‘El error de Peter Brunsen’, el gobierno mundial de las máquinas

UNA UTOPÍA CERCANA EN LA PRIMERA NOVELA DE CRISTINA PEÑA

Leída durante la pandemia, El error de Peter Brunsen (Libros La Tortuga Boba) tiene una dimensión más inquietante. Esta utopía transcurre entre agosto de 2039 y febrero de 2040. Siete meses en los que se libra una batalla por la esencia de la naturaleza humana. Las máquinas se han hecho con el control de los humanos. Los complejos algoritmos controla su vida. Pero un fallo en el sistema, una grieta en la perfección cibernética permite albergar una esperanza. Una novela muy interesante, hija de Aldous Huxley e Isaac Asimov.

Seguridad frente a libertad

La pandemia nos ha devuelto al debate. Y en ese contexto hemos leído El error de Peter Brunsen. Los humanos somos una especie imperfecta. Nuestro sistema de conocimiento tiene sesgos, nos impide reconocer la realidad por tozuda que sea. El virus se extendió por el mundo mientras científicos y políticos, la crema de nuestra clase intelectual, negaba su virulencia. «Serán apenas unos casos» decía nuestro doctor Simón. «Será como una gripe», afirmaban otros expertos laureados. La pandemia nos ha hecho volver la vista a las máquinas: que nos digan quien tiene el virus, que nos envíen un mensaje sobre el riesgo de dar la mano a un vecino. Se asegura que Israel e Indonesia, Corea o Taiwan han conseguido preservar vidas y proteger la economía entregando el control a las máquinas. Nosotros entregamos al software nuestra intimidad, y la máquina nos devuelve la seguridad de una vida sin contagios.

El error de Peter Brunsen
El ERROR de Peter Brunsen

Es de esto de lo que trata la utopía que firma Cristina Peña. En El error de Peter Brunsen, una humanidad cansada de sus errores, de sus guerras y de sus querellas, le ha entregado el control de las vidas individuales al dios del algoritmo. Es el fin de los conflictos. Una pax cibernética reina en el mundo. Es cierto que ese reinado no se ha establecido sin conflictos. Para entregar todo el conocimiento a los servidores de ROB.com algunos programadores, los más geniales y rebeldes, han tenido que ser «desplazados». Han desaparecido. Entre ellos está Klaus, el hermano de Peter Brunsen.

La Wilson Miller

Peter crece con la inquietud sobre el papel que jugó su hermano en la llamada Hora Cero (el 22 de febrero de 2022), el momento del despertar de la inteligencia artificial, cuando el poder del planeta se entregó al Gobierno Central Único de la Tierra. Su nodo central se instaló en el supercerebro ROB.Com, del que todos los demás son subordinados. Ese supersistema informático gobierna con su algoritmo las vidas de todos los humanos. De casi todos. El algoritmo les dice lo que deben hcaer, cuándo lo deben hacer, con quién lo deben hacer. La población «vive en un estado de indolencia impropio de la esencia humana»

La Institución Wilson Miller se encarga de la enseñanza y el aprendizaje de los humanos. Selecciona a los más capaces, y establece programas a su medida. Cada humano es clasificado en función del riesgo praa el sistema. Estados de rebeldía pueden ser detectados en cualquier momento, y bloquean los accesos a la información guardada en la gran biblioteca. En ese supercerebo, cada humano real, cada existencia física, tiene una existencia digital. Cuando el cuerpo muere, la vida cibernética continúa

El legado de Brunsen

Peter Brunsen descubrirá pronto que su hermano no fue el culpable de la Hora Cero. Ni siquiera un colaboracionista, sino un genio rebelde. Brusen busca grietas en el sistema para que el corazón de Titanio de la máquina no consiga suplantar todas las funciones de lo corazones de sangre. Los últimos reductos humanos, la reproducción, la emoción y la imprevisibilidad, están amenazadas por las máquinas. El conflicto está bien establecido, pero el resultado de la novela es una tarea del lector. No pienso desentrañar el final.

El relato en la novela discurre con fuerza y con claridad, a pesar de describir un mundo frio de bits, computadoras, algoritmos, big data e inteligencia artificial. Brunsen es un joven que tiene buscar zonas de intimidad para organizar una rebelión contra las máquinas, y contra los «gusanos», el pequeño núcleo de humanos que todavía las gobierna. La prosa de Cristina Peña tiene la virtud de la concisión. No le sobra nada. El lector fluye con interés creciente por esta historia que es hoy, y será mañana nuestro conflicto: en qué punto dejamos de entregar nuestra vida a las máquinas, si es que no queremos renunciar a la vida humana, a la libertad que supone la grandeza de las elecciones personales y la miseria de los errores.

Conclusión

Hasta donde sé, esta es la primera novela de Cristina Peña. Tiene el acierto de plantear conflictos esenciales, y lo hace con una escritura brillante y eficaz, que renuncia al adorno en beneficio de la historia que narra. Demuestra un conocimiento de los procesos de aprendizaje de las máquinas y de la inteligencia artificial, pero piensa en el lector que es ajeno a ese mundo. Traduce para los profanos.

Le pondré solo un «pero». Una construcción más compleja de los personajes le habría permitido agudizar y dramatizar algo más los conflictos entre Peter y su tutor Nicolau. Este es un personaje al que le falta profundidad. De tenerla, las posibilidades de la trama habrían sido mucho mayores. Incluso podría haber desarrollado una trama paralela, lo que le daría otro relieve a la novela, que en algunos momentos resulta algo plana.

Por resumir, estamos ante una magnífica primera novela, que plantea conflictos muy actuales, que serán nuestros grandes problemas del futuro inmediato.

Cristina peña
Cristina Peña con un ejemplar de El error de Peter Brunsen
Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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