‘El aroma de los imperios’, o el olor del siglo de los extremos

El aroma de los imperios. Chanel Nº 5 y Moscú Rojo. Traducción del alemán de Francisco Uzcanga Meinecke. Editorial Acantilado.

Karl Schlögel, jubilado en 2013 de su actividad como profesor de Historia de la Europa del Este en la Universidad Europea de Viadrina nos sorprende en este tomo con una de las ramas de esa investigación que cuajó en aquella obra colosal titulada Terror y Utopía (2014) Aquí se trata de seguir el hilo de la creación de dos perfumes que marcaron la moda de la segunda mitad del sigo XX, y que tienen su punto de partida en Moscú: Chanel N 5 y Moscú Rojo. Los dos nacieron de la misma base: un perfume creado para conmemorar el tercer centenario de la dinastía Románov. Ernest Beaux y August Michel eran dos perfumistas franceses trabajando en la corte rusa. La revolución les separó. Beaux volvió a Francia donde presentó a Coco Chanel su N 5, y Michel se quedaría en Rusia donde desarrolló la industria del perfume de la Unión soviética.

el aroma de los imperios

El tema de El aroma de los imperios es, en apariencia, un asunto menor, una anécdota. Y sin embargo su desarrollo nos permite comprobar cómo la Unión soviética y Occidente siguieron patrones similares en la moda y el perfume, aunque con matices ideológicos diferentes. El asunto sorprende incluso a un Schlögel, que siente a veces la necesidad de explicar su interés por la perfumería soviética, después de haber detallado los mecanismos del terror en un régimen tan despreciable como el dirigido por Stalin. Schlögel lo justifica con mucho sentido común. En la historia no solo es relevante el sonido, «el ruido del tiempo» que diría Mandelstam, sino también el aroma: “No sólo las imágenes quedan impresas en nuestra memoria, sino también los olores. Todo lo que se necesita es una brisa, un destello de olor, para que una escena entera vuelva a la vida en nuestro cerebro: la escalera de la escuela; el olor de la papelería; el olor a gasolina de los coches, ya sea un Trabant del Este o un Ford del Oeste, el aroma del tiempo impregna todas las fases de la vida y nunca será un error tenerlo en cuenta a la hora de reconstruir el pasado» El mundo, contenido en una gota de agua, se encuentra también en una gota de perfume, y «desarrolla el aroma del siglo para el que fue creado».

Gemelos en el perfume y en la moda

Lo que Schlögel finalmente presenta en este pequeño volumen es más que un vago olfateo y una especulación. Tiene una historia que contar, y es una historia de los dos imperios del siglo XX. Los perfumes Chanel Nº 5 y Moscú Rojo fueron creados por dos perfumistas franceses sobre la misma base. Son por tanto, dos gemelos aromáticos. Una vez planteada esa primera pista, Schlögel trabaja como un historiador: sigue el rastro de Coco Chanel, sus veleidades con el régimen de Vichy, sus amistades con los nazis de la ocupación. En Rusia la revolución ocupa las viejas industrias del perfume, la cosmética y la higiene. El mundo antiguo se disuelve y con él mueren los aromas, y entre los miembros del partido «se impone el olor del abrigo de cuero y del automóvil, símbolos de estatus en la sociedad revolucionaria».

Los mundos olfativos del trabajo físico, el sudor, la suciedad, entran en conglicto con los olores del ocio y la decadencia. Los perfumes pasan a ser un rasgo de clase, y por tanto un elemento que puede significar traición. La normalización del perfume no llegará hasta los años 30, cuando una nueva capa social, surgida de la industrialización, reclama su derecho a una vida mejor. Con unas pocas pinceladas, Schlögel traza en El aroma de los imperios la pintura moral del mundo soviético y del occidental. Y encuentra otros paralelismos. En la moda triunfa el estilo Chanel: una mujer pragmática, que viste de una forma funcional, sin adornos. En la Unión soviética, otra mujer, Nadiezdha Lamánova es nombrada Haute Coutourière y funda la Casa de las Modelos (1935) que sienta las bases del desarrollo de la moda soviética dentro de la economía planificada.

Otros paralelismos

Hay más paralelismos, historias apasionantes, que se desarrollan en un segundo plano de la gran historia soviética. Polina Shemtschushina, que fuera esposa del ministro de Asuntos Exteriores de la URSS con Stalin, Vyacheslav Molotov, es la impulsora de la industria del perfume. Convierte el aroma Moscú Rojo en un perfume popular. Mientras Coco Chanel vende perfumes a los nazis y comparte fiestas con los SS, la esposa de Molotov sufre las purgas de Stalin y en los años cuarenta es condenada a cinco años de prisión. Fiel al partido y a sl dictador, cuando sale de prisión lo primero que pregunta es por el camarada Stalin. Cuando le dicen que ha muerto, se desmaya.

En uno de los capítulos más intensos, Schlögel contrasta los olores de los campos de exterminio alemanes y los del gulag soviético. En Auschwitz es “el olor rancio y repugnante de la carne humana quemada que cubre todo el campo como una alfombra». En Kolyma, en cambio, con sus extremas temperaturas bajo cero, el olor a cadáveres no deja huella: “los muertos se convierten en pilares de hielo y se apilan como troncos al aire libre hasta que el deshielo primaveral los descubre y permite enterrarlos antes de que se derritan y se descompongan. En el Gulag, el olor a pan representa la supervivencia”.

El aroma de los imperios es un viaje a través de las vidas y las biofrafías de actores del siglo XX, ese «siglo de los extremos», un libro en el que confluyen la moda, la perfumería, el arte y el diseño, la política y los cambios sociales. Es un libro además atrevido, que abre muchas posibilidades de investigación, incluso a pesar de que el aroma y los olores como fuente histórica son problemáticos y subjetivos. De momento nos quedamos con el placer inspriador de leer un libro que nos descubre trazos y tramas desconocidos para explicar mejor el siglo XX.

Marcelo Brito
Marcelo Brito
Nací en 1960 en Matanzas, Cuba. Hijo de gallegos. Crecí entre pocos libros, pero con una curiosidad insaciable. Estudié cine en La Habana y salí de Cuba en cuanto pude porque el mundo era limitado, estrecho, pobre, áspero y poco higiénico, para el cuerpo y para la mente. He colaborado en múltiples publicaciones. Primero en Miami Herald, luego en Caretas de Perú, y ahora en FANFAN.

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