Ese viejo darse la mano. Ese signo de civilización, de proximidad. Antes de nuestro tiempo, una muestra de que no se llevaban armas en las manos. Tan solo interrumpido por algún fragmento de historia trágica y ridícula. Como cuando el 5 de agosto de 1938 Mussolini emitió una disposición firmada del Partido Fascista: «el estrecharse la mano se ha terminado entre nosotros: el saludo romano es más higiénico, más estético, más breve». Aún hoy, en tiempos de COVID, algunos lo evitan, otros lo siguen cumpliendo, como inevitable. El lingüista italiano Massimo Arcangeli ha reconstruido la historia de esta forma de saludar. Arcangeli es autor de obras como Se busca a Dante desesperadamente, Pequeño diccionario para salvar nuestra lengua, o El italiano a la deriva. Ahora publica en Italia La aventurera historia de estrecharse las manos.
De Mesopotamia a Donald Trump
Darse la mano. Desde los tiempos de la remota Mesopotamia, hasta hoy, en tiempos de COVID y de prohibiciones de tocarse. El ensayo de Arcangeli parte del saludo entre el rey asirio Shalmaneser III y el rey de Babilonia Marduk-zâkir.sûmi I. Fue allá por el 850 antes de Cristo. En un saludo más reciente, Donald Trump y Emmanuel Macron se dieron la mano durante 29 segundos. De fondo los Campos Elíseos. Fue el 14 de julio de 2017. Todo un desafío de Trump. Hay un momento incluso en el que Macron parece que va a perder el equilibrio. Trump no suelta la presa.
Hay variantes en el estrecharse la mano. Por ejemplo, el saludo entre gladiadores. Se agarran las muñecas. Por razones de seguridad. Es una forma de asegurar al otro que no se llevan armas, que no se esconden puñales en las mangas. Y hay todo un código sobre la forma de estrecharse las manos. Está el «pez muerto», esa mano flácida que expresa inseguridad, frialdad, o falta de resolución. Y el darse la mano del mendigo, con la palma de la mano hacia arriba, que muestra una inclinación hacia la obediencia.
Historias y anécdotas
El libro de Arcangeli es un compendio de historias, de anécdotas, de imágenes del arte. Como la referida al dios Attis y la hija de Mida, rey de Pessinunte, en el mosaico encontrado en la Villa de las Musas de la localidad navarra de Arellano. También referencias a la historia o a la literatura, fragmentos de Como gustéis de William Shakespeare. Darse la mano, como explicó el escritor Henry Siddons, es un «gesto pleno de significados, porque la mano es la lengua de las buenas y cordiales intenciones. La mano es el instrumento general de la mente».
Otros dicen que la mano es el portavoz del cuerpo, la extremidad que expresa con gestos la sinceridad de lo que se dice. La cultura occidental reconoce muchas formas de saludo diferentes. Y en la cultura universal esa variedad se multiplica. Rechazar el darse la mano tiene también un significado negativo. Como cuando los ayatolás se niegan a estrechar la mano de una mujer. Recuerden aquella sentencia de un tribunal suizo contra los padres de dos estudiantes que se negaban a dar la mano a las profesoras: «la integración y la igualdad son más importantes que la libertad de credo».
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