a lo largo de su vida. Esto lo convirtió, en cuarto lugar, en un crítico de la modernidad, de la perspectiva moderna en sus dimensiones más básicas, aunque no de tipo adorniano. Losev nunca perdió la fe en la bondad de la creación ni en el potencial de la humanidad para aprovecharla. El progreso que imaginó no fue el típico progreso moderno que se extiende hacia una infinitud absurda e inútil, sino que culminó en la consecución de objetivos humanos racionales.
Por último, pero no menos importante, Losev conservó a lo largo de su vida una insaciable curiosidad intelectual: su horizonte intelectual siempre estuvo abierto, expansivo y en constante expansión. Su entusiasmo por el pensamiento vivo le ha atraído a numerosos seguidores en todo el mundo y sigue atrayendo a quienes comparten el deseo de saber, comprender y, sobre todo, de transformar la realidad para mejor.
En términos histórico-culturales, Losev perteneció a un pequeño grupo de gigantes intelectuales que aseguraron la continuidad de la cultura rusa durante el período soviético, a pesar de los constantes intentos del régimen, durante sus siete décadas de existencia, por romper esta continuidad por diversos medios: desde el exterminio físico masivo de seres humanos hasta las deportaciones forzosas de las élites culturales, la demolición de monumentos históricos, la supresión de amplios segmentos de la literatura y la historia espiritual rusas, y el adoctrinamiento ideológico de las generaciones más jóvenes. Al igual que Dmitrii Likhachev, quien llevó la antorcha de la literatura rusa medieval, y al igual que Mijaíl Bajtín, quien creó obras luminosas e internacionalmente célebres de teoría literaria y cultural, Losev formó parte del arco que conectó la cultura intelectual y el pensamiento filosófico rusos presoviéticos con los postsoviéticos. El régimen fracasó, y el pequeño número de gigantes triunfó silenciosamente, vivieran o no para ver el fruto de su trabajo y sacrificio. Hoy, Losev se ha convertido en una de las figuras más importantes de la historia del pensamiento ruso, y su reconocimiento internacional está en aumento a la altura de sus logros.
Sobre Lósev tenemos el documental que le dedicó Viktor Kossakovsky. Fue su primer trabajo documental, y es una lástima que no exista una versión más accesible que la original, en ruso. Pero el lector puede encontrar el documento en Youtube.