Cuando no resulta lo previsto

A Mortimer le gusta mucho la película ’12 hombres sin piedad’ (1957) y la vuelve a ver, cada cierto tiempo, porque narra magistralmente la deliberación de un jurado sobre si condenar o no aun chaval que se enfrenta a la pena de muerte por el presunto asesinato de su padre El asunto tiene su enjundia porque tiene que haber unanimidad entre los doce y resulta que no la hay, que uno tiene la duda razonable de que los hechos hayan sucedido como se han contado en el juicio. Duda sobre si es completamente cierto o dudoso ese asunto.

Lo más interesante es la discusión entre ellos: quién tendría razón y quién, no. Un dilema universal de mucha actualidad; como por ejemplo si tiene razón Sánchez, en la aplicación de la amnistía a los sublevados catalanes, o es un error en la percepción de la realidad. Las apariencias hacen creer, con el relato del juicio, que sí es culpable el chaval. La mayoría del jurado está bastante decantada hacia la culpabilidad.

Pero en la discusión se muestra cómo hablando se entiende la gente, más que imponiendo a machamartillo la única opinión generalizada como la verdadera, auque esté generalizada. O no. Afloran los prejuicios de unos y otros, con su seguridad aparentemente inquebrantable, ante el miembro del jurado disidente que va demostrando con razonamientos apremiantes el verdadero motivo de su duda. En la película se ve muy bien el desarollo de la discusión y es un elemplo paradigmático de que hay que saber escuchar a los demás, en los asuntos de la mayor importancia, como son una condena a muerte o una amnistía.

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