Crac. Jean Rolin. Libros del Asteroide. Traducción de Manuel Arranz
El primer talento de un escritor de viajes consiste en elegir el viaje, la ruta, el propósito, el móvil que dispara la curiosidad y que nos pone en movimiento. El lector, sobre todo el lector adicto a este género, aprecia la novedad en un tiempo en el que todo viaje parece ya realizado, consumido por el turismo de masas. Una vez elegido el destino, el desafío es la mirada, la capacidad de ver, de hablar con las gentes, el humor con el que se abordan las situaciones complicadas, y el conocimiento. Un escritor de viajes debe tener perspectiva histórica. Colin Thubron me confesaba hace unos años en una entrevista que su método era minucioso: pasaba meses estudiando la historia de su ruta, la antropología de sus pueblos, el rastro de otros viajeros. Y una vez hecho ese trabajo previo, iniciaba el viaje solo, porque la soledad es una condición previa para la apertura. El viajero es un ser solitario, frente al turista, que suele ser gregario.
Un viajero con una mirada nueva
Jean Rolin nos sorprende siempre por la elección del tema de sus viajes. Los seguidores de Libros del Asteroide leímos hace unos años Cristianos, un viaje por las comunidades cristianas de Israel y Palestina. Es una crónica reveladora de una realidad casi oculta. El periodismo nos divide el cercano oriente entre judíos y musulmanes. Rolin nos descubre a los cristianos de un lado y del otro. Entra en monasterios, comparte la vida de los árabes que siguen a Cristo, y nos ofrece un relato desgarrador de personas de las que nadie habla a pesar de que sufren la violencia, el acoso y el desprecio de judíos y de musulmanes, especialmente los cristianos palestinos.
En Crac, Rolin sigue los pasos de Lawrence, antes de que fuera Lawrence de Arabia. En 1909 T. E. Lawrence emprendió un viaje para visitar los castillos y fortalezas de los cruzados. Era el tema de su tesis doctoral en Oxford, sobre la influencia de las cruzadas en la arquitectura militar europea. Lawrence visita treinta y cinco fortalezas, mil ochocientos kilómetros hechos en parte a pie, en parte en camello. Mas de un siglo después Rolin hace el mismo viaje. Así que nos lleva a Beaufort, en Líbano, a El Crac de los caballeros, en Siria, a la fortaleza de Kerak, en Jordania, mientras en paralelo viajamos con Lawrence a través de las cartas en las que relató los sucesos de su viaje.
El punto de partida del viaje es una mera curiosidad. Rolin constata que Lawrence pasó parte de su infancia en Dinard, la misma ciudad en la que Rolin pasó sus primeros años. El hecho, descubierto en la lectura de las cartas de Lawrence, le lleva al autor a comparar la misma ciudad en dos tiempos. Rolin hilvana la lectura de esas misivas con el presente y a partir de ese movimiento primero viaja hasta Damasco en septiembre de 2017, en el sexto año de la guerra civil siria. Desde el inicio, Crac es una lectura e interpretación de un región en dos momentos de su historia, con dos narradores.
El museo de Hezbollah
La voz de Rolin es culta, tranquila, minuciosa y dotada de un humor sorprendente: el primer objetivo de su ironía suele ser él mismo. En su relato no deja de anotar la presencia de personajes marginales y lugares soprendentes como ese museo de Hezbollah, en Mlita, «que oficialmente debe llamarse Museo de la Resistencia y que se enorgullece de haber contado con la presencia, el día de su inauguración en 2010, de personalidades como Noam Chomsky». ¿Qué hay en un museo de ese tipo? A Rolin le llama la atención una pieza inquietante: una mina antipersona que imita, con una exactitud escrupulosa, el aspecto de un bloque calcáreo de los que atiborran los paisajes del Líbano.
Rolin anota cómo la visita al castillo de El Crac de los caballeros, construido por la Orden de Malta en el Siglo XI, no tiene nada que ver con lo que fue en tiempos de Lawrence. Para llegar a la fortaleza que Lawrence definió como «uno de los castillos más bellos del mundo» hoy hay que atravesar controles, pueblos en apariencia desiertos, y un paisaje de ruinas invadidas de higueras, y casas con persianas deformadas por las explosiones, hasta llegar al castillo, dañado en parte por la ocupación de los rebeldes entre 2012 y 2014, y por la batalla para desalojarlos.
Una risa inocente
Ese es el tono de un libro que mezcla el contraste de los tiempos con las notas de un viajero que busca la conversación con las gentes que se cruza en su camino y que anota los rasgos de carácter que le sorprenden en una región sacudida por una violencia extrema: «en la televisión del restaurante ponen una película de Indiana Jones, de la que solo se ha censurado la escena del beso, pero que por lo demás está llena de divertidas peripecias que provocan en Ramir, en Orson y en algún otro espectador, la mayoría jóvenes empleados de la casa, unas risas tan conmovedoras que uno estaría a punto de creer en la inocencia del hombre, incluso en su bondad»
Si usted piensa que ya no quedan mundos por explorar, este es uno de sus libros. Si cree que en los márgenes del mundo existen continentes de una riqueza de experiencias inagotable, siga los pasos de Rolin.