La nueva serie original de Netflix se desarrolla en cuatro países y tiene como escenario principal la claustrofóbica sala de interrogatorios de una comisaría de policía. La duda que emerge es ¿vale todo para conocer la verdad y apresar a un criminal?
La apuesta de Netflix es diferente, arriesgada y, a la vez, interesante. Criminal es una serie un tan agobiante como adictiva en la que los doce capítulos se desarrollan en una sala de interrogatorios policial y la sala de escuchas contigua. Para aquellos a los que nos interesan los thrillers policíacos, Criminal aprovecha la parte menos trepidante de la persecución de delitos para dar lugar a momentos de clímax basados en pequeños gestos, en miradas y en diálogos que conducen una historia sin que la acción llegue nunca la retina del espectador.
La primera producción transeuropea de Netflix transcurre en España, Reino Unido, Francia y Alemania, con cuatro bloques de tres capítulos en cada uno de los países. En todos ellos hay elementos comunes. El principal, el escenario, grabado en su totalidad en los estudios de Netflix España. Además, los cuatro equipos policiales están capitaneados por mujeres y en cada país en algún episodio en el que quedan comprometidos miembros del grupo por sus acciones.
La serie
Cuatro cuerpos policiales de cuatro países distintos tratarán de desenmarañar doce casos policiales donde la verdad juega al gato y al ratón y que, en algunos de sus episodios, es incluso más dura e increíble de lo que al comienzo se intuye. Y para ello, utilizarán técnicas cuestionables. Interrogatorios interminables. Órdenes falsas. Faroles dignos del mejor jugador de póquer, e incluso tratos con los propios criminales se enredan con las declaraciones, o negaciones de declarar, de los investigados. Todo ello con un único fin: lograr la confesión del presunto culpable y resolver el caso. ¿Es ético utilizar cualquier técnica para resolver un caso? ¿Pueden los agentes de la ley hacen de funambulistas sobre una cuerda en el límite de la legalidad? Esas son las preguntas que sobrevuelan todos los capítulos y que rondan por las cabezas de los espectadores de Criminal.
La fuerza de los doce relatos está en la palabra. Los guiones son los encargados de soportar el peso de una serie donde no hay acción, donde todo lo que logra averiguar el espectador se crea en su propia cabeza a partir de narraciones. Donde nunca se descubrirá qué pasa después, si los jueces apoyarán los métodos. Si los criminales pagarán sus deudas. Si los policías mantendrán sus métodos.
El atentado de la sala Bataclan se mezcla con la muerte de una niña diagnosticada con un trastorno del espectro autista o con la aparición de un cadáver emparedado en una construcción de un magnate de la burbuja inmobiliaria. Todo tipo de casos, diversos estilos de acusados, distintos perfiles de policías enganchan al espectador y lo convierten en un miembro más de la investigación.
Criminal España
El bloque correspondiente a España está protagonizado por Emma Suárez como jefa de la un equipo policial que cuenta con Álvaro Cervantes y Jorge Bosch como agentes. Entre los acusados, las actuaciones magistrales de Carmen Machi, que vuelve a la televisión en el papel de una histriónica dueña de una perra dálmata que debe colaborar con la policía para encontrar a su hermano; Inma Cuesta, que interpreta a una persona diagnosticada con una enfermedad mental; y Eduard Fernández, dando vida a un narcotraficante con cuentas pendientes con la unidad.
Un elenco que asegura la solvencia de la ficción y el equipo técnico remata la producción de una serie que en España tiene la firma de Mariano Barroso (director y productor ejecutivo) y que cuenta las historias escritas por Alejando Hernández, creador de El autor y El día de mañana y Manuel Martín Cuenca, detrás también de El autor y de Caníbal.