‘El chivo expiatorio’: de cómo Jesucristo rompió con un modelo milenario

El chivo expiatorio. René Girard. Traducción de Joaquín Jordá. Editorial Anagrama

‘El chivo expiatorio’ es un viaje desde los orígenes de este proceso creado para acabar con las crisis sociales hasta la llegada de Jesucristo y la destrucción de este mecanismo.

el chivo expiatorio

En la colección Argumentos de la editorial Anagrama existen libros fabulosos. A mí hay tres autores que me parecen absolutamente excepcionales en esta colección. Son Richard Sennett, Roger Bartra y, el que les traigo hoy, René Girard, que, en El chivo expiatorio, nos habla sobre la necesidad que tienen las sociedades en momentos de crisis de señalar un culpable para, a través de su eliminación, poder seguir adelante.

René Girard nace en Francia en 1923 y desarrolla su carrera profesional en universidades norteamericanas. Muere en 2015. Es antropólogo, historiador, crítico literario y sus obras son siempre un estímulo para la inteligencia. 

Girard inicia su investigación sobre el chivo expiatorio con la peste negra, en pleno siglo XIV, y como, la impotencia de la sociedad ante la epidemia hace que, en lugar de ser realistas, lo que se haga es creer que los judíos son los responsables, dado que envenenan los ríos, y que, si se aniquilan los judíos, se va a poder vencer a la peste. Es algo así como intentar crear un efecto placebo con un mecanismo absolutamente delirante y salvaje. 

En cualquier caso, los perseguidores son personas que realmente creen sus propias mentiras. En los procesos por brujería, tanto la bruja como sus asesinos creían en el poder de la brujería, pero lo más importante es darse cuenta que no hay nadie capaz de defender lo contrario.

 A continuación, Girard busca el concepto de chivo expiatorio en los mitos de la antigüedad. Todo ello sirve para llegar a conclusión de la existencia de cuatro elementos para que podamos hablar de un proceso de chivo expiatorio, que son: persistencia en la masa, la existencia de una víctima que tiene algún tipo de defecto físico, la existencia de una crisis y la violencia catártica. La propia figura histórica de Jesús sería víctima de un proceso de este tipo.

A continuación, procede al estudio de la Biblia, que, considera el elemento fundamental para entender el proceso persecutorio. La pasión de Jesús viene a romper esta relación persecutoria. La voz se traslada de los perseguidores a las víctimas. La víctima ya no acepta su destino. La víctima se convierte en héroe. Girard defiende que la figura de Cristo es incomparable porque no sucumbe a la perspectiva persecutoria, en tanto que, no se pone de acuerdo con los verdugos, pero también porque no opta por la venganza. 

Girard sostiene que la humanidad es débil frente a la tentación de crear chivos expiatorios. 

Girard expone como la lapidación y el forzar a la víctima a la caída desde el despeñadero tienen algún común, y es que, no se contamina a sus ejecutores en la medida en que no tocan al individuo, y, el método homicida empleado presupone que no hay un autor material, no hay responsabilidad homicida. A lo sumo de provocar lesiones. La lapidación, sostiene Girard, llega a unas sociedades todavía impregnadas por el espíritu de la venganza privada, es decir, la concepción de la venganza como un método de justicia, es decir, el ofendido tiene el derecho a actuar de un modo más o menos regulado. Con la lapidación se rompe el círculo infinito de venganzas ya que no hay a quien señalar como siguiente víctima propiciatoria.

En definitiva, Girard destaca que, la importancia esencial de los evangelios es el mostrarnos el mecanismo del chivo expiatorio, uno de cuyos subproductos es del de la mitificación de la ciencia como valor supremo en nuestra sociedad.

Para terminar, les propongo que busquen los chivos expiatorios en nuestras sociedades. Pero recuerden las palabras de Girard:

«Hasta las personas más hábiles en descubrir los chivos expiatorios de los demás, jamás descubren los propios».

Josep Masanés
Josep Masanéshttps://josepmasanes.blogspot.com/?view=flipcard
Escritor. Menorca es mi mundo, San Luis su capital. Me gustaría ser un epígono del rey de la vajilla. Pero va a ser que no.

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