‘El cuerpo’, de Mircea Cartarescu la literatura como memoria y alucinación

La segunda parte de la trilogía Cegador

Hemos llenado el tiempo vacío del arresto domiciliario con las más de quinientas páginas de El cuerpo. El cuerpo es la segunda parte de la trilogía Cegador, de Mircea Cartarescu. Antes fueron Solenoide y El ojo castaño de nuestro amor. Todas traducidas por Marian Ochoa de Eribe, que a estas alturas debe de ser una prolongación de la mente de Cartarescu, la parte de su cerebro que escribe en español. A este lector le deslumbran las obras literarias que contienen toda la literatura anterior. Y ese es el caso de Cartarescu. A simple vista, uno puede reconocer a Kafka, porque la literatura habla del yo del autor, a García Márquez, porque el sueño tiene el mismo valor que la realidad, y a Proust, porque la fuente que mana literatura es una fuente de recuerdos.

La metáfora de la mariposa

El cuerpo
El cuerpo

Los libros son como las mariposas, dice Cartarescu en El cuarto corazón, uno de los ensayos contenidos en El ojo castaño de nuestro amor: «habitualmente tienen las alas plegadas, como cuando las mariposas descansan sobre una hoja y desenrollan su trompa filiforme para sorber el agua de una gota de rocío. Cuando abres un libro este echa a volar. Y tú con él, como si volaras en el cuello de plumón de una mariposa gigante. Pero el libro no tienen un único par de alas sino cientos, clara señal de que te puede llevar no solo de flor en flor por este mundo glorioso, sino a centenares de mundos habitados».

La metáfora de la literatura como una mariposa se repite en su obra de una forma recurrente. En Cegador, forma parte de la estructura básica de la trilogía: el primer tomo se titula El ala izquierda, el segundo El cuerpo, y el tercero, todavía inédito en español, será El ala derecha. La primera impresión del lector es que el vuelo de Cartarescu atraviesa el tiempo, baja con una mirada de entomólogo hasta lo micro (los lectores de Solenoide recordarán el punto en el que el autor adopta el punto de vista de un ácaro) y sube hasta contemplar el cosmos como un metafísico, hasta casi tocar las faldas de la divinidad. Todo tiempo es real en cada instante. La mirada de Cartarescu atraviesa las capas del tiempo y de lo real hasta componer una dimensión nueva, una dimensión que es solo y exclusivamente literatura, privilegio de la literatura. En ese sentido, la obra del rumano, en especial la trología Cegador, está construida sobre los mismos cimientos que la obra de Marcel Proust. Incluido ese eje vertebrador de buena parte de la obra de Cartarescu: la madre.

Una obra deslumbrante

Ese es el efecto que produce en el lector, un continuo deslumbramiento, un efecto Cegador, por su capacidad de moverse por las capas del tiempo, y de integrar lo que consideramos onírico como un elemento sin fronteras con lo real. La literatura de Cartarescu otorga el mismo rango a su recuerdo de cuando fue alzado en un cubo hasta la cumbre de un edificio en obras que al delirio de una organización compuesta por las estatuas vivientes que pueblan los centros turísticos de las ciudades.

El yo, tema central de la obra del rumano, es un constructo hecho de sueños y de memoria, un ser que, como las crisálidas, se metamorfosea sin dejar de ser lo que fue, un complejo mundo de conexiones en el que el pasado y lo cósmico, lo infinitamente pequeño y lo universal: «los primeros años de la infancia son la cabeza extraña que una criatura alargada hunde en nuestro mundo: su tórax es la adolescencia, el vientre, la madurez, y disminuye en una cola cada vez más estrecha. Somos, en cada instante de nuestra vida, secciones de esa criatura».

Las grandes preguntas de Cartarescu

Cartarescu es el autor de una obra inagotable, de una de esas obras a las que uno sabe que recurrirá siempre, con la certeza de encontrar en cada lectura una fuente estética colosal, única, extraña, cegadora, que contiene no solo la literatura de sus antepasados escritores, sino también un dominio de la física, de la ciencia, de la biología, que nos acerca desde lo literario a las grandes preguntas del ser humano.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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